la invasión y conquista de Buenos Aires a manos de los británicos en 1806 dio como resultado la creación del cuerpo miliciano conocido como Tercio de Vizcaínos, que tuvo una destacada participación en la defensa de la ciudad ante un nuevo ataque en 1807.

En 1806, Buenos Aires era una urbe con una vibrante actividad mercantil que había crecido durante la segunda mitad del siglo XVIII hasta alcanzar una población de unos 40.000 habitantes. El poblado que en 1580 refundase Juan de Garay se había transformado en un puerto exportador de plata y productos agropecuarios, además de en la capital del Virreinato del Río de la Plata. El pujante comercio de la zona llamó la atención de las casas comerciales de Cádiz, lo que supuso el punto de partida para la llegada de numerosos comerciantes, entre ellos una importante cantidad de vascos, quienes a finales del siglo XVIII suponían el 35% de los comerciantes registrados en la capital bonaerense.

De hecho, los comerciantes más exitosos del momento, como Francisco Segurola, Cristóbal de Aguirre, Vicente Azcuénaga o Domingo Basavilbaso, eran procedentes de tierras vascas. Estos comerciantes mantenían, generalmente, una estrecha relación con su localidad de origen y con su familia que, a menudo, era reforzada gracias a la llegada de parientes enviados a trabajar en el negocio del familiar ya asentado. Además, estos comerciantes conseguían gracias a su riqueza y relevancia social los cargos de las instituciones coloniales como el cabildo o las milicias. Los cargos que estos comerciantes desempeñaban en la organización miliciana eran más bien una cuestión de prestigio que de habilidad militar, porque a pesar de que sobre el papel la milicia de la ciudad reuniese a toda la población masculina libre, la defensa real recaía sobre un escaso número de soldados veteranos. De hecho, los múltiples informes que virreyes y militares hicieron sobre este asunto no auguraban nada bueno respecto a la capacidad de la ciudad para defenderse. El paulatino deterioro del poder de la Monarquía en el Atlántico a causa de sus enfrentamientos con los británicos facilitó una incursión de estos últimos en junio de 1806, lo que demostró definitivamente la debilidad del sistema de defensa del Virreinato.

Unos 1.600 soldados al mando de William Carr Beresford conquistaron y ocuparon Buenos Aires durante 46 días hasta que fueron derrotados por los habitantes de la ciudad y los refuerzos procedentes de Montevideo dirigidos por el marino de origen francés Santiago Liniers. Este, nombrado responsable militar de forma provisional, no dudó en organizar una movilización general que pudiera hacer frente a una nueva y previsible invasión. El virrey Sobremonte, que había huido al entrar los británicos en la ciudad, había quedado muy desprestigiado y sería posteriormente destituido al ocupar Montevideo una pequeña expedición británica de refuerzo, en enero de 1807.

Por territorios Fue en este contexto cómo, el 8 de septiembre de 1806, surgió el llamado Tercio de Vizcaínos, también llamado Tercio de Cántabros de la Amistad en algunas ocasiones. El nuevo sistema de milicias estuvo organizado en función del territorio de origen de los habitantes de Buenos Aires, resultando en la creación de varios cuerpos, con un total aproximado de 8.000 milicianos. El Tercio de Vizcaínos estuvo formado por un total de 523 puestos entre oficialidad, milicianos, tambores y músicos, capellanes y cirujanos. Dentro del Tercio se encontraban dos compañías de asturianos, una de castellanos y una de correntinos procedentes del propio Virreinato. Los originarios de las provincias vascas y sus hijos sumaban un total de 278 plazas agrupados en otras cinco compañías sin incluir a la Plana Mayor del Tercio, a uno de los músicos, a dos capellanes, al cirujano y a su ayudante. Teniendo en cuenta que a partir de un censo de 1810 se estima una población vasca total en Buenos Aires de 350 personas, este es un dato significativo. Esta proporción tan alta puede explicarse atendiendo al perfil del residente vasco en la ciudad, determinado por una abrumadora mayoría de hombres en edad militar que habían llegado para participar en actividades comerciales.

Los milicianos del Tercio de Vizcaínos iban uniformados con una casaca azul con los cuellos, los puños y las solapas de color rojo. Los pantalones que usaron fueron blancos y las botas negras. El sombrero que pudieron utilizar fue de copa o redondo tocado con una escarapela y un penacho rojo y blanco. Además, el distintivo de los vascos era una faja de color azul claro. El uso de uniformes tenía un claro componente social, tal y como se apreciaba en los empleados por la oficialidad, mucho más elaborados y recargados, lo que alguna vez conllevó la burla de los milicianos rasos.

