L papel lo aguanta todo y antes de la final de ayer todo el mundo apuntaba a Iñaki Williams como un jugador clave para las aspiraciones del Athletic. Se recordaba su papel decisivo en los cuartos de final de la Copa de 2020 cuando un gol suyo de cabeza sirvió para eliminar al Barça o cuando otro tanto suyo, con un extraordinario disparo por la escuadra, dio al equipo rojiblanco el título de la Supercopa en enero. Pero cada partido es una historia y Ronald Koeman encontró el antídoto para eso que sabía que le iba a hacer el Athletic, que esperó a que sonara la flauta sin soplar.

El sistema de tres centrales permitió a los azulgranas tener siempre a uno destinado a vigilar los movimientos del delantero, condenado a un día más a una batalla en inferioridad. Piqué y Mingueza, sobre todo, anticiparon siempre los movimientos de Williams, que desde la llegada de Marcelino tiende a mover por el flanco izquierdo del ataque. Quizás era Lenglet el eslabón más débil del trío defensivo del Barça, pero el Athletic no supo cambiar su lectura del partido, buscar otro tipo de situaciones para poner en ventajas más claras y desequilibrantes a su punta de lanza. El francés apenas tuvo que emplearse en ir a unas pocas disputas aéreas con Raúl García. Entre el oficio con el que se emplearon los defensores y que tampoco el suministro hacia Iñaki Williams fue bueno ya que pecó de precipitado e impreciso, el delantero que debía ser determinante acabó siendo previsible e intrascendente, tal es así que sumó un partido más a la racha que le tiene sin ver portería desde el 15 de febrero en el partido de Liga ante el Cádiz, que por el comportamiento del equipo queda tan lejano que se diría que pertenece a otra época.

Solo en dos ocasiones logró encontrar el Athletic lo que, en teoría, buscaba, a Williams en carrera ventajosa. El problema es que el delantero corrió sin compañía y condenado a obrar un milagro para inquietar a Ter Stegen. Fue en el minuto 40 de la primera parte y en el 18 de la segunda. En ambas jugadas el jugador del Athletic logró eludir a Piqué y superarle en velocidad, pero al llegar al área, donde no había compañeros para auxiliarle y acompañarle, los dos centros con la pierna izquierda fueron ingenuos y acabaron sin problemas en manos del meta alemán. Justo después, el Barça trenzó unas de sus muchas jugadas que acabó con centro de De Jong y remate de Griezmann, o sea lo que el Athletic buscó sin ningún éxito.

SIN REMATES A GOL

Total, que por segunda final consecutiva, por acotar solo a las de este mes, el portero al que debía inquietar el equipo bilbaino vio el partido muy cómodo. Muniain directamente no estaba para jugar, menos aún cuando su equipo hizo renuncia a tener el balón. Berenguer estuvo más pendiente de proteger las acometidas de Jordi Alba que de crearle problemas y Raúl García volvió a moverse en zonas alejadas del remate. Como Villalibre, incomprensiblemente, apareció de nuevo en el partido tarde y cuando ya no había remedio, el bagaje ofensivo del Athletic no le hizo merecedor de aspirar a un título.

Iñaki Williams no fue el factor esperado, no lo podía ser en las condiciones en que se desarrolló el partido, con el resto de sus compañeros refugiados en torno a Unai Simón y desconectados de las acciones de ataque. Lejos, muy lejos, queda ya aquel equipo dinámico, vertical y agresivo que surgió con la llegada de Marcelino y que, al menos, logró sumar el título de la Supercopa. Entonces, todos los jugadores brillaban porque apretaban cerca del área rival, estaban más juntos en el frente de ataque y abundaban los espacios, los desmarques por sorpresa, las llegadas y los remates. Ahora, el Athletic vuelve a ser un grupo lento, sin filo, inofensivo. Es lógico que se exija mucho a Iñaki Williams, pero a él, como a todos, le tiene que hacer lucir el trabajo colectivo. Y esto es lo que ha perdido el Athletic en los dos últimos meses.

El sistema de tres centrales permitió a los azulgranas tener siempre a uno atento a los movimientos de Williams

El ataque del Athletic no halló alternativas en ataque, sobre todo porque renunció a la posesión del balón