ALLÁ en la desembocadura o el nacimiento de la plaza, según se mire, campea la cabeza de bronce de un intelectual, Miguel de Unamuno. El busto, que fue robado y arrojado a las aguas de la Ría años atrás, ahí sigue, impertérrito. No ha estado siempre, claro. Es más, el propio Miguel ni siquiera había nacido cuando fueron construidas las calzadas de Mallona, en el muy lejano 1745, sobre la pequeña meseta delantera del Monte Artagan. A Miguel le falta aún casi siglo y medio para conocer aquel Bilbao que tanto le cautivó. Es de suponer que conoció las calzadas que tuvieron el uso de una puerta hacia Begoña y de punto de arranque del camino de Zamudio. Llegan, en un primer término, hasta el emplazamiento del antiguo cementerio de Mallona, que fue el primer cementerio civil de la villa, al prohibir los franceses, en 1808, el enterramiento en las iglesias según órdenes de José Bonaparte. Este cementerio se inauguró en 1830.

Para allanar y facilitar el penoso camino de ascensión al santuario, se comenzó a recoger limosna pública, y, en sesión del 12 de febrero de 1745, el Ayuntamiento decretó perfeccionar dicha obra haciendo calzada con escalas. Pedro de Norzagaray y Sarría, beneficiado de la villa y cura rector de la iglesia de Begoña, fue comisionado por el Ayuntamiento para que aplicase las limosnas con que contribuían los devotos para este intento; zanjando en aquel año de 1745, el día 12 de febrero, el pleito que tenían con la villa los religiosos del convento de la Santa Cruz, oponiéndose a la reforma y pretendiendo se les hiciese una lengüeta o camino para su servicio exclusivo.

Cuentan las crónicas que ante tal prohibición el Ayuntamiento compró el caserío de Mallona -de ahí proviene el nombre...- y todas sus pertenencias, para construir el mencionado cementerio, del que sólo queda su puerta principal, consistente en un arco neoclásico, obra de Juan de Belaunzaran, con intercolumnas dóricas a ambos lados y una inscripción alusiva al lugar. El cementerio de Mallona fue clausurado en 1927, al ser trasladado al nuevo cementerio de la localidad de Derio.

Digamos que hasta aquí el número de escalones es de 311, con 46 descansillos. Una vez subidos otros 207 escalones, existe una desviación a la izquierda, con 62 escalones más, que comunica con la zona del ascensor de Begoña, que parte de la calle Esperanza, junto a la iglesia de San Nicolás. Y al de 244 escalones, nos encontramos con la citada puerta principal y 50 escalones más que te conducen, también, a la parte alta de la zona del ascensor de Begoña.

Según se sube, a la derecha, el paisaje es variado y variopinto. El paseante podrá ver la estación del F.C. de Lezama (que dejó de estar en servicio con la inauguración del Metro) y debajo de esta, la estación Casco Viejo del metro. Hoy en día la vieja estación alberga el Museo de Arqueología y Prehistoria de Bizkaia. Unos metros más arriba aparece el Grupo de viviendas Santo Domingo de Guzmán, que se construyó sobre el solar del antiguo convento de la Santa Cruz, incendiado en 1967.

Entremos ahora en el barrio de La Cruz, construido por iniciativa del jesuita P. Remigio Vilariño -tiene una calle en dicho barrio...- y con varias calles perpendiculares a las Calzadas de Mallona. Cuenta, en el otro extremo, con una iglesia conocida por el nombre de Santa Cruz y con una pequeña plaza en la que puede verse una escultura del Sagrado Corazón de Jesús, más antigua que la que se yergue al final de la Gran Vía, ambas promovidas por los Padres Jesuitas.

Miremos ahora, de salida, a mano izquierda. En el número 1 existe una placa del Ayuntamiento recordándonos que en esa casa nació, el 25 de marzo de 1875, Nemesio Mogrobejo, uno de los escultores vizcainos más vitales y románticos de principios del siglo XX. Nemesio opositó a una beca convocada por la Diputación de Bizkaia y se fue a París con apenas veinte años. Allí conoció a la mujer de su vida, una austriaca que murió en 1898, produciéndole un gran impacto. Nemesio esculpió la lápida para su tumba, una gran obra. Una enfermedad fue arrinconándole y, en sus últimos momentos, se trasladó a Austria, donde murió en abril de 1910, a los 35 años de edad.

Paralelo a las escaleras, se encampana por la izquierda un camino de caballerías con la suficiente anchura para encontrarse, en direcciones contrarias, a dos caballerías cargadas. Con el tiempo ha tenido alguna modificación. Este camino se junta con las escaleras en la portada del antiguo cementerio de Mallona, una vez subidos los 311 escalones ya mencionados.

Una procesión cívica sube todos los años por estas Calzadas de Mallona, en recuerdo de los Auxiliares muertos durante los últimos sitios carlistas a Bilbao y también suelen ser utilizadas para hacer los Vía Crucis hasta la basílica de Nuestra Señora de Begoña, en especial las situados en el emplazamiento del antiguo cementerio. La ascensión se encuentra con los ascensores del metro. Enfrente aparece el campo de fútbol de Mallona y detrás de este campo se encuentra el parque de Etxebarria con la centenaria chimenea de ladrillo en pie, arqueología industrial que recuerda a la fábrica de Etxebarria que allí se ubicaba.

Y continuando por la parte lisa de las Calzadas de Mallona, uno se sitúa en la calle Virgen de Begoña por donde prosigue hasta llegar al Camino del Polvorín, que debe su nombre a la existencia de un almacén de pólvora y municiones de la anteiglesia de Begoña, utilizado durante las guerras carlistas. La calle María de Aguirre recuerda a una ilustre dama, nacida en Liverpool en 1868, ferviente devota de Nuestra Señora de Begoña, que donó la magnífica corona que sirvió para la Coronación canónica de la imagen el 8 de septiembre de 1900.

Por último, la calle Virgen de Begoña te conduce directo hasta la basílica. Pero antes, pasas por encima de la calle Amadeo Deprit que era, más o menos, el antiguo camino que seguía el tranvía número 11 que te conducía a Begoña. Más adelante, cuando comienza a subir los 28 escalones que restan y tres amplios descansillos, a mano izquierda se halla el cementerio de la anteiglesia de Begoña, con una inscripción en la que puede leerse aún el lema “Esta es al fin la entrada obligatoria, que conduce al Infierno o a la Gloria”. Acojona.