La oficialidad del Tercio estaba formada por comerciantes vascos próximos a las instituciones de poder, lo cual era palpable en su Plana Mayor. El primer comandante fue Prudencio de Murguiondo, comerciante monopolista, y su segundo fue Ignacio de Rezabal, dedicado exactamente a la misma actividad. Dentro de los milicianos rasos los oficios eran diversos, si bien cabe destacar que la mayoría de vascos de la ciudad estaban dedicados a actividades comerciales de diferente importancia.

Nueva invasión Esta nueva organización miliciana tuvo la oportunidad de probarse con una nueva invasión en mayo de 1807 dirigida por John Whitelocke al mando de, aproximadamente, 10.000 soldados. Los británicos reforzaron Montevideo y ocuparon la ciudad de Colonia del Sacramento, también en el actual Uruguay. El siguiente paso sería la captura definitiva de Buenos Aires. A finales de junio, Whitelocke desembarcó junto a unas 8.000 tropas al sur de la ciudad con la intención de rendirla. Para evitarlo, Liniers ubicó 6.000 milicianos frente a la posición enemiga en los márgenes de la ciudad.

La lluvia incesante de comienzos de julio tuvo como consecuencia que el mando británico decidiese flanquear el lodazal que se había formado para atacar la ciudad desde el oeste el día 2. Al percatarse de este movimiento, Liniers reunió un número limitado de tropas y acudió velozmente hasta un lugar conocido como los Corrales de Miserere, donde tendría lugar la batalla. Entre los 1.300 milicianos enviados a esa posición se encontraba el Tercio de Vizcaínos. Las experimentadas tropas británicas cargaron contra las frágiles defensas milicianas y al caer la tarde ya se podían contar unas 60 bajas y 80 prisioneros.

Los informes posteriores relatan la valentía y el arrojo de los milicianos, pero su retirada frente a tropas mucho más experimentadas parecía augurar una entrada inminente del enemigo en la ciudad. Sorprendentemente, Whitelocke decidió dar descanso a sus tropas después del combate. El tiempo logrado en esta acción permitió que el comerciante y alcalde de primer voto, Martín de Álzaga, organizase la defensa interna de la ciudad calle a calle. El asalto final británico del 5 de julio se vio frustrado por la lucha callejera, los fosos y las barricadas. Finalmente, y tras haber sufrido más de 1.000 bajas, Whitelocke aceptó la rendición.

La victoria supuso la devolución de Montevideo, Colonia del Sacramento y la posibilidad de exigir méritos y distinciones a los participantes en la defensa. A pesar de que la acción del Tercio de Vizcaínos en Miserere no había sido de una gran envergadura, su importancia justificó que tanto Liniers como el cabildo de la ciudad los distinguiese al ser "el primero que travó combate con ellos (los británicos) en los Corrales de Miserere" y por su participación en la posterior defensa de la ciudad desde las calles y las azoteas. Cabe mencionar que detrás de los múltiples elogios que el Tercio recibió se encontraba la vinculación de sus dirigentes con las más altas instancias de gobierno, particularmente con el mencionado aramayonés Martín de Álzaga, quien había costeado de su propio bolsillo la creación de dos compañías del Tercio.

Túneles Merece la pena comentar algo más de este comerciante, quien durante la recuperación de la ciudad en 1806 había conseguido armas de contrabando, llegando a excavar túneles bajo la fortaleza ocupada por los ingleses para hacerla volar con una carga explosiva. Álzaga estaba particularmente interesado en el mantenimiento del vínculo colonial con la península por la posición que este le otorgaba en Buenos Aires. Por ello, y a pesar de no contar con mando directo sobre el Tercio de Vizcaínos, consiguió que este y otros regimientos peninsulares lo ayudasen a intentar desalojar a Liniers del poder el 1 de enero de 1809. La posibilidad de hacerse ver ante el rey como defensores de sus posesiones en América era tentadora en un momento en que el comercio atlántico no pasaba por su mejor momento. Además, permitía una exhibición de fuerza ante aquellos que abogaban por la apertura del comercio con extranjeros. A través del clientelismo y el prestigio, el Tercio de Vizcaínos, al igual que otros cuerpos formados por peninsulares, participaría en las luchas por el poder político que estaban a punto de desencadenarse en la ciudad.

El autor

Mikel Gómez Gastiasoro

(Santurtzi, 1997), graduado en Historia por la UPV/EHU, actualmente cursando el máster 'Europa y el Mundo Atlántico: poder cultura y sociedad' e investigador en formación del grupo de investigación consolidado del sistema universitario vasco 'País Vasco, Europa y América: vínculos y relaciones atlánticas'.