Como quiera que los derbis hay que ganarlos, que para eso son partidos envueltos en una mística especial, por mucho que los tres puntos tengan el mismo valor que los de cualquier otra jornada del calendario, Ernesto Valverde arriesgó de inicio, apostando por hasta siete futbolistas que salieron de inicio en el partido, toda una paliza física, del miércoles frente al Getafe; entre ellos Ander Herrera, que no enlazaba dos titularidades desde las jornadas 31 y 32 de la pasada liga, y Nico Williams, de vuelta al once tras tres partidos ausente por lesión. Pero ni con esas. Cuánto hay que aprender de la Real Sociedad cada vez que disputa un derbi en su estadio. Esa intensidad inicial, ese dominio de la situación con la que los pupilos de Imanol Alguacil afrontan estos choques en las últimas campañas fue todo le faltó anoche Athletic, que salió goleado de Anoeta y con una sensación de impotencia solo equiparable a cuando cayó ante el Real Madrid en el estreno del curso.

Habrá quien se escude en las bajas, pues Txingurri diseñó un centro del campo totalmente nuevo, inédito este curso, sin ninguno de los tres futbolistas que cuentan con la vitola de titulares, pues han hecho méritos más que suficientes para ganarse tal condición; e incluso quien lamente las ocasiones falladas por el Athletic, que dispuso de hasta tres claras para haber batido a Alex Remiro. Es cierto que al conjunto rojiblanco le faltó la puntería que había mostrado hasta la fecha, pero no menos cierto es que las excesivas concesiones que permitió en defensa decantaron un derbi que deja muy tocado al grupo por lo abultado de la derrota.

El equipo fue una sombra de sí mismo, ni rastro de ese Athletic sólido, valiente con el balón, capaz de explotar su velocidad por bandas que tan buenos réditos le ha dado en el arranque de la temporada. Esa falta de ideas para atacar a una Real más o menos bien plantada sobre el verde, a la que tampoco le hizo falta brillar para llevarse los tres puntos, explica, en parte, la derrota. La principal, eso sí, se debe a los errores del equipo, muy timorato en defensa, con muchísimas dudas que los locales supieron aprovechar.

Para empezar, el primer tanto llegó de una falta lateral desastrosamente defendida por la zaga rojiblanca. Dudaron los dos centrales, con Dani Vivian mal enfilado y Yeray Álvarez dubitativo, a lo que hubo que agregar cierta dosis de mala fortuna, pues el balón golpeó después en Yuri Berchiche para que Robin Le Normand fusilara a Unai Simón. Hay trabajo en este tipo de acciones, pues un tercio de los nueve tantos encajados por el Athletic han llegado a balón parado.

Los otros dos fueron desajustes colectivos en los que Vivian y Simón pudieron hacer bastante más para evitarlos. No tuvo su noche el portero, engañado por Take Kubo en el segundo y que se quedó a media salida en el tercero, cuando daba la sensación de que llegaba al excelente servicio en largo de Martín Zubimendi a Mikel Oyarzabal.

Si el segundo tanto de la Real a la vuelta de vestuarios fue un jarro de agua fría, qué decir del tercero. La cita estaba ya vista para sentencia y el capitán txuri-urdin terminó por redondear la goleada en contra de un Athletic que enlazó su séptimo derbi sin ganar en Anoeta y que no le remonta un partido en su campo a la Real Sociedad desde 1930. Demasiadas concesiones.

LA CIFRA: 7

El Athletic ha sido incapaz de ganarle a la Real Sociedad en Anoeta en los siete últimos derbis disputados entre ambos conjuntos, con un balance de cinco derrotas y dos empates. Además, desde que los donostiarras regresaron a Primera en la campaña 2010-11, los leones solo han ganado dos veces en Donostia.