bilbao - Si se rebaja en un par de dosis el optimismo del comienzo liguero y se añade un chorrito del realismo que desprende una clasificación igualada, el regusto que está dejando la inédita racha sin victoria del Athletic de Gaizka Garitano resulta más llevadero. No se trata de buscar consuelo en las circunstancias ajenas, comunes hasta la fecha para gran parte de los equipos, pero tampoco es cuestión de sobredimensionar en clave negativa una situación reversible. Esto último defiende Diego Pablo Simeone, que mantiene al Atlético de Madrid con unos números casi calcados a los del Athletic: mismos goles a favor y en contra, mismos empates y una victoria más que son tres puntos de ventaja y sitúan a los colchoneros tres escalones por encima en la tabla.

Los dos técnicos relativizan las dificultades que últimamente acusan sus proyectos apelando a que existe una base sólida en la que apoyarse. Razón no les falta, menos al argentino, avalado por todas las conquistas recientes de un club que antes de su llegada navegaba en la mediocridad. Por el camino Simeone ha ido perdiendo referencias en el verde y en la caseta (Gabi, Godín, Filipe o Griezmann), pero su presidente continúa invirtiendo cantidades ingentes en fichajes. No hay punto de comparación con la aventura que lidera Garitano, diana asimismo del malestar que genera la escasa producción ofensiva y una apuesta que suele pecar de conservadora.

Con ocho goles marcados y cinco recibidos en sus respectivas tarjetas de presentación, esta noche a uno de los contendientes le costará conciliar el sueño. En principio a ninguno le conviene permanecer fiel a su versión del último mes. La enemistad con el triunfo les lastra y obliga a intentar ofrecer algo distinto, que se salga del guión que apenas alcanza para empatar. Bueno, si sumasen un punto cada uno el beneficiado sería el Athletic por aquello de que ejerce de visitante. Ahora bien, saltar al Metropolitano con dicho objetivo se antoja una temeridad, lo más probable sería que acabase imponiendo su ley el pragmatismo del Atlético, el catecismo del profeta Simeone.

La obligatoriedad de batir a Oblak, al menos en una ocasión, asoma como premisa irrenunciable si se quiere salir del bache, un término este que ya ha sido aceptado en Lezama para describir lo que está pasando. La producción en ataque es el gran quebradero de cabeza del Athletic, especialmente lejos de San Mamés, y le toca superarse a sí mismo en dicha faceta precisamente el día en que mide fuerzas con el especialista más reputado de la categoría en tareas de contención.

Se prevén retoques en la alineación. Garitano debe acertar a potenciar la llegada al área contraria sin debilitar el entramado defensivo, el pilar del fútbol que el Athletic despliega. Más allá de la identidad de los protagonistas que escoja, el éxito de la empresa depende de que el bloque crea en sus posibilidades y le transmita al Atlético que acude con la idea de derrotarle. Ambición y atrevimiento es justo lo que no se ha visto en anteriores desplazamientos, pero es que conformarse con controlar y no pasar apuros atrás equivale a comprar un montón de boletos para volver de vacío. No es preciso profundizar en ello, los jugadores pudieron comprobarlo en Balaídos, donde pagaron su pobreza de espíritu ante el Celta, un oponente bastante más flojo que el Atlético.

Vuelve Yuri Berchiche al once y por qué no De Marcos avanzado en el costado opuesto. Desactivar a los laterales Trippier y Lodi, la mayor amenaza del actual Atlético, facilitaría el trabajo destructivo y podría abrir dos vías por las que progresar. Y no hay que descartar a Núñez en el lugar de Yeray. En la lista, de diecinueve, causan baja Balenziaga, más que cumplidor en sus dos apariciones, Beñat y Sancet, y figuran como novedades el citado Yuri, Lekue, San José e Ibai Gómez.