Y era un domingo en la tarde y fui a los autos de choque. Piriripiriripiriri. Aunque la canción diga el domingo, en un acto de rebeldía, como se pudo ver con el tatuaje, fui ayer lunes. Hat trick de refranes y como no me pude llevar ningún balón de las barracas, me tendré que conformar con decir el tercer refrán de Aste Nagusia: El mundo es un parque de diversiones, ¡así que montemos todas las atracciones! Bueno, en todas no, que el presupuesto es limitado. Eso y que probablemente mi reacción al subirme en la mansión del terror hubiese sido la de quitarle el bate a chucky para golpearle. No lo quise intentar porque me hubiese convertido en el protagonista de un suceso y, para ahorrar en presupuesto y mantener el dinero en bolsillo estaría bien, pero mi deber es continuar con esta misión llena de aventuras.
Mi familia ha leído lo que de me haría un tatuaje si la lluvia no cesase. He de confesar que no les ha hecho mucha gracia. De hecho, ninguna. Y, caprichos de la vida, ayer hubo un 0% de probabilidades de que cayese una mísera gota de agua así que hay que retrasar la idea del tatuaje, quizá para nunca jamás. Esto es como cuando no encuentras una camiseta y tus padres te dicen que como vayan y la encuentren… ¿Lo peor? Que la acaban encontrando y se te queda una cara de tonto buscando la manera de hacer graciosa una situación. Así que, volviendo a lo del tatuaje, si una gota de tinta entra en mi piel la supervivencia en Aste Nagusia aumentaría al nivel extremo.
Dejando los tatuajes de lado, las barracas fueron bien. De hecho, muy bien. Cuando acudo a este tipo de lugares, tengo un ritual. Este es el de comenzar por los autos de choque. Si no empiezo por ahí el día va a ir mal así que había que inaugurar el lugar como es debido. Una vez montado en la atracción, comencé a tantear el terreno hasta el primer golpe. Cuando me bajé del coche me arrepentí de haberme montado. Todo era muy divertido y muy gracioso hasta que una persona, que desapareció del mapa al instante, me dio un golpe por detrás que me dejó la parte baja de la espalda dolorida por unos instantes.
Sin tiempo para lamentaciones, era momento de continuar la aventura con un viaje en la noria. Con la luz del día pierde ese romanticismo que tendría cuando cae el sol pero como seguimos sin pareja, tampoco tuvo gran importancia. Dicen que quien es afortunado en el amor es desafortunado en el juego. Pues ni de esa manera ni a la inversa. Fui a echar un bingo con la premisa de que la fortuna en el juego podría llegar. Y, no fue así. Eso sí, estuve cerca. De hecho, si llega a decir 33 en vez de 38 me lo hubiese llevado. Como prueba estuvo bien. La estadística no suele fallar así que probé a tirar los dardos a ver cuántos globos era capaz de explotar. Lo que empezó muy bien con el primero de ellos terminó con los dos restantes anclados en la pared. No pudo ser.
Antes de abandonar el recinto ferial, el saltamontes fue la última barraca en la que me monté. Y, después de un revolcón para arriba y para abajo, era momento de despedir la aventura por las barracas de Bilbao comprando tres churros de chocolate. La mejor manera para hacer frente al fracaso sufrido en el juego. Una derrota que se compensa de manera abrumadora con lo bien que me lo pasé en las atracciones.
Completamos el día 3 de Aste Nagusia con 21,50 euros gastados, en la media. Nos quedan prácticamente 160 euros y seguimos con muchas actividades por vivir. Por el momento, seguimos tachando los días restantes, parece que la economía llegará con vida al último día.
Atracción Precio
Autos de choque 3,50
Noria 3,50
Bingo 1,50
Saltamontes 3,50
Tres dardos 3,50
Churros 6
TOTAL DÍA 3 21,50
PRESUPUESTO RESTANTE 160,60