Un 3-0 en contra se convierte en una autopista donde pisar el acelerador de las críticas, obviando los límites de velocidad. Y si la derrota se produce en un duelo con el vecino, se tiende a pisar el mencionado pedal a fondo, hasta con saña. Hay resultados adversos que resultan indigeribles para alguna gente. Recibir tres goles en Donostia les escuece cual urticaria en el alma, lo cual acaba por desvirtuar o sencillamente obviar cualquier lectura pausada de lo acontecido en los noventa minutos. Si hasta en la página web del club se califica la derrota de “dolorosa”…

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El Real Sociedad - Athletic, en imágenes Borja Guerrero | Ruben Plaza

De entrada, no queda más remedio que admitir que semejante resultado no es fruto de la casualidad. La Real sumó más méritos que el Athletic, realidad que podría enunciarse al revés: el Athletic no hizo tantos méritos como la Real y por ello se quedó sin puntuar. Hasta aquí nadie habrá que disienta. El factor principal que influyó en el signo del derbi es el acierto, o el desacierto, según el cristal. Un equipo tradujo en gol cada aproximación al área rival que protagonizó y el otro fue incapaz de convertir una sola, a pesar de que incluso dispuso de un mayor número de acciones propicias.

Hubo errores en las jugadas que subieron al marcador. Esto tampoco es discutible, pero no faltó una cuota de infortunio para que Le Normand se beneficiase de un rebote o Take de un error en el control de un compañero, Sadiq, que descolocó a la zaga y permitió al nipón batir sin oposición a Simón. En el tercero, un pase erróneo en campo propio concedió a Zubimendi la opción de regalar a Oyarzabal un ventajoso cara a cara con el portero.

Estas situaciones tuvieron lugar al igual que las dos que con el 1-0 tuvo Iñaki Williams para batir a Remiro, la que Muniain remató sin veneno o la volea de Prados, ambas resueltas por el meta local, pero ninguna afectó al desenlace. El balance ofensivo de la Real se redujo a las tres que obligaron al Athletic a sacar de centro. Visto así, no queda sino felicitar a los chicos de Imanol Alguacil porque se alzaron con la victoria con un pleno de acierto arriba. Tres de tres, un éxito rotundo, pero también la prueba de que la diferencia en el rendimiento de los contendientes en absoluto fue para tanto. Gozar de una renta de tres goles con media hora por jugarse desvirtúa el desarrollo de ese tramo, pero en el previo no se apreció que la Real fuese mejor que el Athletic, aunque el Athletic objetivamente ofreció un nivel inferior al de jornadas anteriores. Las causas del descenso en las prestaciones son múltiples y fáciles de detectar.

Para empezar, es ineludible el asunto de los minutos de competición de los alineados por Valverde, quien fiel a su línea sobrecargó a algunos de los titulares en los dos encuentros que precedieron al derbi y, por circunstancias, imponderables como una sanción y alguna lesión, tiró de gente que carece de ritmo, sin el rodaje o la puesta a punto adecuada para afrontar un compromiso complejo, en casa de un rival directo.

Basta con repasar la línea del centro del campo para extraer conclusiones: no participó ninguno de los tres titulares, Galarreta, Vesga y Sancet. Un problema gordo para Valverde. Lo quiso paliar con Herrera, un mes infrautilizado y que de repente ha disputado dos citas en tres días; Dani García, que prácticamente no había asomado ni como recambio; y un Muniain que no está para estos trotes, tal como implícitamente reconoce el técnico al adjudicarle el rol de suplente. Pretender plantar cara a la media titular de la Real (Zubimendi, Brais y Merino) con un plan de urgencia, se antoja mucho pretender, máxime si además dos de los citados entre paréntesis descansaron entre semana.

En la zaga, la novedad fue Yeray, quien acusó su escaso contacto con el campeonato; justo lo contrario que Vivian, que se ha metido entre pecho y espalda todos los minutos desde agosto y al que evitó mayores sufrimientos a falta de un cuarto de hora para el final. Tampoco hubo respiro para los laterales en semana tan densa, aunque se sabía de la dificultad que entraña cubrir a Take y Barrenetxea, las piezas más incisivas hoy por hoy en el ataque de la Real. Arriba, Iñaki Williams volvió a demostrar que el suyo es un caso aparte y el solito no estuvo lejos de alterar el signo del derbi. A su lado, un Guruzeta que sale a pechada por partido y que se diluyó a falta de suministro decente de los compañeros. Y Nico Williams, de vuelta de una lesión. Tuvo dos intervenciones brillantes, pero era ilusorio que aguantase la hora que estuvo sobre el césped.

Con todos estos condicionantes, algunos evitables de haber tomado medidas con antelación, las posibilidades del Athletic se reducían de modo drástico. Sin embargo, la Real consumió dos terceras partes del choque, hasta el 3-0, en un tono discreto, incapaz de imponer su fútbol ante un Athletic disminuido por todo lo apuntado, pero que no lo hizo tan mal para caer como cayó.