La premisa era clara: hacer el partido largo, cansar al Real Madrid, crearle dudas y tratar de sorprenderle a la mínima ocasión. Así lo hizo saber Rubén Uría, el segundo de Marcelino García Toral, en la previa de la final, pero el propósito inicial se quedó en eso, en una simple intención que no tuvo mucho recorrido. No hubo manera de que el Athletic pudiera incomodar al conjunto blanco, que minimizó a los leones, les sometió e hizo y deshizo con ellos a su antojo en medio de la algazara de la afición saudí, que no permitió la más mínima duda sobre sus preferencias. El Athletic, el incómodo invitado a la multimillonaria fiesta de los mandamases sauditas, que se gastaron 40 millones de euros para ver cómo Marcelo elevaba el trofeo de la Supercopa al cielo de Riyadh, ofreció su versión más gris, la que le atenaza en la mayoría de las finales que ha disputado en los últimos años. Ni en el que parecía su torneo fetiche, con permiso de la Copa, campeonato en el que hace tiempo perdió su condición de rey, pudo competir el equipo rojiblanco en una final.
Y claro, después de lo visto sobre el terreno de juego uno se ve en la obligación de echar la vista atrás varios meses, concretamente hasta abril, y acordarse de lo que sucedió en un corto plazo de dos semanas en el estadio de La Cartuja de Sevilla. Allí donde los rojiblancos conquistaron hace un año su tercera Supercopa, cayeron después ante Real Sociedad y Barcelona en dos encuentros en los que comparecer, comparecieron, pues era su obligación, pero no compitieron.
Anoche sucedió algo parecido. El Athletic se la jugó todo a la chica, jugó a no perder, dando casi por bueno desde el primer minuto que el partido se pudiera decidir en los penaltis, pero se encontró con dos goles en contra antes de la hora de juego y le resultó imposible meterse en el partido. Una presión mal ejecutada, un peor retorno y un sensacional golpeo de Luka Modric pusieron en desventaja a los rojiblancos a las puertas del descanso. A la vuelta de vestuarios, un penalti por mano de Yeray Álvarez a un disparo mal ejecutado por Karim Benzema y que tuvo que ser señalado por el VAR, terminó por hundir al Athletic, que no se pudo enganchar al encuentro ni de penalti, de nuevo por mano, en esta ocasión de Militao, que erró Raúl García. Y ya van cuatro fallados en los últimos cinco lanzamientos. El último en acertar fue Iker Muniain.
El conjunto rojiblanco funciona mejor cuando se suelta la melena, como lo ha demostrado en las recientes citas contra el Betis, Osasuna o el pasado jueves en las semifinales de la Supercopa frente al Atlético de Madrid, pero disputó la final encorsetado durante muchos minutos, tratando de minimizar al máximo los errores. Y cuando tu principal plan es ese, lo más lógico es que si comienzas perdiendo y enfrente tienes a todo un Real Madrid, acabes perdiendo.
Quiso poner remedio a su error en el descanso. Sentó a Berenguer, al que este curso únicamente se le recuerda una buena actuación, la realizada en el derbi ante Osasuna, y dio entrada al menor de los Williams. Cierto es que este no estuvo excesivamente fino, pero sí se mostró bastante más participativo.
Volveremos a dar guerra. Eso seguro.
— Athletic Club (@AthleticClub) January 16, 2022
Goazen Athletic??#AthleticClub ?? pic.twitter.com/uWaVHoC7kG
La cifra
2,9
Es la cantidad, en millones de euros, que más o menos ingresará el Athletic tras haber alcanzado la final de la Supercopa. Tal y como publicó la semana pasada el diario 'As', el conjunto rojiblanco tenía fijos 1,5 millones por participar, a los que suma prácticamente la misma cantidad (1,4) por su condición de finalista.
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