La tranquilidad que se respira en el entorno después del meneo que recibió el pobre Almería se agradece a estas alturas del calendario. Más allá de la posición, puesto arriba puesto abajo, que vaya a ocupar el Athletic una vez disputada la jornada al completo, el valor de la victoria se percibe en un doble sentido: vale para cortar la breve sucesión de contratiempos habida ante Getafe y Real Sociedad, y la suma de tres puntos más en casa. Dos aspectos de una misma realidad que sitúa al equipo de Ernesto Valverde en una dinámica positiva. La mencionada tranquilidad, además de entendida como sinónimo de bienestar, también debería ser un factor que inspirase el análisis de situación.

Las cosas van saliendo, se percibe que la plantilla responde, que da la talla que se le presupone. En líneas generales, ha sido capaz de gestionar con éxito la mayoría de sus compromisos, no todos, pero sí en una proporción estimable. Cumplido el primer cuarto de la competición, atraviesa un momento que a la fuerza recuerda el vivido un año atrás a estas alturas. No se trata únicamente de que figure con idéntico número de puntos en el casillero, 17 sobre 27. Cifra que se traduce en una posición destacada, un lugar en la denominada zona noble de la clasificación.

Pero lo apuntado, siendo un logro, ha de relativizarse en el marco de un torneo que se prolonga hasta el mes de mayo. Empezar bien no garantiza nada y es precisamente en esta cuestión concreta donde descansa la clave del segundo curso con Valverde a los mandos. No en vano, a lo largo de la anterior campaña el Athletic deparó el enésimo ejemplo de irregularidad, acentuado a medida que las jornadas se sucedían y encaraba la fase donde todo se decide. Un desinflamiento que enterró las expectativas y dejó en la memoria una imagen triste, vulgar. De impotencia, de ausencia de empaque, que significó la renuncia expresa a ejercer de candidato a plaza continental.

Profundizar en las experiencias previas, con otros entrenadores en el banquillo, no merecería la pena si no fuese porque la plantilla, su columna vertebral y el grueso de sus integrantes, tampoco ha registrado tantas alteraciones en este tiempo. Desde luego que podría esgrimirse como una razón de peso para entender la sucesión de decepciones, esa reiteración de esfuerzos baldíos por colarse en Europa. No obstante, se antoja más procedente limitar la reflexión a lo reciente, a la tercera etapa en el club del técnico. Señalada la asignatura pendiente, Valverde se ha propuesto mejorar el rendimiento incidiendo en dos aspectos: aprovechamiento del factor campo y efectividad en ataque.

En ambos se intuye que, efectivamente, se ha producido un avance. De San Mamés han volado cinco puntos, pero es lícito exponer atenuantes para explicarlo y asumirlo. La derrota con el Madrid, independientemente del deficiente comportamiento ofrecido ese día, entra en cualquier cálculo, mientras que el empate con el Getafe estuvo mediatizado por una expulsión que obligó a jugar en inferioridad la segunda parte completa. Por lo demás, el Athletic ha resuelto con autoridad, cuando no suficiencia, sus compromisos con Betis, remontada incluida, Cádiz y Almería. Victorias adornadas con un total de diez goles.

Sin obviar que Cádiz y sobre todo Almería, por entidad, están abocados a habitar en la mitad baja de la tabla, ante la afición el equipo dio muestras de convicción y energía, su propuesta fue equilibrada y actuó tal como se espera que lo haga un anfitrión, celoso por imponer el peso de su jerarquía frente a injerencias externas. El Betis, que gozó de dos goles de ventaja, puede dar fe de ello.

De momento, constituye el mayor éxito parcial del Athletic, pues prueba que los considerados rivales directos lo son de verdad, no solo en el plano teórico. Comprobar sobre el terreno que un asiduo a la Europa League está a su alcance posee una gran trascendencia para un conjunto acostumbrado a ver la espalda del cuadro de Pellegrini. En el otro platillo de la balanza, lo del pasado viernes: si un adversario te permite que abuses, no viene a cuento realizar una lectura en tono épico. Tranquilidad. Si la goleada no admite discusión, sobra sacar pecho por un trabajo que podía catalogarse como funcionarial, apenas salpicado de unas gotas de brillantez.

El gol

En el apartado goleador, resalta la distribución de los 16 aciertos, así como que el Athletic ha marcado en seis encuentros de los nueve celebrados, gracias a la aportación de ocho hombres. La palma se la llevan Iñaki Williams y Guruzeta, con cuatro por barba. Cabría afirmar que lo normal es que destaquen los delanteros, pero ninguno de los dos se había mostrado tan fino en un arranque de campaña. Les siguen Sancet con dos, otra pieza ofensiva, y Vesga, este al transformar sendos penaltis. Los demás, salvo Villalibre, no se distinguen por su presencia en el área: Yuri, Dani García y Unai Gómez. La novedad estriba en que el desperdicio de oportunidades ha remitido algo, especialmente si se omite el último partido. Tal es la impresión: el Athletic llega arriba como solía hace un año, pero resuelve mejor. Cierto que entonces metió uno más, 17, pero aquel calendario era bastante más asequible que el de ahora.