SIEMPRE estoy haciendo pompas, bonitas pompas en el aire. Vuelan tan alto, casi tocan el cielo, y luego, como mis sueños, se desvanecen y mueren”. La vida del West Ham United ha transcurrido siempre entre pompas y martillos. Las pompas de jabón que se elevan al cielo cada vez que el equipo londinense actúa como local mientras sus aficionados entonan esta canción, convertida desde hace más de 90 años en santo y seña de la entidad, y los martillos que figuran en su escudo y que ubican su nacimiento a orillas del Támesis, primero, en 1895, como Ironworks FC (lo fundaron trabajadores de esta empresa de construcción de buques) y después, desde 1900, con su actual nombre. De ahí el apodo que siempre ha acompañado al West Ham: los hammers.

Su historia es la de una constante contradicción. Mientras otros conjuntos londinenses han caído en manos de grandes holdings y empresarios extranjeros (Arsenal o Chelsea) o han alcanzado una notable proyección internacional (Tottenham), el West Ham sigue siendo una entidad muy enraizada en East London, una de las zonas más humildes y multiculturales de la capital inglesa, un enclave con importante inmigración caribeña y asiática; y su propiedad siempre ha sido local, incluso familiar (los Cearns), hasta que fue vendida en 2006 a un consorcio islandés para ser recomprada en 2010 por su actual accionista mayoritario, David Sullivan, que en los 70 hizo fortuna gracias a su negocio de sex shops y de producción y distribución de revistas y y películas para adultos. Además, se da también la circunstancia de que la columna vertebral del equipo que conquistó el mayor éxito de la historia del fútbol inglés, el Mundial de 1966, estaba compuesto por tres mitos de los hammers (el legendario Bobby Moore, además de Martin Peters y Geoff Hurst, autores entre los dos de los cuatro goles de la final ante Alemania), pero, por contra, sus vitrinas de trofeos apenas se han abierto a lo largo de la historia, únicamente para introducir tres FA Cup (1964, 1975 y 1980), una Charity Shield (1964) y, sobre todo, una Recopa (1965). En la máxima competición liguera, jamás ha pasado del tercer puesto, conquistado en 1986.

Pese a la ausencia de un palmarés abrumador y de vivir a la sombra de clubes mucho más potentes, el West Ham es una entidad de gran tradición y solera y ha sido históricamente uno de los clubes más respetados en el país que inventó el balompié tanto por su masa social (siempre se ha considerado que es el equipo de la clase obrera londinense e incluso se ha tipificado a sus seguidores como “los tradicionales trabajadores altos, fuertes y de cabeza rapada de la capital”) como por su notable trabajo de cantera, que además del sobrenombre de The Academy of Football le ha permitido pulir a algunos de los mejores futbolistas ingleses de las últimas décadas. Además de los mencionados Moore, Peters y Hurst, de sus categorías inferiores han salido, entre otros, Paul Ince, Frank Lampard, Rio Ferdinand, Joe Cole, Michael Carrick o Glen Johnson, jugadores que acabaron triunfando en otros clubes con mayor potencial económico que el West Ham.

Hooligans Curiosamente -y también desgraciadamente- teniendo en cuenta que se trata de un club que tanto en el antiguo Boleyn Ground, la que fue su casa durante 122 años, como en el moderno London Stadium, a donde se trasladó en 2016, siempre ha saludado la entrada de sus jugadores al campo con un himno que más que una incitación a la batalla entona una oda al fracaso mientras 60 máquinas ubicadas alrededor del césped lanzan inofensivas pompas de jabón al cielo, uno de los aspectos más conocidos del West Ham United desde los años 60 ha sido la violencia de un sector de su afición, fenómeno que alcanzó su punto álgido en los 70 y los 80, cuando el movimiento de los hooligans causaron auténtico terror en el fútbol británico. Uno de estos grupos de aficionados hammers, Inter City Firm, llegó a ser el grupo ultra más temido de Inglaterra porque no solo limitaban sus acciones a los partidos del West Ham, sino que hacía acto de presencia en otros choques. Para evitar la vigilancia policial, no lucían prendas que pudieran identificarse con el equipo y viajaban en trenes de primera clase -los InterCity- en lugar de en los baratos, los Football Specials, más controlados por las fuerzas de seguridad. La película Hooligans (2005), protagonizada por Elijah Wood, muestra las actividades y formas de organizarse de estos grupos violentos del West Ham. Las rivalidades de los hammers se centran en los derbis contra Tottenham y Chelsea y, sobre todo, con otro club londinense más modesto: el Millwall. A pesar de que en toda su historia solo han jugado doce veces en la misma categoría, sus enfrentamientos han provocado graves disturbios, cobrándose incluso la vida de un hincha del Millwall en 1976.