Gaizka Garitano vive en un bucle. Se ha asomado al abismo al menos hasta en tres ocasiones en lo que va de temporada, pero siempre evita la caída. Lo hizo ante el Sevilla con una inesperada remontada, frente el Betis en una goleada sin parangón (4-0) y también contra el Huesca en una noche en la que alguien, vaya usted a ser quién, le concedió un deseo que se cumplió. Cosas de la Navidad que asoma a la vuelta de la esquina. El técnico, como si de un videojuego se tratase, gastó la vida extra que le otorgó el presidente Aitor Elizegi tras la derrota frente al Celta. Eso sí, no evitó una nueva reunión de la Junta Directiva en San Mamés, si bien no puede descartarse que se citaran durante el choque, vista la deriva del partido, que agonizaba hacia un gris desenlace, un triste empate a cero. Hay miembros de la ejecutiva que lidera Elizegi que quieren a Garitano fuera del Athletic. Pero este vio cumplido su deseo de seguir en una especie de milagro que lo hizo realidad Kenan Kodro, que forzó y marcó el penalti que a cuatro minutos del final enderezó un partido abocado al empate.

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Celebró con rabia el tanto el internacional bosnio, cuyo camino en el Athletic, pese a ser un reclamo del propio entrenador y después de que Rafa Alkorta le considerara como su fichaje "estrella", no está siendo ni mucho menos sencillo. Más bien todo lo contrario. Nunca se ha ganado la confianza del técnico y por si fuera poco una lesión en la mano le ha hecho perderse un buen tramo de competición. Total, que hasta anoche acumulaba únicamente doce minutos de juego este curso y fue él quien salvó la cabeza de su entrenador. Caprichos del destino.

Una derrota, una más, le habría puesto muy difícil a Elizegi su papel de firme defensor de Garitano. El equipo, que salió con un doble pivote formado por Dani García y Mikel Vesga -sí, frente al Huesca y en San Mamés...-, una fórmula que en los once encuentros previos con esa disposición había firmado un victoria, cinco empates y otras tantas derrotas, fue durante muchos minutos de la primera mitad un muñeco en manos de su rival. No mereció el triunfo final el Athletic, tampoco el Huesca, pero como parece que manda aquello que Joaquín Caparrós dejó grabado a fuego sobre algunas personas del entorno rojiblanco hace ya muchos años, "clasificación, amigo, clasificación", pues nada hace pensar que el de ayer haya sido el último partido de Garitano al frente de la nave bilbaina.

Ahora bien, está por ver hasta dónde le dura el nuevo crédito al técnico, al que le espera un final de año y un arranque de 2021 de vértigo. La tímida mejoría de sensaciones que ofreció el equipo ante el Betis o en la primera mitad contra el Getafe, forman ya parte de un pasado lejano. Y la cita contra el Real Madrid, por aquello de lo histórico y el amor propio habitual, debe cogerse con pinzas.

Si el actual Athletic no es capaz de ser mejor que un Huesca que va muy justito para la Primera División actual, que vive de las individualidades de Ontiveros y el sacrificio de un Mikel Rico que ayer demostró que podría ser titular en el conjunto rojiblanco, tal vez sea el momento de tomar decisiones de calado. Pero no parece que vaya a ser así, por lo que hay Gaizka Garitano para rato, con lo que ello implica. Una vida en el alambre, una crítica feroz, en ocasiones quizá desmesurada, pero acertada en otras, pero también la ilusión por dos títulos: la Supercopa y la Copa. Visto lo visto, no se puede descartar que haya más noches con cabida para los milagros. Ojalá sea así.