Había una vez, un circo que alegraba siempre el corazón... Y vaya si lo hace. Desde que ves la carpa según llegas al parque Etxebarria ya sabes que vas a pasar dos horas de entretenimiento máximo. He de confesar que no defraudó. Al pueblo, pan y circo. O eso dicen.

Como advertí ayer, una vez completada la operación colchón, hemos entrado en la fase final, la de acudir a lugares en los que prácticamente la entrada supera los gastos de los primeros días en los que había que cubrirse las espaldas para tener una segunda parte de las fiestas sin mirar el presupuesto restante.

La cuenta de hoy ha sido de 27 euros yendo exclusivamente al circo. Veinte por la entrada, cinco por las palomitas -que por cierto estaban muy buenas- y un botellín de agua por dos. La adrenalina que tuve minutos antes de llegar al circo fue máxima.

Antes de expresar lo que sentí en las dos horas sentado, debo matizar que, la del circo, será la única carpa en la que no beberé alcohol. Quiero decir, agua con misterio. Lo prometo. 

La sesión empezaba a las 17.15 horas y, treinta minutos antes, estaba viajando en el metro hacia el parque Etxebarria. Con las ganas que tenía de subir a la carpa, me olvidé de un trámite más que importante, el de subir por el ascensor de Mallona. Coincidiendo con la hora de apertura de las barracas, la cola era larga.

De hecho, según el cartel que marca el tiempo de espera para subir por el ascensor, marcaba 25 minutos, es decir, la hora de inicio de la música circense. Como los equilibristas en el circo, la vida pasaba por delante de mis ojos mientras cada segundo era oro.

Volviendo al circo, fue como regresar a la infancia. Lo que se presenten como si fuesen luchadores de wrestling me recordó a cuando me levantaba hace años todos los fines de semana a ver la WWE por la tele.

¿Alguna vez os ha pasado que os habéis mareado por el simple hecho de levantaros rápido? Pues eso es lo que me pasó sin mover un solo músculo, estando sentado en la butaca al ver lo sorprendentes movimientos que llevaban a cabo. Miento. Estaba ejecutando un único desplazamiento. Este era vertical.

Si en Aste Nagusia abren una categoría de levantamiento de palomita a la boca me podría presentar y, sin duda, me llevaría algún premio. Está feo que lo diga de mí mismo pero, que arte. Lo tengo que decir, era un movimiento ejecutado a la perfección. Yo creo que si me preparo para las olimpiadas de 2028 me llevo la medalla de oro.

Cuando encontré mi butaca, situada en una ubicación privilegiada, pensaba que me había equivocado de sitio. Entre las luces y la purpurina pensaba que había entrado a la fábrica de Pinpilinpauxa.

Sin querer adelantar lo que es la puesta en escena, solo puedo decir que si Messi llega a ver diez años atrás el control que tienen mientras hacen malabares, deja el fútbol sin dudarlo. ¿Mi mayor sorpresa? Ver a la chica que me ha atendido en la barra cuando he comprado las palomitas y el agua subida en el escenario.

He de confesar que estoy empezando a tener la sensación de que los sucesos me persiguen. Por momentos, llegué a pensar que tenía que dejar de escribir esta crónica para cubrir in situ uno de ellos. Afortunadamente no fue así y pude disfrutar del circo.

Una vez acabado, pude poner rumbo a mi siguiente destino que, por supuesto, no desvelaré hasta el día de mañana. Me quedan 126,40 euros para los cuatro días restantes, contando hoy como uno de ellos.

Viendo el gasto de los primeros días parece que voy a llegar sobrado. La realidad es que hay que tener cierto control para no llegar al domingo con menos de diez euros.

Consumición Precio

Entrada circo 20

Palomitas 5

Agua 2

TOTAL DÍA 5 27

PRESUPUESTO RESTANTE       126,40