Tener en nómina dos porteros de primer nivel, algo poco frecuente, constituye una bendición para cualquier entrenador, pero puede convertirse en materia de debate. La divergencia de opiniones en torno a la gestión de la portería del Athletic en los últimos años ha dado pie a una polémica sin visos de remitir. Volverá a activarse la próxima temporada. Quienes ven en el criterio empleado por Ernesto Valverde una anomalía a subsanar, esgrimirán un nuevo argumento para disentir. En realidad, se trata del mismo que ya utilizaban reforzado por el hecho de que el equipo competirá en la Champions, el principal torneo internacional de clubes.

El razonamiento crítico parte de que carece de sentido que la presencia de Unai Simón, uno de los mejores porteros del mundo, se ciña a la liga, mientras el suplente, Julen Agirrezabala, participa en el resto de las competiciones: Copa, Europa League o, por qué no, Champions. En principio, no existen motivos para suponer que el entrenador vaya a modificar el reparto de responsabilidades en la portería vigente en las tres últimas campañas.

La superior importancia que, sin duda, posee la Champions en términos de prestigio, dificultad deportiva y rentabilidad económica, colocaría a Valverde en similar situación a la del inicio de la campaña 2024-25. Entonces, el equipo volvía a la Europa League después de seis años y lo tuvo muy claro. Pese a suponer un salto cualitativo en la agenda rojiblanca, que normalmente solo incluía liga y Copa, Agirrezabala fue el titular en trece de los catorce encuentros de dicha competición. Y hubiera añadido uno más a su estadística de haberse obtenido el pase a la final. ¿La circunstancia de subir un escalón en Europa modificará la pauta de Valverde?

Sostienen los defensores de la opción de Simón que no es coherente prescindir de sus servicios justo en las competiciones donde el Athletic puede aspirar a un título u opositar a una revalorización de su prestigio. Sin embargo, resulta que con Agirrezabala de titular el equipo fue capaz de proclamarse campeón de Copa en la edición 2023-24. Lo jugó todo con un rendimiento notable, solo así se entiende el éxito alcanzado. En ese mismo curso, Simón acaparó las citas ligueras (36 jornadas de 38) y ganó el Trofeo Zamora. Tampoco al Athletic le fue mal en la Europa League con Agirrezabala; de hecho, tras finalizar en segunda posición la fase de grupos, avanzó hasta la antesala de la final.

La talla de Simón queda al margen de cualquier debate. Su trayectoria refleja un progreso constante que, en última instancia, le ha valido para asentarse como el número uno de la selección española. Ni los burdos intentos de la prensa madrileña por desacreditarle le han privado de un reconocimiento que traspasa fronteras. Sucede que el Athletic tiene la suerte de disponer de un segundo portero muy bueno.

Siendo esto así, la alternancia de Simón y Agirrezabala no respondería a un capricho, al típico arrebato de entrenador y, al menos en apariencia, en absoluto ha ido en detrimento del potencial del equipo. No obstante, a esta lectura de los acontecimientos se le puede añadir un factor que ha pasado bastante desapercibido, aunque su influjo fuese clave en los roles que desempeñaron Simón y Agirrezabala en el último curso.

Simón y Agirrezabala, en un entrenamiento. Miguel Acera

Cuatro meses de baja

La Eurocopa del pasado verano indujo a Simón a retrasar una intervención quirúrgica a fin de asegurar su participación en el evento celebrado en Alemania. En los meses previos estuvo arrastrando una lesión de muñeca y prefirió aplazar la operación a julio. La rehabilitación consiguiente se prolongó hasta finales de noviembre. Cuando volvió a competir, el Athletic llevaba disputadas catorce jornadas de liga y cuatro de Europa League. Reapareció frente al Elfsborg en San Mamés y pese a quedar casi inédito, no se le vio cómodo. Por algo no intervino en las cuatro citas posteriores. Su debut en liga fue el 21 de diciembre, en enero repitió en la Supercopa y de ahí en adelante fue fijo en el campeonato de la regularidad.

Una realidad de la que podría deducirse que, de haber estado en condiciones desde agosto, la distribución de obligaciones hubiese sido distinta. Asimismo, no es descabellado imaginar que el permiso que le dio el club para operarse cuando a él le convenía, llevaba implícita la pérdida de protagonismo en la Europa League o, dicho de otra manera, que Agirrezabala pasaba a ser la primera baza. Por cierto, recordar que curiosamente este no acudió a la Olimpiada que se jugó tras la Eurocopa. Un descarte extraño, toda vez que los porteros citados por Santi Denia fueron Joan García, que venía de jugar en Segunda con el Espanyol, y Arnau Tenas, suplente en el Paris Saint Germain.

¿Están conectadas la llamada de Simón y la no llamada de Agirrezabala? Puede. Tampoco era cuestión de que el Athletic se arriesgase a afrontar la temporada sin ninguno de sus dos porteros y, desde luego, era obvio que Simón necesitaría un tiempo para estar en plenitud, como se puso de manifiesto. El azar quiso que Agirrezabala se lesionase en pretemporada, contratiempo que favoreció el salto de un Padilla que cumplió con creces, hasta que a finales de agosto Agirrezabala contó con el alta médica y empezó a jugar de continuo.

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Ahora, en la hipótesis de que ambos estén en condiciones de iniciar el ejercicio 2025-26, no es descartable que se interrumpa la dinámica conocida. Pues, así como Simón asumió, incluso públicamente, que su compañero jugase la Europa League, podría trasladar al entrenador su interés en ser el elegido para la Champions, un marco al que muy esporádicamente accede el Athletic y que coincide con la disputa de un Mundial a la finalización de la campaña.

Si Valverde estimase oportuno satisfacer a Simón, el margen de actuación de Agirrezabala se estrecharía muchísimo. La Copa y la Supercopa equivale a hablar de tres, cuatro, seis partidos a lo sumo, poca cosa. Menos que nunca, pues en sus cuatro años en el equipo ha acumulado sucesivamente nueve, quince, doce y veintinueve citas oficiales. La única fórmula para tener a ambos porteros en funcionamiento podría ser compartir las jornadas ligueras, solución inédita que entrañaría una toma de decisiones semanal. Seguramente, un elemento más para continuar alimentando el debate.