Cojamos al azar a un cronista de la época para leer aquel despegue: "Digamos ante todo que el arquitecto autor del proyecto, don Pedro de Asúa, ha sabido sacar de la irregular superficie sobre la que se levanta el edificio todo el partido posible, subordinando a la regularidad, magnitud y suntuosidad de la sala, todos los detalles de distribución de las demás dependencias, sin que esto quiera decir que carezcan de comodidades, ornamentación espléndida y condiciones apropiadas al uso de cada una de ellas. El decorado de la sala es sencillo, por elegante. Ofrece la alegría de los tonos dorados. La luz eléctrica es abundante y su distribución muy acertada". Así hablaban los periódicos del día de Nochebuena de 1916, un día después de aquel sábado, 23 de diciembre, en el que el Teatro Coliseo Albia alzaba el primer telón de su vida.La plaza del mercado viejo había estado muy concurrida, con vendedores que ofertaban aves, frutas y embutidos para su consumo en la Nochebuena cercana. En la reluciente cartelera se anunciaba una ópera requerida por los aficionados. Nada menos que Otelo, de Verdi. Al decir de la crítica local, "la bonita y amplia sala estaba ocupada casi en su totalidad por un entendido y distinguido público".

Viajemos unos días atrás. El proyecto de construcción de un nuevo teatro-circo en Bilbao había sido promovido por iniciativa de la Sociedad Anónima Albia, formada por varios empresarios entre los que se encontraba Ramón Goicoechea, antiguo propietario del teatro-circo del Ensanche, quienes vieron en el reciente incendio y destrucción del Teatro Arriaga una oportunidad para ocupar el hueco dejado en la programación de espectáculos en la Villa. Era el teatro en lucha por su supervivencia en Bilbao, un ave Fénix resurgiendo de sus cenizas. Fueron ellos Vicente Llaguno, luego presidente de la entidad; Ramón Goicoechea, que afrontaría las tareas propias de la gerencia; y Luis Barandiarán, más tarde secretario quienes dieron el paso. El trío contó con el concurso inestimable del joven arquitecto Pedro de Asúa, artífice de que el nuevo local fuera el de mayor aforo de entre los existentes.

Hagamos unas precisiones. El 24 de noviembre de 1912, el Teatro-Circo del Ensanche no ardió. Se convirtió, eso sí, en el centro informativo de la Villa debido a un luctuoso suceso. Una falsa alarma de incendio durante la proyección provoca el pánico entre el público que en aquel momento llenaba la sala, provocando una avalancha con el fatal desenlace de cerca de cincuenta muertos, la mayoría de ellos niños que asistían a la sesión vespertina. Los asistentes estaban sensibilizados por el clima de inquietud suscitado por diversos incendios e incidentes en las salas de espectáculos, lo que con toda probabilidad, avivó el pánico entre el público.

El fuego del Teatro Arriaga fue, ahora sí, real. Durante la noche del 22 de diciembre de 1914 un incendio redujo a cenizas el edificio, perdiéndose en el mismo el valioso archivo del teatro. La reconstrucción fue encargada a Federico de Ugalde, quien planteó la renovación de todas las estructuras del edifico, dotándolo de mayor amplitud y seguridad. Ya ven, aquellas navidades del 16 del pasado siglo ofrecían una oportunidad para jugársela con un nuevo teatro.

El edificio contaba con una superficie de nueve mil metros cuadrados y el mayor aforo de la ciudad, con capacidad para dos mil espectadores distribuidos entre patio de butacas, plateas, palcos y anfiteatro. También contaba con un paraíso de bancos corridos, habitual en la época, que permitía incrementar el aforo. Contaba también con modernas medidas de seguridad para paliar el temor que los recientes incendios en este tipo de edificaciones.

La programación del Teatro Coliseo Albia constaba de una gran variedad de espectáculos, entre los que cabía el drama, la comedia, la ópera (programó casi 50 temporadas de ópera bajo el nombre de Teatro Coliseo, y por su escenario pasaron grandes figuras como María Callas, Montserrat Caballé, Luciano Pavarotti o Alfredo Kraus...) y la zarzuela, además de actuaciones musicales, circenses y de variedades. En los años veinte, el Coliseo Albia editaba una revista con cerca de diez mil ejemplares de tirada semanal dedicada a la información y crónica de sociedad del mundo del espectáculo, una iniciativa destinada a atraer la atención del público espectador que pronto sería seguida por otras empresas del sector.

Usos variados

Los usos dados al edificio han sido variados. En el año 1958, el edificio fue reformado por el arquitecto Rafael Fontán. En esta reforma se recortó el vuelo de las plateas, se realizaron las columnas de fundición, se substituyó el muro de carga de ladrillo por un muro de hormigón y se aumentó el vuelo de los anfiteatros y fachadas, entre otras actuaciones.

En 2006, cinco años después de su cierre en el mismo año que cumplía 85 años, se procedió a la demolición de la marquesina que enmarcaba el acceso principal por Alameda de Urquijo, ejecutada en su día en la ya citada reforma. Para la rehabilitación de la fachada se empleó detergente para eliminar vegetaciones, grasas y suciedades orgánicas. Asimismo, se repararon artesanalmente los elementos decorativos como cornisas, figuras ornamentales o escudos. Por último, se ha aplicado también una capa de resinas acrílicas al disolvente como endurecedor de mortero antiguo, además de dos capas de mortero especial en base cemento de máxima adhesión para tapar fisuras y grietas.

En la actualidad el edificio aloja el hotel Sercotel Coliseo, el restaurante Ibaigane y el Gran Casino Bilbao. Conserva la misma estructura y distribución que tenía en sus orígenes y secciona los espacios para separar los diferentes establecimientos. El Hotel Sercotel Coliseo es el negocio más joven de los tres que se alojan en el edificio, gestionado por la cadena Sercotel hoteles cuenta con 97 habitaciones e instalaciones nuevas, inauguradas en 2011. El Luckia Casino Bilbao mantiene la conexión visual de las dos plantas en uso, a través de una escalera casinera y con una fantástica barandilla de latón brillante. Mantiene un restaurante gastronómico en la primera planta, así como un gastrobar en la planta baja a pie de calle con una terraza que da a la calle Lutxana. He ahí toda una vida.