Como cualquier estafa el objetivo del delincuente es hacerse con el dinero de su víctima pero, a diferencia de otras tipologías, el timo del amor o la ciberestafa amorosa añade al engaño técnicas de manipulación emocional y coacción afectiva que dejan una ruina psicológica más devastadora que la económica.
"Es muy doloroso que se rían todos, en la policía o en el banco, que la gente no te entienda" asegura Vicente, a quien estafaron más de 24.000 euros por una estafa en una aplicación de citas en internet, al igual que Jorge, de quien se apoderó la culpa por haber sido "tan gilipollas" y no ser capaz de contárselo a nadie porque todo el mundo se aguanta la risa y te juzga por picar de esa manera.
Ambos testimonios, también sus reivindicaciones, se han escuchado este lunes en el Congreso de los Diputados en una jornada parlamentaria sobre las ciberestafas emocionales, también conocidas como timos del amor o estafas amorosas, impulsada por la asociación Anceme (Asociación Nacional Contra la Estafa con Manipulación Emocional) dedicada a atender a estas víctimas.
Anatomía de la ciberestafa emocional
Paz Velasco, jurista y criminóloga ha diseccionado la anatomía de esta estafa, que ha considerado como una nueva forma de violencia digital que instrumentaliza el afecto y que, sin embargo, no está tipificada en el Código Penal por lo que, a su juicio, se limita su persecución y provoca un aumento de la impunidad.
Velasco asegura que este tipo de estafadores son pacientes. "Invierten un tipo significativo para construir su relación de confianza antes de solicitar el dinero" y, aunque todas sus acciones tengan ese objetivo, tienen la suficiente habilidad para identificar y explorar las vulnerabilidades el tiempo que sea necesario.
"Son hábiles depredadores sociales, pueden detectar la soledad, la necesidad de afecto o los problemas de autoestima", resalta la criminóloga, un perfil que corroboran Vicente, que fue víctima tras su separación y Alicia, que relata la experiencia de su hermano que padece una enfermedad mental y al que estafaron tras la muerte de su madre con quien convivía.
El perfil del ciberestafador emocional es una persona que construye identidades digitales falsas pero con muchos detalles, como también los problemas que inventa para arrebatar el dinero a sus víctimas, a quienes investiga para adaptar su relato.
Una vez contactada la víctimas, la estafa pasa a la fase llamada "avalancha de afecto". "Los mensajes de cariño son constantes, te hace creer que has encontrado a tu alma gemela", explica Velasco y reitera más tarde Vicente a quien se le apareció una persona con la que todo era estupendo.
Es en esta fase cuando el estafador aumenta la intimidad para conseguir el dinero, una etapa que puede durar desde pocas semanas hasta un año y en la que el delincuente da el paso para hacer creer a la víctima que ha llegado el momento de pasar al plano físico y no verse solo en el virtual, aunque nunca se acaba de encontrare el momento más apropiado.
El problema inesperado, el ciclo de abuso y la revelación
Sin embargo, la víctima ya se siente enamorada o ilusionada, momento en el que se introduce el problema médico, la deuda repentina, el problema legal y la inversión financiera de su vida.
La víctima presta dinero, si es reacia a hacerlo el delincuente manipulará, culpará o coaccionará emocionalmente a esa persona para que le haga la transferencia.
Completada esta etapa, pasará a la desaparición o al ciclo de abuso, en el que puede seguir pidiendo más dinero y, por tanto, mantiene a la víctima en ese estado de manipulación y esperanza constante.
Velasco explica que la última etapa es en la que la víctima se da cuenta y sufre un impacto devastador. "El perjuicio no solo es financiero, también supone la pérdida de un ser querido, similar al duelo de una muerte pro un ser querido". Además, siente una profunda humillación.
Cambiar la vergüenza de bando
Con este lema, la presidenta de Anceme, Blanca Frías, ha querido inaugurar los debates en los que han participado psicólogos, psiquiatras forenses y víctimas para dar a conocer un fenómeno delictivo en crecimiento propulsado por la transformación de las relaciones personales e íntimas en internet.
"Las ciberestafas emocionales son una forma de violencia digital, que tiene un impacto emocional tremendo", ha apuntado Frías, antes de abogar por medidas que no pongan solo el foco en las víctimas y la prevención sino, sobre todo, en los estafadores para frenar la impunidad de estas acciones.
Por ejemplo, Jorge Coronado, fundador de la empresa QuantiKa14 y experto en estafas internacionales, aboga por regular la publicación en redes sociales y aumentar los controles de los perfiles que se crean en las aplicaciones de citas, una medida que comparten la mayoría de las víctimas que reclaman que más concienciación y más información sobre los riesgos en este tipo de plataformas.
Y es que, según han manifestado de diferentes formas, las ciberestafas emocionales no son historias de ingenuidad, tiene víctimas muy diversas y son delitos invisibles que si no dejan de serlo serán imparables.