Cuando haces el bien, ¿qué puede salir mal? Esa es la pregunta que el director francés Gilles Legrand ha buscado responder con su último filme, Buenas intenciones. Y es que el director de proyectos como L’odeur de la Mandarine (2014) reflexiona ahora sobre ese compromiso social y humanitario en el que, a veces, “se ven involucradas personas con muy buena voluntad pero pocos medios y formación para solucionar muchos de los problemas tan graves de nuestra sociedad”, apunta. Y lo hace, eso sí, desde una perspectiva humorística, como una comedia agridulce. Porque, ¿se utiliza el altruismo y la solidaridad como una manera de sentirse mejor uno consigo mismo?

Esa es una de las cuestiones que ejemplifica la protagonista del filme, Isabelle -Agnés Jaoui-, una mujer adicta a las causas sociales que imparte clases de Lengua a personas inmigrantes en un centro y que deberá afrontar la llegada de una compañera que podría quitarle su puesto. “No creo que exista el altruismo puro, creo que todos tenemos cierto sentimiento de culpa, carencias afectivas o razones más complejas que nos llevan a ser solidarios, explica Legrand sobre el motor del filme y de su protagonista, Isabelle, interpretada por la polifacética Agnès Jaoui -intérprete, directora, guionista- como “la actriz ideal” para el mencionado papel.

Para completar el elenco, además, eligió a una serie de actores no reconocidos, muchos de ellos inmigrantes reales y que afrontaban su primera actuación. “La película no perdona a nadie, ni a los que dan ni a los que reciben. Ni a Isabelle, su familia ni a los estudiantes”, avanza el cineasta. Todos ellos serán puestos contra las cuerdas ya que la propia Isabelle descuidará a su familia, a sus seres más cercanos, por intentar ayudar a los más excluidos. Y, a su vez, cuando trata de ayudar a sus alumnos, muchas veces caerá en tópicos y clichés relacionados con la inmigración. En ese sentido, Agnés Jaoui, que recientemente dirigió e interpretó el largometraje Llenos de vida, apunta que “hay un territorio muy peligroso en la película, pero escrito para buscar una reacción y generar debate”.

Además, con el objetivo de restar dramatismo al relato, la ironía viste el largometraje: desde la actitud de Isabelle, como si fuese una guerra contra el mundo, hasta la experiencia personal y viviencias cada uno de los estudiantes inmigrantes. “Me encanta la idea de balancearme y que podamos ir moviéndonos de la comedia al drama”, explica Legrand, que con su largometraje Ridicule logró en 1997 un premio Bafta y una nominación al Oscar de Mejor Película Extranjera.

Más allá de la pantalla La convivencia entre personas de diferentes nacionalidades y el entender al otro es uno de los hilos conductores del filme que, además traspasó la pantalla: el equipo de la película reunía a personas de países como Guinea, Bulgaria, Brasil o Moldavia -además de Francia-, por lo que ficción y realidad se dieron la mano para sacar adelante el proyecto. “Espero que Las buenas intenciones consiga llegar a la gente y que traiga esperanzas en el hecho de que podemos ser todos un poquito mejor. Igual que nuestra Isabelle, incluidos todos sus defectos”, concluye Gilles Legrand. Porque, cuando haces el bien, ¿qué puede salir mal?