a la vista de las últimas piruetas políticas de Trump, hay que reconocer que los EE.UU. cuentan actualmente con un presidente bíblico; la versión moderna del Esaú del Viejo Testamento. Este era la personificación de la impaciencia incontinente y Trump es su reedición moderna, en inglés neoyorkino.

Nadie en la legión de detractores del actual presidente se ha atrevido a tildarlo de tonto (porque no lo es), pero lo de incontinente va resultando obligatorio. Sus prisas, voluntarismo e impaciencia le han hecho dar más de un tropezón, el último -y más flagrante- ha sido la declaración del estado de emergencia para recaudar fondos con los que construir el muro en la frontera con México.

La lucha contra la inmigración ilegal, mayormente latinoamericana, es uno de los ejes obsesivos de la política del presidente. Y en este eje, la construcción del muro fronterizo constituye pieza fundamental. Tanto que a la vista de que su petición de fondos para esa construcción se la deniegan todos -la Cámara de Representantes, el Senado y, evidentemente, México-, ha tirado por la calle de en medio y ha decretado el estado de urgencia para poder movilizar el capital necesario.

Y aquí viene lo asombroso. Más que el muro, a Trump le importa doblegarles el espinazo a sus adversarios políticos y si la vía regular prevista por la Constitución no le sirve, ataja el problema con un recurso extraordinario que la misma Constitución prevé solo para situaciones en la que el país está en peligro. Eso de endosársela a los rivales le obsesiona tanto que al comentar con los periodistas su decreto dijo textualmente “?en realidad, no era necesario proclamarlo, pero así obtengo antes los fondos necesarios?”.

De que esto no será así -de que no obtendrá pronto (o jamás) esa partida- se encargaron enseguida de señalárselo 16 Estados: han denunciado ante los tribunales la legitimidad de la proclamación del estado de urgencia. Y seguramente se saldrán con la suya ante la Justicia o, por lo menos, en la práctica, ya que el proceso puede durar más que la legislatura. Lo más probable es que a Trump le importe ya mucho menos el muro fronterizo que las elecciones presidenciales del 2020. Dada la crispación extrema de la actual política estadounidense, Trump apuesta por exacerbar al máximo esta crispación y movilizar así en su favor a toda la gran minoría de indiferentes habituales. Estos son una masa de electores nada duchos en políticas y análisis objetivos y cuyo absentismo electoral ha beneficiado tradicionalmente al Partido Demócrata.

No hace falta decir que el cabecilla de los 16 Estados que han impugnado la declaración del estado de urgencia es un demócrata. Pero quizá haya que subrayar que se trata de un casi “hispano”. Es el ministro de Justicia del Estado de California -Xavier Becerra-, nacido en Sacramento en 1958 de madre mexicana y un padre que si bien nació en los EE.UU. es descendiente de mexicanos y pasó buena parte de su infancia y juventud en México. Xavier Becerra se graduó en Derecho en la prestigiosa Universidad de Stanford y políticamente milita en la fracción más aperturista del Partido demócrata y que lidera la senadora californiana Kamala Harris.