El lado positivo de una derrota anunciada del Athletic contra el Arsenal
Pese a su escasa producción con balón, el Athletic logró minimizar al Arsenal con su gran trabajo coral
Aspirar a un marcador favorable en un compromiso tan exigente como el que le tocó en suerte al Athletic tenía más de deseo que de fundamento. Quien no barajase la derrota frente al Arsenal como el resultado más probable de los tres posibles o se estaba dejando arrastrar por la pasión o no está muy instruido en la asignatura del fútbol de élite. La distancia que objetivamente separa a fecha de hoy a un equipo del otro (a una plantilla de la otra sería más correcto) no ya en términos de calidad de los jugadores sino por su contraste en los niveles más selectos de la competición, rebajaba muchísimo el porcentaje de las opciones de éxito del Athletic.
El cálculo, por supuesto, contemplaba lo inesperado, la sorpresa, ese elemento que hace acto de presencia sin avisar y se encapricha de citas como la recién vivida en San Mamés. Pero aparte de que Mikel Arteta gestiona un proyecto diseñado para ganarlo todo, lo cual ya supone una invitación formal a apostar decididamente por sus colores, el martes concurría otra circunstancia que no se podía pasar por alto: el mal momento de juego del Athletic.
Es una realidad que el equipo de Valverde acumula muchísimos meses rindiendo como no lo había hecho en años. Lo certifican los logros acumulados, sin ir más lejos: haber inscrito su nombre para participar en la vigente edición de la Champions. Previamente obtuvo el título de Copa o una plaza en la Europa League, dos metas perseguidas durante períodos más o menos dilatados. Con razón se ha resaltado el crecimiento de una serie de futbolistas y cómo el técnico encontró la fórmula ideal para que el bloque se expresara con un estilo definido y rentabilizase su acusado carácter competitivo.
Pese a ello, su reencuentro con el torneo de clubes por excelencia ha coincidido con una fase de debilidad manifiesta. No transmitía las sensaciones habituales, aquellas que se espera ver plasmadas porque su potencial no se cuestiona y, sin embargo, se diría que el comienzo del calendario oficial le ha cogido a contrapié, falto de inspiración, poco eficaz, en una versión gris, errática.
Resulta comprensible que el pleno de puntos firmado en las tres primeras jornadas ligueras endulzase la parte negativa. Ganar aplaca la crítica y si los triunfos se suceden con un fútbol que no gusta, incluso hay riesgo de abonarse a una conclusión peligrosa: ganamos hasta jugando poco o mal, somos unos fenómenos. Ocurre que la teoría resultadista que años atrás alguien condensó con lo de “clasificación, amigo” nunca funciona en el largo plazo. Si un equipo no carbura, más pronto que tarde se da de bruces con algo parecido al derbi del último fin de semana.
En la cuarta jornada se pierde porque los pocos hilos que conectaban las líneas del equipo y encendían de manera intermitente la bombilla en el ataque, los cortó de cuajo un Alavés serio, constante y premiado con idéntico golpe de fortuna al que favoreció al Athletic el día del Betis, por ejemplo. En semejante contexto, pegarse con el subcampeón de la Premier se antojaba de lo más inoportuno.
Pero las señas de identidad no se extravían, no desaparecen así como así, están interiorizadas y recobran su vigencia en cualquier circunstancia, puede que en la más complicada de todas las negociadas hasta la fecha. En una cita cumbre, de Champions, con el campo hasta la bandera, va el Athletic y le mira a los ojos al Arsenal y se pone a currelar como un solo hombre. Aguanta lo que entra dentro de lo normal, el 0-0 permanece gracias a que los ingleses rinden bastante por debajo de lo que su fama anunciaba, les pone en evidencia el espíritu del Athletic, al que le faltan los recursos indispensables para hacerse acreedor a un golito y, desgastado, encaja dos.
La derrota es casi anecdótica pues entraba en la previsión, no lo es haber dado la medida y aún sin gozar con la pelota, estando dispersos quienes deben marcar diferencias, una tónica que urge voltear, y con varias piezas sin rodaje en la competición, se logró que Arteta no volviese satisfecho a Londres. Tras dedicar unas bonitas palabras al rival, tomó el avión rumiando lo presenciado: el carácter del Athletic fue suficiente para vulgarizar las prestaciones de su colección de estrellas. El 0-2 le reconfortaría, las formas no le convencieron.
Es la idea que desde la otra orilla opuesta manejó Valverde al resaltar que “lo más importante” fue reencontrarse tras el derbi, volver a parecerse al Athletic que engancha, aunque todavía le falte un trecho que desea y confía se vaya recorriendo en los próximos encuentros.