OR carretera, cruzando el Puente Bizkaia o desde sus aguas con el servicio El Bote Tours, acercarse a Santurtzi es toparte de bruces con un pueblo volcado históricamente con el mar y todavía hoy con olor a salitre, el que aportan su bello puerto pesquero, su lonja, su estatua a la Virgen del Carmen, sus menús de sardinas y la cofradía de pescadores.

La importancia del mar en la localidad ya la expresaba la canción popular: “soy de Santurce, bonita aldea, soy del pueblo que gana en las regatas con las traineras”. Quien se acerque a ella todavía podrá sentir ese pasado en cada paso que dé por su puerto, ese que acoge a miles de personas a mediados de julio durante la procesión marítima en honor a la Virgen del Carmen, cuya estatua sirve de centinela al puerto en su extremo.

Allí, en su espigón, se debe visitar la grúa de mano construida en 1919, un magnífico testimonio del olvidado patrimonio industrial local, en cuyo entorno se instaló el monumento a los niños y niñas de la guerra, antes de realizar un paseo por un puerto emblemático, donde las embarcaciones siguen descargando y vendiendo el pescado fresco en la lonja.

Aunque probar sus famosas sardinas o un pescado a la brasa resulta accesible en cualquier restaurante del entorno, se pueden comer en el propio puerto, en un local sito junto a la Cofradía de Pescadores, que ofrece la historia marítima de Santurtzi y su entorno en el Centro de Interpretación Santurtzi Itsasoa Museoa.

En el paseo por el antiguo camino de las sardineras, en dirección a Bilbao por la bahía del Abra, nos toparemos con el barco pesquero Agurtza, de madera y antaño dedicado a la pesca del bonito. Hay visitas organizadas por la oficina de turismo para conocer la vida de las pescadoras y la ruta debería detenerse también en el palacio Oriol, de 1902, hoy reconvertido en un elegante hotel.