La justicia poética establece que las victorias más bellas son las de los vencidos. Es cierto. El enorme mérito del triunfo del Athletic fue la capacidad para sobrevivir a un escenario imposible, expulsados Koikili y Xabi Castillo por la mano ejecutora de Velasco Carballo, -muy puntilloso su arbitraje en varias decisiones - ante un Almería timorato, insípido e incoloro, desde el prólogo hasta el epílogo. Los rojiblancos se agarraron una vez más al eterno gol de Llorente -exacto y reluciente como la maquinaria de un reloj suizo ante la portería rival-, a la sabiduría barrial de Muniain y al espíritu de supervivencia colectivo en un paisaje lunar, hostil, árido y descorazonador para alcanzar la cumbre, que tras el homérico esfuerzo realizado, los rojiblancos celebraron como la más purpúrea de las conquistas. Fue tal el ejercicio de agonía, de épica, de taquicardia en el alambre durante un mundo, que el Athletic descubrió lo bello que es sobrevivir.

Jamás intuyeron los bilbainos semejante padecimiento una vez comprobada la altura del rival, que apenas se levantaba unos milímetros del suelo. El Almería era un desierto; desacompasado en la organización, deshabitado con el balón y blando como un osito de peluche en la trinchera. No sabían los de Lillo qué hacer con la pelota y tampoco sin ella, así que el Athletic, que al menos inyectó intensidad a su despertar, apenas tardó un chasquido en retratar a los andaluces en un córner. Susaeta enroscó la pelota y a Gurpegi se lo tragaron los brazos de Ortiz frente a Velasco Carballo, que no dudó en decretar penalti. Mikel San José no zapateó con el convencimiento y la colocación necesarias y Diego Alves, un especialista que se maneja serenísimo en esa suerte, despejó el lanzamiento del central.

El encontronazo con el arquero almeriense no quebró la voluntad ni el diapasón del Athletic, que callejeaba con criterio y buen volante por la banda derecha, por la que bombeaba Igor Martínez, acompañante de Llorente. Sin apenas oposición ante un equipo con el pulso y la quietud de una formación de futbolín, los rojiblancos se entrelazaron en una buena carambola que inició Susaeta con un pase interior, recogió Igor Martínez en el costado y embocó en el corazón del área, acrobático, con la pierna de ballet, Llorente, un hombre al gol pegado. La octava diana del delantero centro rojiblanco deshilachó aún más al Almería, en los huesos girando alrededor de Vargas y Bernardello, que actuaban desacompasadamente. No hubo señales de vida de los de Lillo, apergaminados, destensados y nulos, con la fe en el rezo como método de adquirir algún tipo de derecho sobre el debate. No era capaz el Almería de discutirle el botín al Athletic, que jugaba abanicado, repantingado en un chaise-longue por lo famélica de la propuesta andaluza. Aunque fuera a espasmos, los rojiblancos lanzaban algún que otro aviso para que al duelo no le venciera la somnolencia por el poco hueso del rival. Susaeta, Koikili, para entonces amonestado, y Llorente trataron de enterrar al Almería, pero ninguno acertó a rellenar el hueco.

nuevo paisaje Caminaba con tumbao caribeño y sin riesgo alguno para el Athletic el partido cuando a una manecilla del descanso Koikili agarró a Ulloa, -éste tiraba el enésimo desmarque porque Vargas era incapaz de pasarle la pelota en condiciones de uso-, de la zamarra y se fue a la ducha. Reordenó entonces Caparrós el equipo para la reanudación. Xabi Castillo, relevo natural de Koikili, tomó el testigo de Igor Martínez e Iker Muniain se situó al lado de Llorente para enredar en las zonas erógenas del campo, en las que el gen callejero del iruindarra es un tesoro.

Con uno menos, el Athletic seguía al mando porque el Almería balbuceaba, tartamudeaba, en su errático despliegue. Continuaban los de Lillo atornillados con más de medio equipo detrás del balón. Muniain e Iraola opositaron al gol, cada uno con su manual de estilo. Iker zizgzagueó y se retó ante Alves, que reaccionó con destreza. También lo hizo el portero brasileño ante el tiro de Iraola desde el balcón del área. Hieráticos y predecibles cada vez que ganaba algunos metros al centro del campo, donde Gurpegi impartió un seminario táctico al que contribuyó la vitamina de Javi Martínez, los andaluces se ovillaban sin solución de continuidad. Únicamente molestó Goitom, pero Iraizoz se lo quitó de encima construyendo un dique de contención en el momento preciso.

gol anulado y expulsión El fuelle bilbaino, su acordeón, al que daban aire las aventuras de Muniain tratando de descontar y desquiciar a los zagueros del Almería, se fue agotando de tal manera que el Almería asomó el periscopio para intentar de llevarse un mendrugo de pan a la boca canino como estaba. Cantó bingo el cuadro andaluz en una falta lateral, pero Velasco Carballo anuló el gol al señalar fuera de juego. La hinchada estimó necesaria su aportación a la causa y la garganta de San Mamés presionó cada pase de los almeriense y exaltó la Numancia rojiblanca, que padecía los rigores de la precariedad.

La escasez y las penurias se multiplicaron poco después en el hogar bilbaino cuando Xabi Castillo, quien cerraba la zaga, se agarró del sprint de Goitom, que buscaba las manoplas de Iraizoz, colgándose de su camiseta. Velasco Carballo le expulsó con roja directa y se activaron las alarmas cuando al partido le faltaban más de veinte minutos de vida. Se desconocía cuánta le quedaba al Athletic. Lillo, por vez primera, apostó por el remonte e introdujo a Piatti, Corona y Crusat. Caparrós contrapesó con Gabilondo como soldadura de emergencia en el costado izquierdo y con David López para aliviar a un desvencijado Muniain en los estertores del duelo cuando lo que se imponía no era ni vivir, simplemente se trataba de sobrevivir. ¡Qué bello!

ATHLETIC: Iraizoz; Iraola, San José, Ustaritz, Koikili; Susaeta (Min. 74, Gabilondo), Gurpegi, Javi Martínez, Muniain (Min. 85, David López); Igor Martínez (Min. 46, Castillo) y Llorente.

ALMERÍA: Diego Alves; Michel, Marcelo Silva (Min. 69, Piatti), Carlos García, Jakobsen, Juanma Ortiz; M"Bami, Bernardello, Vargas (Min. 69, Corona); Goitom (Min. 69, Crussat) y Ulloa.

Gol: 0-1: Min. 10; Llorente.

Árbitro: Velasco Carballo (Comité madrileño). Expulsó a Koikili, en el minuto 45, por doble amonestación, y a Castillo, en el 68, con tarjeta roja directa. Además, mostró tarjeta amarilla a los locales Gurpegi e Iraola, y a los visitantes Juanma Ortiz, Vargas, Michel, Crusat y Carlos García.

Incidencias: Unos 34.000 espectadores en San Mamés. Temperatura agradable y viento. Terreno de juego en buenas condiciones .