A pesar de los pesares, dado que el funcionamiento colectivo ha de catalogarse de mediocre, lo cual permitió que el Alzira dispusiera de fases en que igualó fuerzas, generó más fútbol e incluso gozó de oportunidades para como mínimo abrir su cuenta, el Athletic solventó con cierta facilidad el debut copero. En ello influyó sin duda la ventaja adquirida antes del descanso, por el oportunismo con que se gestó. Un gol pronto para tomarse el asunto con cierta calma y un segundo que sirvió para dar un golpe psicológico definitivo a su rival. Esos dos goles abrían un abismo y cortaban de raíz las ilusiones de un anfitrión que se manejó con desparpajo, fue valiente en el planteamiento y puede jactarse de haberle hecho pasar varios malos ratos a un conjunto de la máxima categoría.

Esta clase de compromisos, que algunos se empeñan en calificar como “partidos trampa”, cuando lo correcto sería decir que son citas que lo único que reclaman del poderoso es seriedad para que su desarrollo desemboque en un final lógico, pues sí, a veces se tuercen. Y la única causa siempre se ha de poner en el debe del grande, que incurre en el error de tomarse unas confianzas que no proceden, se relaja o no pone en liza los argumentos que acredita porque en su fuero interno se sabe superior y, piensa que solo un cataclismo improbable le puede privar del éxito.

El Alzira lo intentó, pero su nivel no alcanza para poner en aprietos a un rival que habita en la élite. Hubiese necesitado que el Athletic se fuese del partido, lo que no ocurrió, aunque hubo ratos donde le tuteó, combinó con criterio y se plantó con opciones en zona de remate. Mantener la tensión de principio a fin se convierte en un problema cuando el signo del marcador es el que este domingo presidió la mayor parte del pulso. Hubo instantes en que se perdieron los papeles, pero sin que ello hiciese peligrar la clasificación para la siguiente ronda.

De entrada, se ha de comentar que Valverde no se guardó casi nada. Escogió una formación plagada de habituales. Estaba en juego media temporada, subrayó la víspera, así que dejó a un lado experimentos y repartió muy pocos caramelos entre aquellos que hasta la fecha no han entrado en sus planes, salvo de modo testimonial o poco más. La inmensa mayoría de los que saltaron de inicio al césped del Luis Suñer estaban en perfecto estado de revista en lo que a ritmo se refiere, en condiciones de responder ante un conjunto muy modesto que, previsiblemente, echaría el resto para convertir el trámite en un evento histórico. Las excepciones se localizaron en la portería y en punta de ataque, con Agirrezabala y Villalibre. Como era de prever, el primero tuvo un estreno competitivo cómodo, bueno, al menos en el primer acto, cuando permaneció prácticamente inédito. Luego, la cosa cambió y se vio obligado a realizar algunas aportaciones de mérito para ahorrar complicaciones al equipo.

Por su parte, Villalibre sí que acusó la falta de competición, al margen de que la fortuna no estuvo de su lado en las oportunidades que se le presentaron en el área. Dos muy claras en que, pese a estar en situación ventajosa, no logró superar a Andreu. La ausencia de forma resultó más palpable en otro tipo de acciones, como conducciones o controles, en realidad nada que pudiese extrañar en exceso. Ahora bien, si la actuación de Villalibre se compara con las de unos cuantos de los titulares que no podían alegar su atenuante, pues tampoco es que desentonara.

Todo fue más sencillo a raíz de que Berenguer estableciese el 0-1, en un mano a mano propiciado por un inteligente pase al espacio de Villalibre. Corría el primer cuarto de hora y el bloque se dispuso a gestionar el crédito obtenido. Sin embargo, enfrente no se asustaron. Perdiendo, el Alzira no cejó en su empeño de apropiarse de la iniciativa, no se vino abajo, al contrario. Y ahí fue donde el Athletic dio muestras de indolencia. No sufría atrás, pero tampoco robaba porque no presionaba, optó por replegarse y los locales dieron rienda suelta a su calidad con pelota. No se registraron lances reseñables durante un montón de minutos, en los que el Athletic estuvo contemplativo sin balón y parsimonioso con él.

Pero todo esto se dio por bien empleado cuando Berenguer sirvió a Nico Williams, y este, en boca de gol, pudo efectuar un doble remate, el primero lo repelió apurado Andreu, que quedó vendido tras el rechace. Cabía imaginar que el Alzira bajaría los brazos en la reanudación, pero el cálculo falló por completo. Compareció con más nervio el Athletic, acaso para ampliar el margen y eludir cualquier sobresalto. Pronto Villalibre y Yuri acariciaron el tercero, pero de repente las tornas cambiaron y le llegó el turno a Agirrezabala. Hubo hasta cuatro remates, dos fuera y otros dos más comprometidos que exigieron su intervención.

El Athletic no volvió a coger el timón hasta casi el final y Valverde, que seguro que habló clarito en el descanso y no halló la correspondencia que esperaba de su tropa, realizó varios cambios para impedir que el Alzira se les subiese a las barbas. Así, sin pena y sin gloria, dejaron los rojiblancos que corriese el cronómetro y todavía tuvo Iñaki Williams un par de acercamientos peligrosos cerca de la conclusión, con el rival dando síntomas de cansancio. La plantilla se va de vacaciones con los deberes hechos, qué menos. De lo de este domingo nadie se acordará a la vuelta del Mundial.