Si hubiera que señalar una sola razón que explicase la derrota del Athletic en Mestalla, convendría admitir que estuvo por debajo de su nivel habitual. Hacerlo peor que en la mayoría de las actuaciones que le han valido para instalarse cómodamente en la zona noble de la categoría, pasó factura en un partido que, así todo, no fue para rasgarse las vestiduras. Un análisis pormenorizado de los 90 minutos revelaría que el marcador final pudo perfectamente reflejar un empate y hasta una victoria propia.

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El Valencia-Athletic, en imágenes Agencias

Que los puntos se los llevase el Valencia resulta igualmente aceptable, pero más que nada debido a que la versión de los rojiblancos flojeó respecto a lo que nos ha acostumbrado. Como consecuencia de ello, algunos de los factores que habitualmente les han sonreído, esta vez pesaron en contra; es decir, no se dieron. En torno a esta cuestión se profundizará más adelante. Pero antes se han de buscar los motivos que incidieron en que el encuentro estuviese demasiado abierto de principio a fin, aumentando las opciones de éxito del Valencia.

Aún siendo verdad que el Athletic desplegó su juego más convincente durante la primera mitad y desde el gol de Hugo Duro hasta el final careció de energía e inspiración para replicar, solo en fases muy concretas jugó como sabe. El acento se ha puesto en el desgaste de los jugadores. No cabe obviar que ha gestionado cinco compromisos en 17 días, tres de liga y dos de Copa. La temida cuesta de enero. Por mucho que Ernesto Valverde haya repartido minutos con cierta generosidad entre la plantilla, casi la totalidad de los fijos disponibles no ha dejado de gozar de una importante cuota de protagonismo.

Por descontado la pareja de centrales, para quienes todavía no existe un relevo. La reaparición de Yeray se retrasa. Ha estado en dos convocatorias, pero el entrenador se muestra muy precavido, no ve el momento de que tome contacto con la competición. Los minutajes de Lekue, Yuri, Berenguer, Sancet y Nico Williams, son asimismo elevados. Siete de los diez jugadores de campo se mantienen muy activos y no tiene trazas de que esta dinámica cambie de repente, al menos no hasta después de que el Barcelona pase por San Mamés.

En la línea del centro del campo se ha observado mayor alternancia. Ausente Dani García por lesión, han aparecido los contratiempos físicos de Galarreta, quien el sábado fue infiltrado, y de Vesga, descartado en el último instante por una sobrecarga. Galarreta ha sido titular en dos citas y Vesga, en tres. De ahí que Herrera o Prados hayan asomado más. A ninguno de estos dos se les puede pedir que asimilen con naturalidad la exigencia que supone ejercer de mediocampista en este equipo y enlacen partidos con garantías.

En el caso del veterano no es preciso exponer el porqué, su disponibilidad a lo largo de año y medio habla por sí sola. Al joven, que no deja de exponer sus virtudes en la doble función de crear y destruir, le penalizarían su escaso rodaje en la élite y el formidable despliegue que realiza. Acaba vacío.

Inolvidable

En las duras, es difícil resistir la tentación de acordarse de los ausentes, pero la baja de Iñaki Williams no está pasando desapercibida. Preocupaba la aventura de la Copa de África del delantero más en forma y mientras los marcadores han sido positivos se ha eludido el tema apelando a la fiabilidad del colectivo. Han sido cuatro triunfos sin él, pero eso no es óbice para reconocer que se ha notado. Estaría bueno que no fuese así cuando se trata de la pieza que dota al conjunto de equilibrio en ataque al diversificar los recursos y, con su generosidad, potencia las virtudes del resto. Seguro que el inferior número de llegadas y remates en partidos recientes no es fruto de la casualidad.

Frente al Valencia, además de un tono general más discreto o quizás precisamente por ese déficit de lucidez y agilidad, no concurrieron determinados factores que convertían al Athletic en un bloque infalible. Por ejemplo, la aportación salvadora de Unai Simón, elemento clave en una larga serie de jornadas. No conviene esperar que, con su saber estar, el portero siempre frustre el remate más peligroso del adversario y allane el camino al éxito. La verdad es que cuando moría el primer acto, le sacó a Yaremchuk una que se colaba, pero no pudo con el cabezazo de Hugo Duro y, por supuesto, nada hay que reprocharle. Sencillamente, le faltaron unos centímetros para corregir los errores en cadena de los compañeros en la jugada.

Un criterio similar podría aplicarse a los pocos intentos claros de gol del Athletic. Mamardashvili puso muchísimo de su parte en el de Unai, pero a Sancet le sobró apenas un palmo y a Nico Williams se le encasquilló la pierna derecha en las dos que tuvo en el área. Le salieron dos tiritos, fáciles para el georgiano. Otros días una producción rematadora parecida, más bien exigua, se ha traducido en una celebración más añadir a la marcha triunfal del equipo.

Se comprueba pues que tenía mucho sentido mentar el estado de gracia para describir el sugerente itinerario del Athletic. Yendo a tope, cuanto podía salir bien, salía; cuanto podía salir mal, no. Un ligero bajón el sábado trajo aparejada la desaparición de esos intangibles que distinguen a los buenos equipos.

Copa de África

Iñaki Williams, ante una cita vital

Ghana está obligada a ganar. La continuidad de Ghana en la Copa de África, y en consecuencia la de Iñaki Williams, está sujeta a que los Black Stars se impongan a Mozambique para después esperar a lo que suceda en el duelo entre Egipto y Cabo Verde e incluso a lo que ocurra en el resto de grupos en caso de que Ghana aspire a acceder a la siguiente fase como uno de los cuatro mejores terceros clasificados de sus respectivos grupos. Ghana ocupa actualmente el tercer lugar, con 1 punto (perdió 1-2 con Cabo Verde y empató a dos goles con Egipto), el mismo botín que posee Mozambique. Mientras, Cabo Verde está en cabeza con 6 puntos y Egipto es segunda con 2.