QUELLA, la suya, fue una vida trepidante, puro terremoto. Incluso cuando aún solo la conocían como Aurora Purificación Mañanós Jauffret. Hija de Bilbao, tuvo una infancia ilustrada y cosmopolita, a diferencia de la mayor parte de las estrellas del género del cuplé, procedentes de clases sociales bajas No solo poseía una sólida formación intelectual -hablaba inglés, francés e italiano, además de su lengua natal...-, sino que también adquirió conocimientos de solfeo y piano en la Escuela del Sagrado Corazón de Madrid, donde empezó a descubrir un fuerte interés por el mundo del teatro.

Por aquel entonces, su madre, la bilbaina Aurora Jauffret, se había casado con el famoso pelotari Miguel Zabarte, el cual ya tenía victorias, fama y fortuna en México, país al que la familia viajó a menudo. En aquellas tierras Aurora conoce y se forma con María Conesa, una artista española de entre las más famosas durante cincuenta años del arte frívolo mexicano. Ya iba forjándose en el camino.

Cuando regresa a Europa decide probar suerte y aventurarse finalmente en el mundo del espectáculo, consciente del abanico de cualidades que poseía. El conocimiento de algunos idiomas, la habilidad al piano, la formación de canto con el barítono de Gipuzkoa, Ignacio Tabuyo, y la originalidad del diseño con que elaboraba ella misma sus vestidos, fueron de gran ayuda para no dejar indiferente el público e iniciarse con un gran recibimiento en el panorama artístico, causando asombro y expectación en cada aparición.

Cuentan las crónica que organizaba en su casa tertulias literarias, rodeándose de escritores como Jacinto Benavente, Ricardo Baroja o Valle-Inclán, mostró una temprana atracción por el teatro hasta debutar, con 16 años, en el Trianón Palace de Madrid en 1911, el más prestigioso coliseo de la ciudad, gracias a Álvaro Retana, quien le puso el nombre artístico de la Goya, aprovechando uno de los periodos de revalorización del pintor aragonés. Recibía una paga de cien pesetas diarias, cuando el sueldo común para las cupletistas principiantes era de siete. Había arrancado desde la cima en pos del cielo.

La popularidad de su vida pública se acrecentó con el largo noviazgo que mantuvo con el torero Ricardo Torres, Bombita, otro ídolo de la época. Acapararon portadas y su nombre fue engrandeciéndose hasta el ocaso del cuplé en pos de artes emergentes como el jazz, el tango o el cine. No era fácil abrirse camino frente a semejantes avances y Aurora se retiró de ese universo del espectáculo, sin perder contacto con los salones burgueses e intelectuales de la época.

La artista cultivó su amistad con algunos miembros de la familia Delgado Zuleta, lo que propició que pasara largas temporadas de su vida en Sanlúcar de Barrameda, más concretamente en casa de los condes de Monteagudo. En 1914, el bodeguero sanluqueño José Delgado Zuleta ofreció a la artista la posibilidad de poner su nombre artístico a su Manzanilla pasada, convirtiéndose la Manzanilla La Goya en una de las más prestigiosas y de más calidad del entorno bodeguero andaluz.

Por destacar algunas curiosidades de su vida, se puede reseñar que llevaba un vestuario personalizado para cada número, una práctica que no tardó en ponerse de moda entre las otras artistas, lo que justificaba así su apodo de canzonetista transformista. En aquel primer debut interpretó Ven y ven, una canción de creación propia, hábito que mantuvo a lo largo de casi toda su carrera, y que fue un gran éxito trascendiendo más de ocho décadas en su fama. Fue pionera al llevar el cuplé a los teatros, mérito que al que sumar las primeras grabaciones en su género. Murió joven, en 1950. Hoy apenas la recuerdan.

Fue mujer de alta preparación y pionera al llevar el cuplé a los teatros, mérito al que sumar las primeras grabaciones

Mantuvo un noviazgo con el torero ‘Bombita’, acaparó portadas y dio su nombre, ‘La Goya’, a una célebre manzanilla