Defraudó el Athletic en el estreno ante su afición. Tuvo que conformarse con un punto, pero lo peor no fue el resultado sino la imagen transmitida. En ningún momento llevó las riendas del juego, no supo siquiera conservar la ventaja que adquirió en un lance aislado y, lastrado por la ausencia de criterio, se vio abocado a bailar al son que tocó el Getafe. Fue una actuación realmente floja frente a un conjunto que le desbordó con su energía y perseverancia. Hubo muchos hombres desacertados en las filas rojiblancas y, como colectivo, el Athletic se vio impotente para replicar con argumentos a la propuesta frontal, sin florituras y fundamentada en una aplicación máxima de cada uno de los futbolistas empleados por José Bordalás.

Mucho se había hablado en torno a las miserias del Getafe, que ha perdido a un elevado número de piezas durante el verano y se presentó en Bilbao con solo quince jugadores de campo y ni un solo delantero específico. A la hora de la verdad, todo esto no se notó en absoluto. Bordalás persuadió a su tropa de que era viable rascar algo en San Mamés y fue evidente que el mensaje caló. Desde el mismo arranque fue superior al anfitrión, que no halló el modo de invertir la situación y dejó síntomas preocupantes. Si hace un año la derrota con el Madrid escoció, lo de ayer no fue para menos. Más bien sonó como un toque de atención. Jugando así, no cabe opositar al éxito. En la competición no se vive de las rentas y este Athletic deberá recapacitar y espabilar si quiere parecerse al que volaba en la temporada anterior. 

Por una mera cuestión de decoro, ayer no era el día de acordarse de los ausentes. Valverde pudo formar un equipo reconocible en todas sus líneas mientras su rival saltaba al césped con la compleja misión de discutirle los puntos prácticamente sin futbolistas de ataque. Habrá quien reste transcendencia a esta reflexión alegando que como el Getafe fundamenta su fútbol en la contención, tampoco el déficit de delanteros le supone un problema irresoluble, al menos para aspirar a eludir la derrota. En todo caso, si normalmente recibir un gol del conjunto madrileño significa meterse en un buen lío, en esta oportunidad tal posibilidad suponía meterse en la boca del lobo.

Bueno, pues ahí anduvo la cosa. El Athletic se vio totalmente sorprendido por la fogosa puesta en escena de los chicos de Bordalás, que ejecutaron su plan con tesón y notable acierto. Balones largos para atacar y vigilancias pegajosas por todo el terreno para provocar una especie de colapso entre los rojiblancos, incapaces de hallar un antídoto a la elemental fórmula del Getafe. Durante casi media hora, la incomodidad local resultó flagrante. Bastaba con ver la cara de Valverde para comprender el nivel del desbarajuste.

El nerviosismo se apoderó de un Athletic que, ante la imposibilidad de elaborar fútbol, quiso replicar con pelotazos al empuje de un adversario que pronto puso a prueba a Padilla. Uche, un medio ejerciendo de falso ariete, se plantó solo en el área a pase de Djené y el portero pudo desviar. Carles Pérez, el más activo de los suyos, ya había avisado previamente. Poco tardó Sola, ubicado como extremo zurdo, en presentarse en ventaja en el área para recoger un saque de Soria. Padilla salió del marco para abortar el lance. La inquietud en las gradas era palpable a esas alturas. El Athletic continuaba perdido hasta que por fin logró ligar tres pases seguidos, lo cual permitió a Sancet enfilar portería y soltar desde la frontal un disparo magnífico que se coló tras rozar en uno de los postes.

En fútbol nunca se puede descartar que una intervención aislada transforme el panorama. Fue lo que ocurrió. Además de adquirir una ventaja inmerecida, el Athletic pudo entonces ir rehaciéndose. No hubo una mejoría sustancial, pero entre que el Getafe acusó el golpe y que enseguida perdió por lesión a Arambarri, hasta el descanso el encuentro se le hizo más llevadero. Ganó en posesión, controló mejor los latigazos de un oponente que únicamente protagonizó un acercamiento peligroso. Fue seguido del 1-0, Carles Pérez se marchó de hasta tres defensas y su pase de la muerte lo cortó Yeray, con dos rivales a su espalda.

El paso por vestuarios no trajo enmienda alguna. Muy al contrario, de nuevo quedó el Athletic a merced del empuje madrileño, enérgico y valiente para generar dos llegadas que pusieron un nudo en la garganta. Aunque el árbitro señaló fuera de juego posicional de un compañero, Federico estampó su primer balón en la madera. Cuatro minutos después, otra patada a seguir de Alderete atravesó todo el campo para que Aleñá gestionase un mano a mano con Padilla, que evitó un gol cantado sacando su pierna izquierda en un alarde de reflejos.

Nada bueno auguraba la inercia del juego. La enésima acción a balón parado a cargo de Milla fue cabeceada por Uche desde el punto de penalti anticipándose a Herrera. Imposible para Padilla. No conforme con el empate, el Getafe siguió con la misma idea, lo que acabó de convencer a Valverde de que era hora de recurrir a Nico Williams. Y el más ovacionado en la Catedral aportó bastante pimienta al asunto. Incluso provocó que Soria brindase la estirada más vistosa de la tarde.

El Getafe entendió que tocaba resistir, asegurar el punto. Se ubicó en campo propio y las noticias se concentraron en la parcela de Soria. El menor de los Williams, Guruzeta y Yuri, en un chut pleno de rabia, flirtearon con el gol, pero enfrente no dejaron de fajarse para forzar las tablas. Era lo mínimo que mereció un conjunto que llegaba como víctima propiciatoria y dio una exhibición de coraje y fe. Al Athletic le corresponde meterse en el cuarto de pensar a darle unas vueltas a su pobre rendimiento.