Con la estructura y el misterio del drama judicial, el director francés Stéphane Demoustier plantea en su segundo largometraje, La chica del brazalete, cuestiones de calado como la distancia entre padres e hijos, el impacto de las redes sociales en la adolescencia o la libertad sexual de las mujeres.

"Por progresista que sea, a la sociedad aún le cuesta aceptar que una mujer ejerza plenamente su libertad sexual, no se ve como lo normal", ha asegurado en una entrevista con Efe el director, guionista y productor, durante una visita promocional a Madrid.

Demoustier debutó en 2014 con un primer largo, Tierra batida, que fue seleccionado por el Festival de Venecia y que también giraba en torno a las relaciones familiares.

La chica del brazalete está protagonizada por la debutante Melissa Guers, arropada por rostros conocidos del cine francés como Chiara Mastroiani, Rochsdy Zem y Anais Demoustier (hermana del director), y plantea el caso de Lise, una joven de 16 años acusada de haber asesinado a su mejor amiga. Durante el juicio, sus padres la defienden de manera inquebrantable, pero a medida que afloran detalles de su vida se preguntan si realmente la conocen.

La película parte de un caso real que ya había inspirado otra película argentina, "Acusada" (2018) ¿por qué le atrajo?

- Mi productor me habló de ella, me baso en la misma historia pero mi punto de vista es el de los padres, lo vertiginoso que debió de ser para ellos, quería poner en valor la cuestión de si conocemos realmente a nuestros propios hijos y por otro lado, a través de esa chica, hacer un retrato de la juventud actual.

Usa la estructura de un drama judicial que no es muy común en el cine francés.

- Cierto, es más habitual del cine americano, aunque hay algunos buenos ejemplos franceses como "Le procès de Jean d'Arc" de Bresson o "Le procès" de Cluzot. Me atraía porque un juicio implica suspense, es un pequeño teatro, con roles y al final un veredicto. Es una estructura ideal para una película.

Sin embargo, usted no se ajusta del todo a los cánones, porque el suspense acaba por pasar a un segundo plano.

- En las películas de este tipo al final hay una especie de verdad universal que lo aclara todo, pero lo que yo quería es que el espectador se pusiera en la piel de alguien que asiste a un juicio real donde es frecuente que no haya pruebas irrefutables, es más una cuestión de credibilidad y de dudas.

A medida que la historia avanza surge el otro tema, si el padre va a aceptar a su hija después de lo que se revela en el juicio y creo que eso acaba por resultar más importante que saber si es o no culpable.

La distancia entre padres e hijos ¿es algo universal o los cambios tecnológicos, internet, las redes sociales, lo han acentuado?

- Es universal, la distancia entre generaciones siempre ha existido y es necesaria, los jóvenes necesitan aislarse para emanciparse. La diferencia es que ahora tienen las redes sociales que a esa edad conllevan una violencia terrible. Siento compasión por ellos, no me habría gustado crecer con redes sociales y además son las primeras generaciones que lo tienen, les da en plena cara, sin filtros ni medidas de protección.

No debe ser fácil aceptar que tu propio hijo es un desconocido. ¿Qué conclusiones ha sacado personalmente?

- Tener un hijo es amarle y a la vez aceptar que no nos pertenece. Para que puedan realizarse es preciso aceptar su alteridad, que es total. Pero normalmente en la vida es algo que se negocia más suavemente; en la película, con la crisis que supone el juicio, esta cuestión adquiere proporciones más grandes, el efecto se multiplica por diez.

Otra cuestión delicada que aborda es la sexualidad de los hijos.

- Sí, es algo que normalmente se silencia, no se habla, pero el juicio obliga a hablar y pone en evidencia que la relación de esta chica con su sexualidad, y quizá es algo generacional, no tiene nada que ver con la de sus mayores, lo que no quiere decir que sea un problema, pero es diferente y esa diferencia es violenta para los padres.

También se aprecia cómo quienes juzgan a la protagonista usan su vida sexual en su contra, ¿hay una denuncia implícita en eso?

- Un tribunal no debería abordar el tema de su libertad sexual, pero lo ponen sobre la mesa. Por progresista que sea, a la sociedad aún le cuesta aceptar que una mujer pueda ejercer plenamente su libertad sexual, no se ve como algo normal.

Un tribunal aplica la ley y no la moral, pero es frecuente que se apele a estas cuestiones porque causan impacto en los jurados populares, es algo que vi en los juicios a los que asistí para preparar la película.

¿Qué más descubrió en esas sesiones?

- Quería asegurarme de que lo que escribía era verosímil, me dio algunas ideas. El personaje de la fiscal, que hace mi hermana (Anais Demoustier), iba a ser un hombre de 50 o 60 años. Pero en el tribunal vi que a menudo eran mujeres y jóvenes y que cuanto más jóvenes, más agresivas, eso me interesó, me di cuenta de que no era una cuestión generacional sino más bien de clase social.

Hablando de roles, en su película hay otros que tampoco son tradicionales: es el padre de la acusada quien está a su lado y la madre la ausente. ¿Cuál es la intención?

- Quería que la película reflejara el mundo actual y creo que hoy eso sería perfectamente posible, no es el reparto clásico de roles en familia.