L final del verano llegó y tu partirás, yo no sé hasta cuándo este amor recordarás pero sé que en mis brazos yo te tuve ayer, eso que nunca yo olvidaré...”. Esta es parte de la letra de una célebre canción del Dúo dinámico que viene de perlas en este cierre de estación, con el recuerdo del mar, las montañas y los paisajes que nos han acompañado a lo largo del verano que ya declina.

Y el tiempo de ocio se transforma con las estacione de otoño e invierno, y la tele ocupa lugar importante en el consumo del tiempo libre, camino de un nuevo ciclo temporal que como rueda de la fortuna marca los días y las noches, y la tele se convierte en epicentro de la vida social, familiar y personal. Es el momento en el que la tele se hace grande, muestra sus capacidades cautivadoras del personal con retransmisiones, series, concursos, productos clásicos y novedosos en la marcha triunfal del receptor televisivo.

En septiembre, los escaparates de las grandes y pequeñas cadenas de lanzan a la pelea, a la conquista de tiempos de consumo en un nuevo reto por ser los más consumidos, más notorios, más populares. Es el tiempo de las novedades, de ofrecer programas con gancho, señorío y empaque, en un ejercicio competitivo agotador que no perdona a los débiles y premia a los agresivos, creativos y singulares. Las parrillas de programación se llenan de nuevos títulos, los horarios de emisión se ajustan para conseguir más adeptos, los presentadores pelean para quedarse con el favor del público, y todo es un sinvivir camino del éxito, el triunfo y la gloria. Es la tele de nuestros días que ahora se coloca en pista para iniciar la poderosa carrera que durará, lo que la audiencia decida, en los venideros meses de otoño e invierno. Una nueva cruenta guerra entre emisoras de tele ha comenzado. El problema de este negocio: que no hay sitio para todos. Son las nuevas apuestas de futuro.