En una tarde movidita, mucho, el Athletic no pudo vencer al Getafe, desenlace que lleva camino de convertirse en una tradición. El empate no premia con el mismo rasero a los equipos, aunque el hecho de jugar la mitad del encuentro con un hombre menos ayuda a entenderlo. La expulsión de Sancet a punto de llegar al descanso resultó clave y desde luego empañó la sensación de bienestar que emanaba de la trayectoria descrita en la competición hasta la fecha. Circunstancia tan destacada condicionó sin duda el desarrollo del segundo acto, donde el conjunto madrileño exhibió sus limitaciones del mismo modo que el anfitrión sacó relucir una entereza que cerca estuvo de traducirse en la quinta victoria del curso.

El riesgo estúpido, perfectamente evitable, que asumió Sancet en la acción que le valió la tarjeta roja, emborronó una dinámica notable en lo que a resultados se refiere, pero sirvió asimismo para que el equipo corroborase que se halla en un buen momento. No cuesta imaginar que los dos puntos que volaron de San Mamés se hubiesen agregado al casillero rojiblanco de no mediar el mencionado error, que es reiterativo, pues en El Sadar el centrocampista ya desfiló hacia la ducha antes de tiempo. Lo cierto es que el Getafe, a trancas y barrancas, en sendos cabezazos, que es como ha anotado siete de sus diez goles, extrajo un beneficio que en absoluto refleja sus méritos. Dio una imagen deficiente en su relación con la pelota y su sistema de contención ni por asomo estuvo a la altura de lo que se espera de un grupo liderado por José Bordalás.

Así que cuando Iñaki Williams deshizo el empate logrado por Gastón en el arranque de la reanudación, el triunfo local se antojó viable. El problema fue que aún restaba media hora y aguantar sin sufrir daños semejante examen de resistencia no es fácil. El Getafe probó por dos veces a Simón, que en la segunda tuvo el apoyo de la madera en un cabezazo a bocajarro de Maksimovic, y a la tercera, en el único centro tenso, bien puesto sobre el área, salido de las botas de Carmona, prevalecieron los centímetros de Latasa, que se impuso en el salto a Vivian.

Ese largo tramo final, que derivó en interminable gracias a un final caótico, que incluyó tangana y un sinfín de tarjetas amarillas, incontables, y una roja para el técnico visitante, fue un pequeño suplicio que el Athletic acertó a gestionar con relativa suficiencia mediante un repliegue intensivo salpicado con alguna contra aislada. La pobreza de ideas de un Getafe al que la baza de la posesión le deja en evidencia, contribuyó a mantener viva la esperanza de que el golazo de Williams decantaría el pulso. La jugada que protagonizó el extremo fue cuanto generó el equipo en la faceta ofensiva a partir del descanso, pero no estuvo lejos de cobrar una relevancia definitiva.

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En imágenes: así ha sido la tangana final del Athletic-Getafe Pablo Viñas | Borja Guerrero

Fue en este período cuando el Getafe rompió las tablas que registró el primer tiempo en el apartado de faltas señaladas. Lo hizo doblando las del Athletic, un indicativo más de las serias dificultades por las que atravesó para gobernar un encuentro que previamente tampoco logró enamorar a nadie. Es posible que La Catedral acoja en adelante partidos feos, malos, trabados, pero será complicado ver otro con un nivel técnico tan deficiente. Lo poco rescatable en materia futbolística, entendido esto como manejo e intención de asociarse, resolución de situaciones tirando de precisión e ingenio, corrió a cargo de los de Ernesto Valverde.

Eso sí, el repertorio del Athletic no fue para echar cohetes. El rival le planteó demasiadas trabas con su estilo tosco y ese empeño en simplificar el juego al máximo. Por ello no puede dejar de lamentarse el efecto pernicioso de la expulsión. Con lo realizado mientras estuvieron once para once, el Athletic dejó sentado que su favoritismo estaba fundamentado.

Desde el mismo inicio no estaba siendo un espectáculo ameno precisamente, algo que tampoco podía sorprender, pero con el refuerzo anímico y la tranquilidad que supone marcar pronto en una portería muy protegida, consiguió el Athletic tener la cita bajo control. Sin construir juego de seguido, en acciones aisladas, incluso pudo haber ampliado la ventaja, aunque también es cierto que Unai Simón colaboró en que la primera mitad tuviese un discurrir aceptable para sus intereses al salir triunfador de un mano a mano con Mayoral.

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En imágenes: San Mamés homenajea a Joao Pinto, One Club Man 2023 Pablo Viñas

El gol de Yuri nació de una falta muy protestada al borde del área. Berenguer tocó en corto y el lateral agarró un chut potente a media altura que se coló porque la exigua barrera se abrió cual melón de modo inesperado. Luego, probó Herrera de lejos, De Marcos superó muy forzado una salida del meta y el balón no se perdió lejos del poste más próximo. Las dos llegadas que completaron el balance fueron con la firma de Guruzeta tras sendos servicios de Williams, imparable para su vigilante. En una el ariete conectó mal y Soria pudo subsanar el grave error que originó el lance y en la otra, el palo opuesto escupió el intento, previo leve desvío de Gastón, con Soria superado.

Con lo enumerado debería haber puesto el Athletic el cierre al encuentro, pero no fue así. Acaso permitió en exceso, dando al Getafe la opción de desplegar a ratos un dominio insulso; prefirió la cautela, no lanzarse al abordaje en la confianza que por inercia la puntilla acabaría cayendo. Luego, el asunto adquirió un enfoque distinto con el Athletic forzado a ceder metros y el rápido empate de Gastón no auguró nada bueno. Sin embargo, el instante en que Williams provocó la locura de la grada alteró la percepción, máxime ante la inoperancia de un Getafe que a la postre obtuvo una gran recompensa para lo que ofreció en Bilbao, de donde siempre sale de pie.

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