A ciudadanía va calentando motores de cara a las fechas navideñas, y comerciantes y mercaderes se frotan las manos a la espera de que las arcas de los negocios vayan llenándose de ricos y abundantes euros, en un ambiente de incertidumbre por el repunte de la pandemia. Llegan las fechas en las que los corazones se reblandecen y jugamos a ser buenos, a expresar sentimientos de solidaridad y concordia entre hermanos.

El sorteo extraordinario de la lotería nacional, conocido como el Gordo de Navidad carga nuestros corazones de hermandad e ilusión compartida entre quienes juegan pequeñas o grandes cantidades de dinero al albur de los bombos cantados por los niños y niñas de San Ildefonso, capaces de llenar la mañana del día 22 de diciembre de ilusión y esperanza y fraternidad. La lotería, concesión real desde tiempos del monarca borbón Carlos III es un mecanismo ilusionante para soñar con un golpe de suerte y alentar esperanza de cambio y mejora del estatus social de los agraciados por la fortuna.

Todas las navidades las televisiones nos ofrecen pequeñas joyas videográficas con las que los responsables de la ONLE quieren encender el sueño de la afortunada lotería en cualquiera de los millones de hogares en la Navidad que ya se anuncia próxima. Es tiempo de lotería que une a cercanos y lejanos en un empeño común de compartir y mejorar el azacaneado vivir que nos azota día a día. Compartir estas fiestas llenas de calor humano y espumillón barato en las que todos somos buenos, todos queremos felicidad ajena y personal, todos sentimos un cosquilleo fraterno cuando deseamos Eguberri on, Feliz Navidad o Merry Christmas, expresiones que descubren nuestros profundos sentimientos de solidaridad, cordialidad y deseos de tiempo mágico desde el bombo de la lotería, los villancicos de la nochebuena hasta el sentimiento compartido de paz, unidad y hasta si me aprietan, felicidad, que por una noche en el año, todos somos buenos. ¡Vayan preparándose!