QUIÉN no tiene fotografías de un minutero, aquellos retratos pequeños en blanco y negro que quedaron guardados en un cajón? En un mundo conquistado por las imágenes digitales y por los selfie todavía se ven por las calles de pueblos y ciudades fotógrafos con cámaras hechas a mano que emulan modelos de comienzos del siglo XX; se presentan como personas que prometen a cualquier viandante una experiencia fotográfica a la antigua usanza: retratos que tardan unos minutos en realizarse y revelarse.

María Ángeles Fernández forma parte de la asociación de minuteros del Estado. Esta fotógrafa gastronómica, con familia bilbaina por parte de padre, lleva todo el verano recorriendo diferentes ciudades y sacando retratos vintage . Entre sus ciudades este año ha recalado en la villa. “Me hacía mucha ilusión venir a Bilbao porque la familia de mi padre es de aquí. He venido mucho de fiesta, pero a trabajar es el primer año. De la última vez que estuve aquí la ciudad ha cambiado y ha evolucionado mucho”, relató.

A María Ángeles desde siempre le ha fascinado el mundo de la fotografía, de hecho todavía recuerda cuando en sus inicios su padre le regaló con su sueldo la primera cámara profesional para que empezara a trabajar en ello. “¡Ay si mi padre me viese aquí, en medio de Bilbao, sacando fotos con una cámara minutera. Le encantaría!”, recordó.

El interés por este mundo de la fotografía antigua despertó para María Ángeles hace siete años cuando, tal y como explica la fotógrafa, realizó una entrevista a José Luis, minutero de la explanada de Alicante. “Me dijo: te veo yendo con una cámara de estas. La verdad es que cuando me lo dijo yo no me veía por las calles tirando de un carro de madera”, lanzó. Pero se equivocó. El año pasado José Luis volvió a ponerse en contacto con ella y le mandó una foto del cuerpo de cámara que tenía. “Me maravilló”. “Tenía dinero para invertir en un equipo de fotografía digital nuevo y, al final, decidí invertirlo en un minutero”, relató.

La fotografía minutera surge entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Según recuerda María Ángeles, este tipo de fotografía nació como una alternativa a la fotografía de estudio ya que ésta era cara, centrada en las urbes y accesible solo para las personas adineradas. “Sirvió para retratar a personas que de otra manera no hubiesen tenido registro. El fotógrafo minutero era el fotógrafo de los pobres”, explicó María Ángeles. Por eso este tipo de fotografía encontró su sitio en plazas, alamedas, aldeas, paseos y también en pueblos sin excepción.

El Arenal de Bilbao se ha convertido para María Ángeles en el espacio en el que ha posado su gran caja de madera a través de la que ha retratado a infinidad de personas. “La gente que se acerca son personas que se interesan por la fotografía, a las que les gusta este mundo. También hay muchos que no saben lo que es y que me ven, miran y preguntan para interesarse por ello”.

En opinión de María Ángeles, los retratos en blanco y negro que salen de estas cámaras en cuestión de minutos son “especiales” y además ofrece una gran satisfacción a quien los realiza. “Me encanta poder hacer algo con mis propias manos. Durante la carrera tuve la oportunidad de hacer laboratorio, revelado... Una parte era de fotoperiodismo y tuve la suerte de tener a un profesor que nos metió el gusanillo de lo que es el laboratorio”. Sin embargo, nunca imaginó que terminaría retratando a las parejas como antaño. “Es mi mundo paralelo. No me dedico a ello todo el año. A mi marido e hijo les tengo de un lado a otro, pero ellos me ven feliz y me apoyan”, concluyó.