Mañana frenética la vivida este lunes en Bilbao, tras nueve intensos días de música, baile y celebración ininterrumpida. La ciudad ha empezado a recuperar la normalidad y cada rincón de El Arenal refleja los restos de Aste Nagusia: lonas enrolladas, mesas apiladas, vallas desmontadas y estructuras de las txosnas que poco a poco van dejando libre el espacio. El ruido ahora no son aplausos ni conciertos, sino el martilleo de los operarios, el rugido de camiones y furgonetas cargando estructuras y el chirrido de carretillas que recorren el centro neurálgico de la fiesta, recordando que Bilbao vuelve lentamente a su rutina habitual.

Tras la calma que sigue a los días de máxima actividad, los comparseros desgranan a DEIA sus impresiones y sensaciones de las fiestas de la villa. En este análisis, han destacado especialmente la afluencia de público, la participación en las txosnas y los problemas que marcaron algunas jornadas, entre tensiones puntuales y situaciones que exigieron coordinación y atención por parte de cada comparsa.

Afluencia de gente

En ese contexto, Javier Ruiz, presidente de la comparsa Askapeña, ha destacado la dinámica de visitantes durante todo Aste Nagusia. "Por las mañanas había más gente de lo habitual y por las noches algo menos, pero en general ha habido buen ambiente y pocas peleas", ha explicado mientras él y los miembros de su comparsa retiraban mesas, carteles y estructuras de la txosna. Entre el martilleo de los operarios, el rugido de camiones y el chirrido de carretillas, Ruiz ha valorado cómo la afluencia de público ha condicionado la actividad de las comparsas, señalando la diferencia entre mañanas más concurridas y noches más tranquilas tras la finalización de los conciertos y actuaciones.

Por su parte, Endika Baños, miembro de la comparsa Moskotarrak, ha compartido su percepción sobre la actitud del público y la valoración general. "La valoración es muy positiva. No se ha visto ningún incidente especialmente grave y la gente se ha comportado bastante bien, al menos en nuestra txosna. Al principio de la semana había menos movimiento, hasta el martes, y a partir de ese día empezó a remontar todo y vino más gente", ha añadido mientras empaquetaba lonas y retiraba carteles decorativos, recordando cómo la actividad del recinto crecía con cada hora.

En otra comparsa, Txema Carrero, de Uribarri, ha reflexionado sobre la intensidad del trabajo durante las fiestas y la dureza de desmontar la txosna que tanto les ha costado hacer. "Siempre hay ganas de terminar. Son muchos días de fiesta y de trabajo, y al final el día más duro es hoy, porque hay que desmontar todo a tiempo", ha señalado mientras su equipo enrollaba lonas y retiraba estructuras decorativas. Entre risas nerviosas y comentarios sobre los mejores momentos de la semana, Carrero ha reconocido el esfuerzo colectivo que ha requerido mantener las fiestas en marcha.

Momentos de tensión

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No obstante, las comparsas también han subrayado las tensiones que marcaron algunos días. Iñaki Agirre, de la comparsa Mekauen, ha destacado la preocupación generada por las agresiones y la persecución policial hacia los manteros. "Las fiestas como siempre han ido muy bien, exceptuando los dos problemas de siempre. Por un lado las agresiones, todo tipo de agresiones, y por otro lado, la persecución policial hacia los manteros, que ha generado una continua tensión en el recinto festivo, ya que las comparsas apoyamos y defendemos a los manteros. Quitando eso, las fiestas muy bien". Mientras desmontaba la txosna, Agirre ha subrayado que, pese a estos problemas, las fiestas han contado con buen ambiente general.

El balance final refleja un equilibrio entre disfrute, esfuerzo y tensión, con la sensación de que, pese a algunos problemas, Aste Nagusia ha vuelto a ser un éxito para las comparsas. Entre risas, cansancio y conversaciones sobre los mejores momentos, las comparsas han retirado lo que se podía reutilizar y han descartado lo que ya no servía. "Con ganas de que llegue el año que viene para volver a empezar, tocar los problemas de siempre y disfrutar otra vez de todo lo bueno de Aste Nagusia", bromea Ruiz, mientras recogía los materiales y observaba cómo los últimos vestigios de la fiesta han desaparecido de El Arenal.