El doctor Alphons Endoskope se licenció en medicina general, obstetricia, urología y podología en la universidad de Legoland. Se especializó en el tratamiento de golondrinos y chegas en Jarbar, con postgrado en legañas y sabañones por Yale Vale. Como no podía ser de otra forma, tal formación llamó la atención de un joven Donald Trump, cuando lucía todo el pelazo y manejaba el certamen de Miss Universo. Esto le valió al doctor para ser contratado como médico personal del hoy presidente de los Estados Unidos, también conocido como el Cretino Más Poderosos del Mundo.

Endoskope ha saltado a la actualidad tras el reciente positivo por coronavirus de Trump. Él ha sido quien ha dirigido el tratamiento que ha seguido el inquilino de la Casa Blanca. “Es un privilegio y una responsabilidad tener en mis manos la salud del Presidente. Soy consciente de que soy envidiado. Muchos quisieran tener un privilegio como el que supone ponerle los supositorios a Trump. Es el culo más importante del planeta”, manifiesta con indisimulado orgullo profesional el doctor.

Muchas gracias por atendernos, señor Endoskope

—- Nada, nada. Me da mucha guerra, valga la redundancia, pero solo tengo un paciente. Dispongo de tiempo. Dispare. Jaja. Lo de “dispare” siempre se puede decir a un europeo, ustedes entienden la metáfora. A Donald no he tenido coraje de decírselo jamás, que saca el 45.

Le alabo la prudencia. Y disparo. ¿Qué tal está la salud del presidente?

—Pues hombre: padece pies planos de toda la vida, juanetes y dedo martillo desde los 50, hipertensión y colesterol desde los 52, hemorroides cada vez que se tienen que reunir con los chinos, ataques de gota cuando tiene que reunirse con Putin, halitosis cuando se reúne con los mejicanos, pitopausia, artritis neuronal, cataratas como las del Niágara... ah, y es un poco tartaja, pero nadie se atreve a decírselo y alaban su acento neoyorquino. Por lo demás, el presidente está como un roble; sobre todo dentro del cráneo, es puro serrín.

Esa es una visión general que le agradezco. Aunque me refería a cómo ha salido de su reciente infección por coronavirus.

—Pues ya está en el jacuzzi trabajando a tope. Le di el alta anteayer, justo cuando me lo ordenó. Así es Donald, un currela infatigable. Fíjese si el hombre se parte el pecho por su país, que va a aprovechar el puente de El Pilar para realizar un viaje oficial a las Bahamas. Sacrificio tras sacrificio.

¿Qué terapia le han aplicado?

— Pues unas cataplasmas calentitas de clara de huevo con romero en el pecho y parches Sor Virginia en la espalda. Renovamos mañana y tarde. Un poquito de Vicks Vaporub cada noche, en friegas sobre las costillas. Y, muy importante, un puntito de Vicks también en los párpados, para que le piquen los ojos al abrirlos y así se duerma sin dar la murga. Esto es lo que nuestros laboratorios más avanzados nos han recomendado para luchar contra la covid-19. No se han establecido otras vías de momento. Aunque, no pierdan la esperanza, están probando ya con cataplasmas a base de cayena y se auguran resultados seguros.

Madre mía, cómo estamos. Eheee… ¿Y todo aquello de la lejía, los desinfectantes en cubata y tal?

— Naturalmente, lo testamos con voluntarios del Servicio Secreto antes de dárselo al presidente. Y, en fin, los cuatro agentes que hicieron gárgaras con lejía no volverán al coro del Servicio Secreto; los que inhalaron vahos de desinfectante necesitarán gafas de culo de vaso de por vida; y los que tomaron amoniaco con cola, esos... el homenaje y la ceremonia de entrega de condecoraciones a la familia se celebrará el próximo 14 de julio. Unos heroes.

El presidente Trump ¿Perdió la calma cuando se enteró de que estaba infestado?

— En absoluto. Donald es un hombre de gran coraje y valentía contrastada. Además, él aún cree que cuando das “positivo” estás bien. Que lo malo es “negativo”. Así que de ríe de todo. No he querido explicarle a fondo el significado real de “positivo” y “negativo” en los chequeos del coronavirus. Además, tampoco tengo ganas de hacer una presentación con diapositivas de

cuatro horas. Total, para que él me espete que vio el capítulo de ‘Barrio Sésamo’ que explica las diferencias entre ‘positivo’ y ‘negativo’. Se que es verdad, lo vio en la universidad

Quizá debiera usted insistir. Al fin y al cabo es usted su galeno.

—¿Galeno? ¿Qué es eso? ¡No se atreva a insultarme! Yo no soy francés. ¡Retire eso de galeno!