Setenta años dan para mucho, pero la memoria tiende a ser selectiva. Por eso, en una encuesta que pida asociar el nombre de SEAT a un modelo concreto ganará por goleada el 600. El icono de los albores de la motorización española ocupa un solar entero en la historia colectiva de varias generaciones. Probablemente lo logra más por evocar tiempos teóricamente mejores que por méritos propios. La nostalgia es un defecto que se acentúa con la edad. Pero no nos engañemos, el ‘seiscientos’ era, técnica y estéticamente, una pequeña castaña; eso sí, de entrañable recuerdo.

Su aura ha eclipsado a notables creaciones de la marca, que pasan con más pena que gloria sin que se reconozcan sus méritos. En la galería de los ilustres de SEAT figura por derecho propio el pionero 1400, un coche casi desconocido por el gran público. Su relevo, el 1500 de los años sesenta, sí resulta familiar a los más veteranos, alguno de los cuales quizá llegó a viajar en el asiento trasero flanqueado por dos ‘grises’.

Este sucesor infravalorado del 600 marcó un hito de modernidad inusual para la época. Otro ilustre del momento fue el 850, intento de rejuvenecer el mismo concepto de utilitario que contó con sofisticadas versiones Coupé y Spider. Incluso merece una mención el fallido y olvidado 133 del 74.

Mediados esos años setenta, llega la saga de las berlinas: 124, 1430, 131 y 132. Como dibujadas por un niño, las dos primeras exhibían unos rasgos rectangulares que las otras fueron suavizando. Gozaban de mayor tamaño, de superior empaque y de mecánicas “muy potentes” para la época.

En puertas de los ochenta SEAT puso Ritmo al mercado. Al caducar la licencia Fiat para su producción, decidió fusilarlo para engendrar el Ronda (1982). La marca italiana interpuso pleito por plagio, mientras que Honda protestó por la denominación. Las demandas fueron desestimadas por los tribunales.

El Ronda inauguró la tradición de denominar con topónimos españoles a los modelos SEAT. La última elección, la del Tarraco, peligró al coincidir la fecha del lanzamiento con el momento de mayor efervescencia del ‘procés’ independentista catalán. Lo cierto es que son incontables las corporaciones municipales que aún hoy se postulan como candidatas al honor de apadrinar un coche, algo que confiere notoriedad internacional a la localidad elegida. Por si las moscas, SEAT tiene registrados para este uso comercial concreto todos los nombres de ciudades españolas.

En la recta final del siglo XX surgieron creaciones como el pequeño Panda, después reconvertido en Marbella, el Málaga, el primer Ibiza y un Toledo que de inmediato se erigió en paradigma del taxi. La única excepción a la costumbre de emplear nombres de sitios (Alhambra, Córdoba, Altea, León, Inca…) se dio en 2009, con el Exeo, impecable aprovechamiento de un Audi descatalogado.

El gran salto de calidad y diseño de la marca se produce en este siglo, en el que surgen prioridades como la movilidad sostenible, la seguridad y la conectividad. En SEAT despierta el interés por la electrificación y por combustibles alternativos como el GNC, que llegan a su gama. Esta no se resiste tampoco al poderoso influjo de la moda SUV, que viste ya a tres creaciones contemporáneas: Ateca, Arona y Tarraco.

Un cambio de planes de última hora parece que va a desviar el eléctrico el-Born del catálogo SEAT al de Cupra. Así que la división deportiva recién escindida estrenará este año otro producto además del Formentor, un prometedor SUV de talla media con diseño exclusivo y potente motorización híbrida.