Levantar cabeza. Fabricantes y distribuidores de vehículos no tienen hoy otro objetivo en mente. Admiten que va a ser un proceso lento y difícil, marcado por las prioridades impuestas por la crisis sanitaria y por la marejada económica derivada de la misma. Pese a la incertidumbre, al sector no le queda otra que apretar los dientes y pisar el acelerador para recuperar el tiempo perdido. En las próximas semanas se sucederán los estrenos de productos y cabe esperar que las marcas incentiven su oferta con estrategias comerciales atractivas. Con todo, las previsiones vaticinan un desplome generalizado de los principales mercados europeos en 2020, caída que en el español podría dejar el volumen final de matriculaciones en poco más de la mitad del registrado en 2019.

A juicio de Jon Lekue, portavoz de los concesionarios de Bizkaia, "la venta de coches de todo 2020 va a ser un 60% de la de 2019 y la posventa un 75 u 80%. La rentabilidad va a caer, primero porque vamos a ser muy agresivos comercialmente para ver si recuperamos el mercado y segundo porque tenemos que incurrir en más gastos derivados de la higienización de todos los procesos. Para llegar a resultados de rentabilidad discretos, como los del año pasado, tendríamos que acabar en un 110%. Es un año complicado".

Josu Cortázar, gestor de Meuri, primer grupo de automoción de Bizkaia, afina un poco más su vaticinio. "Esperamos un boom inicial en posventa por mantenimientos acumulados, que luego se estabilizará por el descenso de los kilómetros recorridos y, por suerte, de la siniestralidad, debido al parón de dos meses. Tenemos que ver cómo evoluciona la situación económica y cómo afecta a la confianza del consumidor. Hay incertidumbre. En las previsiones económicas ni siquiera se ponen de acuerdo el Fondo Monetario Internacional y el Banco de España".

En lo que Lekue y él coinciden plenamente es en el perjuicio que causa a la actividad de sus empresas la indefinición de la administración en asuntos como la resolución de los ERTE. "Estamos teniendo que tomar decisiones a nivel económico y empresarial con mucha incertidumbre y muy poca seguridad jurídica. Estamos permanentemente pendientes del BOE, sin poder dar una respuesta a nuestros clientes y a nuestras plantillas".

Por otro lado, en el mundo del automóvil cunde la sensación de estar asistiendo a un cambio de ciclo. Es como si estos dos meses de absoluta parálisis hubiesen hecho saltar los fusibles a una parte de la clientela, que amaga nuevas pautas de consumo.

Uno de los efectos colaterales de la pandemia de coronavirus es la relativa toma de conciencia medioambiental. La imposibilidad de mover el coche durante semanas ha revelado que, en ocasiones, ese uso habitual era gratuito y prescindible. La reducción del tráfico y de la actividad industrial, también ha propiciado una grata y evidente mejora en la calidad del aire. Todo ello podría traducirse en un uso más racional de los vehículos, además de en un aumento en la demanda de modelos más eficientes y sostenibles.

Asimismo, el miedo al contagio de coronavirus está induciendo a algunas personas a eludir el transporte público y recurrir al privado; se convierten así en clientela potencial de vehículos nuevos y también de VO. Otras, en cambio, han descubierto que existen maneras de disfrutar de un coche distintas a la clásica adquisición. Las alternativas en auge son, fundamentalmente, dos: el alquiler puntual (carsharing) y el pago por uso (renting para empresas y particulares).

"El concepto de compra está quedando obsoleto", resume Cortázar. "Muchos de los cambios disruptivos en el sector se van a acelerar. Por ejemplo, la digitalización, no en cuanto a comunicación con el cliente, sino a nivel de procesos de las propias compañías como la posventa. Que puedan desaparecer los soportes físicos en las órdenes de trabajo, la recepción de los coches o la presentación y aceptación de presupuestos. Podemos hacerlo todo de manera digital. El coche conectado permite ya hacer un diagnóstico a distancia".