EL 1 de mayo de 1983 se disputaba la última jornada de liga de la temporada 1982-83. Athletic y Real Madrid se debatían por un título que el conjunto bilbaino no levantaba desde 27 años antes; el equipo rojiblanco aparecía en la segunda posición de la clasificación, a dos puntos de los blancos, a quienes les valía el empate para coronarse. El plantel de Javier Clemente visitaba a Las Palmas y el bloque dirigido por Alfredo di Stéfano hacía lo propio contra el Valencia; los dos rivales de los aspirantes a la gloria se jugaban la permanencia. El drama se apoderó de Bilbao cuando Miguel de Andrés anotó en propia puerta para adelantar a los insulares. Pero la tropa bilbaina se abrochó a la épica, terminó remontando para vencer 1-5 mientras el Madrid cayó derrotado en Mestalla por 1-0. El Athletic volvía a ser campeón.
La junta directiva de Pedro Aurtenetxe –existe debate sobre si la idea floreció en Cecilio Gerrikagoitia o Fernando Ochoa– recurrió al ingenio y, se cuenta, inspirada por una coplilla popular de los años 20 cuya estrofa decía “por el río Nervión bajaba una gabarra rúmbala, rúmbala, rum; con once jugadores del club Atxuritarra rúmbala, rúmbala, rumba, la rumba del cañón...” se decidió que el Athletic remontaría la ría del Nervión el 3 de mayo para delirio del pueblo athleticzale. Un millón de personas se apilaron en los márgenes fluviales para homenajear a los campeones, según relataron las crónicas de la época. Bizkaia albergaba entonces casi 1.200.000 habitantes. Nació así la leyenda de la gabarra, que parecía un mito homérico después de que el 7 de mayo de 1984 surcara la ría por segunda y última vez tras la consecución del doblete de liga y Copa.
Cuarenta años de relatos trasladados de generación en generación han transcurrido desde entonces para ver de nuevo a la gabarra transportando a un equipo campeón. Durante este tiempo de sequía los héroes del 84 se han hartado a recordar los éxitos. Para los jóvenes, esa embarcación conocida como gabarra era una especie de mito, acrecentado con seis derrotas consecutivas en finales de Copa, salvo porque se podía ver plasmada en fotografías o en el dique seco del Itsasmuseum Bilbao.
El Acero, un club pionero
La brillante idea del equipo de trabajo del presidente Aurtenetxe de recurrir a la gabarra para que todos los aficionados pudieran disfrutar de manera plural de los éxitos fue realmente una secuela de una idea original que surgió en 1924, cuando por la ría surcó la primera gabarra. El Acero Club de Olabeaga sorprendió a los paseantes con su navegación tras proclamarse campeón de España de la Serie B ante Osasuna, al que venció por 2-1. El tiempo enterró en el olvido aquel precedente hasta que fue rescatado de la memoria muchos años después.
Sin poder intuirlo, los Astilleros Celaya de Erandio construyeron en 1960 la embarcación más popular en Bizkaia, aunque sencilla y humilde por otra parte. La Junta de Obras del Puerto Autónomo de Bilbao encargó la construcción de dos gabarras para reforzar su flota. Serían denominadas con la simpleza de Gabarra número 1 y Gabarra número 2. Concebidas para trasladar metales, bloques de hormigón y carbón al abrigo de la industrialización en Bizkaia, la hoy famosa gabarra, símbolo indispensable de un pasado minero que trajo riqueza al territorio, es realmente una pontona, una plataforma flotante de carga sin gobierno ni propulsión que podía ser impulsada por animales desde las orillas o mediante el arrastre realizado por otras naves. Se trata de una embarcación con 18,5 metros de eslora, 8,5 metros de manga, 1,14 metros de calado y un peso aproximado de 60 toneladas.
Sería precisamente la Gabarra número 1 la que posteriormente se rebautizaría como Athletic para convertirse en medio de transporte para los campeones, para dar la oportunidad a todos de disfrutar de la celebración sin límites de aforo. Aunque su último viaje emblemático se llevó a cabo el 15 de octubre de 2013, cuando una comitiva encabezada por José Ángel Iribar simbolizó el trasladó de la embarcación para instalarla en el dique seco del Museo Marítimo de Bilbao y aguardar, a la vista de San Mamés, a un nuevo éxito deportivo. Y allí descansaba, como una reliquia del pasado, de tiempos que se resistían a regresar, de exposición para ser fotografiada recordando la última gran época de gloria del Athletic.
El anhelo de tiempos pretéritos condujo a cierto debate en 2015, cuando 31 años después el Athletic conquistó un nuevo título, la Supercopa de España. La gabarra regresó de la memoria: ¿era oportuno hacerla navegar? Pero entonces se decidió que su presencia en una celebración exigía de una gesta mayor. Había que seguir esperando. También se planteó entre la afición la cuestión de si era procedente sacar la gabarra cuando el Athletic femenino se proclamó campeón de liga. El caso es que la embarcación permaneció en desuso.
Para 2021 la gabarra se remozó ante la doble posibilidad de alzar la Copa. El Athletic invirtió 200.000 euros en su restauración y se realizaron pruebas de flotabilidad. Todo estaba listo. Pero las derrotas ante la Real Sociedad –en la final retrasada por la pandemia del covid– y el Barcelona devolvieron la espera.
Seguían corriendo años considerados como una eternidad. Los adultos traspasaban la experiencia a los jóvenes para que sobreviviera el espíritu de la gabarra, ese mito para los menores. Y el sábado 6 de abril de 2024, con el triunfo del Athletic sobre el Mallorca en Sevilla, por fin se pudo confirmar una nueva navegación.
La gabarra Athletic se botó ayer en aguas de la ría para que este jueves, el ya histórico 11 de abril, cuarenta años después, sea de nuevo cuna para la celebración, esta vez con motivo del vigésimo quinto título de Copa. El pueblo athleticzale volverá a protagonizar en comunión, unas imágenes que pasarán a la historia, como lo hicieron las del 83 o las del 84, y volverá a poder entonar con especial garbo aquella coplilla que decía “por el río Nervión bajaba una gabarra, rúmbala, rúmbala, rum; con once jugadores…”. Y el mito, ese mito de una gabarra que mucho tiempo atrás surcó la ría con unos campeones a bordo, se convertirá en realidad. Varias generaciones podrán experimentar la sensación de formar parte de la mayor concentración humana de la historia en Bizkaia y la grandeza de un club que, como rezaba en uno de los fondos del estadio de La Cartuja, el de los seguidores del Athletic, es “único en el mundo”.