Bilbao

FIEL a su estilo, el Garden cerró ayer sus puertas con música, alegría, mucho bailongo y cuantioso ligoteo. La última sesión de la mítica sala de fiestas de Deusto fue eso, una fiesta más que un funeral, a pesar de que alguna clienta no pudiera contener una lágrima cuando le recordamos que aquello se acababa. "¿Y ahora qué vamos a hacer", se preguntaba Nieves mientras se relajaba tras bailar un chachachá. Eso era lo único que ayer le preocupaba a la parroquia de una de los discotecas más emblemáticas de Bilbao. "Nos han dicho que van a abrir el sábado el Holiday, así que allí iremos", comentaban al unísono Begoña y Txaro, dos habituales del Garden desde hace más de cuarenta años. Ellas, al igual que muchas de las personas que movían el esqueleto en el centro de la pista o que tomaban una consumición en animada conversación, se resignaban a que uno de los puntos de encuentro de más éxito de la capital vizcaina para los que superan los cincuenta años se convierta en un supermercado. "No podemos hacer otra cosa", señalaba Txaro, "pero que nos quiten lo bailao".

No cabía un alma. Quizá porque era un día especial, aunque los responsables de la sala decían que el ambiente era "como el de una jornada normal". Después de 42 años de intensa actividad, el Garden decía adiós. "Es una pena porque aquí la gente es maravillosa", comentaba con brillo en los ojos, Aitor Melgosa, el disc-jockey y relaciones públicas de la sala, encargado de que "la juventud baile". "Es una pena", insistía, "porque toda esta gente se va a quedar sin nada, con un gran vacío". Desde que se enteraron que se iba a cerrar, los clientes solo se le acercaban a Aitor para decirle: ¿Y ahora dónde vamos a ir? "Es lo que más me comentan" decía Aitor, "y a mí me da mucha pena porque estas personas lo único que quieren es cariño, por eso vienen aquí".

Un cariño que muchos han encontrado y que en más de una ocasión se ha transformado en amor. "Aquí se han forjado muchas parejas", decía Tomás Sánchez, que de eso sabe mucho porque lleva media vida al frente de la sala de fiestas deustoarra. Y si no, que se pregunten a Pedro y María, que se miraban como dos tortolitos sin soltarse las manos. Unas manos que delataban los más de 70 años que tenían los dos. "Nosotros nos conocimos aquí", señalaba María, "los dos somos viudos, así que decidimos vivir en pareja, no nos casamos porque perdíamos la pensión, pero somos muy felices... y todo se lo debemos al Garden".

Al Garden también le debe mucho Txaro, una mujer de 75 años, que todos los sábados y domingos queda con su amiga Begoña para bailar y charlar. "Yo hice aquí las primeras comuniones de mis hijas y todas las celebraciones familiares que te puedas imaginar, y desde que me quedé viuda no he faltado una semana". Ayer apuraba la consumición con tristeza pero con la esperanza de que "a partir de ahora iremos al Holy, que nos han dicho que lo han reformado y está muy bien".

Futuro La música, desde luego, no sonaba a despedida. El grupo Black & White, asiduo de la sala desde hace muchos años, imprimía una buena marcha a la basca, que no cesaba de bailar. Los nueve trabajadores de la sala tampoco tenían mucho tiempo para pensar en el futuro. No daban abasto. Afortunadamente, y según comentaba Tomás, uno de los socios del Garden, la mayoría de los empleados ha encontrado empleo en el sector de la hostelería. Aitor, por ejemplo, el disc-jockey, hablaba con ilusión de la nueva etapa que le espera como pinchadiscos en la discoteca Quality, en el puerto deportivo de Getxo, aunque tampoco disimular la tristeza. "He estado aquí un total de doce años, en diferentes etapas, y ha sido una etapa de mi vida muy bonita", señalaba mientras atendía a un caballero que le pedía que pusiera una canción dedicada a su nuevo amor. A partir de ahora la petición la deberá hacer en otra sala de fiestas. Las bonitas jornadas de los domingos en el Garden ya son historia.