Cuando levanta la vista del mar de papeles que anega la mesa de su despacho, Aner Uriarte (Bilbao, 1971) fija la mirada en una fotografía del antiguo estadio de San Mamés. “Una de las últimas que se tomó antes de que se derribara”, precisa el juez decano de Bilbao. Siente verdadera pasión por el club, un sentimiento que le impulsó a participar en la redacción de la última reforma de sus estatutos, a la que dedicó más de 400 horas de trabajo. Pero, como reza el dicho popular, sarna con gusto no pica. “Es lo mejor que he hecho en mi vida”, sentencia el magistrado antes de sumergirse en sus recuerdos con DEIA y contarnos cómo vivió la última Gabarra hace cuatro décadas.

Acaba de regresar de Sevilla, ¿cómo se encuentra?

—Cansadísimo y feliz.

Los desplazamientos han sido complicados, ¿verdad?

—Sí, muy complicados. Nosotros, personalmente, nos dimos cuenta en Mérida de que en un tramo la carretera pasaba de dos carriles a uno. Estuvimos media hora parados, por lo que tomamos la bendita decisión de irnos por Madrid y abandonar la ruta de la plata y eso nos ahorró, por lo menos, dos horas de viaje.

Menos mal, señoría. Cuénteme, ¿cómo vivió el último paseo de la gabarra? En aquel momento, ¿cuántos años tenía?

—Tenía 12. Recuerdo que fuimos muchos niños a casa de unos amigos de mis padres, que vivían en la Avenida de las Universidades, justo enfrente del actual Guggenheim. Unos cuantos nos pusimos en la ventana para verla pasar, niños que ahora tenemos del orden de 50 años. Recuerdo, también, que llegó acompañada de muchísimas embarcaciones y vi a los jugadores, a Dani (Ruiz Bazán) y a Andoni Goikoetxea con unas camisas rojiblancas saltando en la cubierta.

Estuvo con sus amigos del cole. Compartió la experiencia con ellos.

—Sí. Recuerdo, además, que mis padres decidieron ir a celebrar al Casco Viejo. Y ahí me fui, fue algo muy bonito. Asimismo, viniendo de Getxo paramos en una gasolinera, donde mi padre charló un rato con el dependiente. Estábamos viviendo un momento político más complejo que el de ahora. Cuando volvió (al parecer, el gasolinero y el progenitor de Uriarte pensaban de manera muy distinta), dijo que el Athletic une lo que la ideología divide. Eso es algo que tengo grabado.

Quizá ese sea uno de los elementos más característicos del club. Desde Imanol Pradales a Esther Martínez (portavoz popular en el Ayuntamiento de Bilbao), todos los políticos de Bizkaia visten de rojiblanco.

—Lo que decía mi padre en 1984, cuando el clima era mucho más convulso.

Por otro lado, dicen que este es un club único en el mundo. ¿Por qué? Y, en el mismo orden de cosas, ¿qué significa el Athletic para usted?

—El Athletic es un sentimiento, algo irracional. Sí, creo que es un equipo único en el mundo. Ningún club, ni el que más títulos y dinero maneja, es capaz de movilizar a tantísima gente.

¿De veras?

—No es normal que casi 100.000 personas se dieran cita en Sevilla, de las cuales 50.000 o 60.000 no tenían entrada; que San Mamés estuviera lleno; que las calles de Bilbao y casi todas las calles de Bizkaia también se llenaran de athleticzales y que, además, hubiera concentraciones en Murcia, en Benidorm…

Entonces, se ha movilizado todo el Estado.

—Y no sé cuántos estaremos viendo la gabarra el jueves. La última vez fuimos un millón de personas. El Athletic es un sentimiento que va mucho más allá de la razón.

¿Con quiénes la verá este jueves?

—Con mi pareja y con mis hijos. Todavía no sabemos dónde, estamos buscando un buen emplazamiento. Pero vamos, lo tengo que vivir; tengo que ver cómo pasa por delante.

No va haber compromiso laboral capaz de disuadirle.

—Está claro. El jueves por la tarde no voy a trabajar. l