bilbao - Si tuviera que vivir en una ciudad se sentiría enjaulado y encadenado a un paisaje de cemento que no le gusta. Prefiere la naturaleza salvaje, los pueblos rurales y la gente que cuenta historias. En esta edición de Volando voy, presenta alternativas a la despoblación de los pueblos. Estas pasan por un turismo diferente en el que se unan paisajes espectaculares, vacaciones y deporte. En lo que sí va a incidir es en cómo el cambio climático está alterando la vida de las personas y de los animales. Pide una mayor concienciación sobre una situación que ya es irreversible.

Es la quinta edición de ‘Volando voy’, ¿ha cambiado sobre lo que se pretendía cuando se estrenó?

-La esencia sigue siendo la misma, conocer a gente del medio rural. Sobre todo nos interesa esa gente mayor que tiene la capacidad de decir lo que les dé la gana y cómo les dé la gana.

Un mundo lleno de historias?

-?Y de emociones, de humor, de risas. Yo me emociono mucho con sus historias. Es muy fácil empatizar con esta gente. Muchas personas tienen historias increíbles, parecen sacadas de vidas pasadas, tienen poco que ver con lo que estamos acostumbrados a escuchar en las ciudades. Muchos no han tenido la oportunidad de salir del pueblo.

Usted sube a estas personas a su helicóptero, tienen que alucinar.

-Sí, sí que alucinan. Date cuenta que algunas no han salido nunca de la zona en la que viven. Ver su pueblo desde el aire es para ellas una experiencia increíble, casi ciencia ficción. Volar por primera vez les produce la sensación de estar viviendo una gran aventura, se emocionan mucho.

Las zonas rurales se han despoblado, no hay gente joven que quiera continuar con algunos legados, legados que no son muy rentables y que escasamente permiten sobrevivir.

-Es verdad. En esta edición hemos incorporado esa problemática al programa. Nos preocupa la España vacía, la que se está quedando sin gente en los pueblos. Los jóvenes no tienen oportunidades, se van todos a las ciudades porque no hay nada que hacer. Es terrible, sobre todo para los que no se quieren marchar.

Da la sensación que todos quieren huir de esa falta de oportunidades.

-No es que quieran huir, se tienen que marchar del lugar donde quieren estar. Hay jóvenes que quieren seguir en su pueblo, pero ¿qué pueden hacer para poder vivir, para poder trabajar, para comer y tener un futuro? Quieren seguir donde está su familia, donde tienen a sus amigos, pero se tienen que ir, no hay trabajo en el pueblo. Pero si se piensa bien, hay soluciones.

¿Industrializarlos?

-No, ni hay industria y tampoco se va a llevar la industria allí. Pero tienen recursos, el turismo.

¿No está sobrevalorado el turismo, sobre todo el rural?

-Tienen muchas posibilidades en el turismo rural. ¿Sobrevalorado? No, no si ofreces un turismo diferente, un turismo innovador. Por ejemplo, este domingo (hoy) emitimos un programa de mi tierra, Laciana (León), una antigua cuenca minera, despoblada de una forma extraordinaria, tienen unos bosques, una naturaleza, un vida salvajes increíble. Allí vive el oso, el urogallo, todo tipo de animales; la primavera es un espectáculo de colores, es un tapiz de plantas, árboles y flores. Ahora tenemos las bicicletas eléctricas que permiten hacer rutas de 40 kilómetros incluso a aquellas personas que nunca han hecho bicicleta.

¿Está preparada esta zona para este tipo de actividades?

-Sí, hay rutas balizadas y gente que protege a quien haga estas rutas, que cuida, y enseña cómo es la naturaleza en este lugar. Poder conocer estos bosques, esa naturaleza, esos lugares de los vestigios de la minería, hacer un turismo interactivo es meterte en mundos que te enriquecen. Yo no hablo de ir a ver una cascada y luego irte a comer y decir que has pasado el día en la naturaleza.

¿Este tipo de turismo salvaría a los pueblos de la amenaza de convertirse en lugares fantasmagóricos?

-Por supuesto. No quiero decir que todos los jóvenes quieran quedarse en sus pueblos, pero con este turismo diferenciador saldrían distintos negocios: alquiler de bicicletas, el balizamiento de rutas, guías, la gastronomía, el alquiler de habitaciones, locales hosteleros, pequeñas tiendas? Lo que digo es que alrededor de estos pueblos semivacíos se puede generar un mundo alternativo diferente y a la vez se crean alternativas para aquellos que quieran quedarse.

Así que el objetivo de este año es conseguir cambiar lo rural por lo turístico.

-Dicho así no. La esencia rural no tiene que perderse por el turismo. Son esencias complementarias. Es aprovechar entornos increíbles en los que se mezclan las actividades rurales con la naturaleza salvaje y mostrar esos entornos a otras gentes que viven en la ciudad y que pueden respirar tranquilidad de vez en cuando.

¿Resulta dificultoso encontrar todas las localizaciones que tiene cada edición del programa?

-Es más dificultoso hacer una selección, que encontrar localizaciones. Estamos rodeados de lugares tan maravillosos, algunos cerca de ciudades importantes. Son desconocidos porque siempre nos movemos en los mismos lugares, estamos muy influenciados por lo que vemos en los medios. Pero estamos rodeados de lugares increíbles con unos paisajes extraordinarios. No es difícil, lo que ocurre es que a vista de pájaro vamos a esos sitios que creemos son más espectaculares y pueden ser el germen de ese turismos diferenciador.

Ha escogido siete rincones para recorrerlos por el aire. ¿Cuál es el lugar donde le gustaría perderse?

-Aquel que tenga la naturaleza más salvaje. Llegas a un pueblo y te quieran, que te cuiden, que empatices con la gente resulta maravilloso. A mí me gusta todo el mundo rural. Mira que he viajado por todo el mundo, pero aquí tenemos unos lugares muy entrañables y una gente maravillosa. Un lugar al que tú vas a un bar a tomarte una cerveza y al minuto ya te has hecho amigo del señor que está a tu lado y los cinco minutos conoces a todos los del bar, es un lugar que merece la pena y que no vas a encontrar en ningún otro punto del Planeta.

Sin embargo vivimos encadenados a las ciudades.

-Sí. Yo no, para mí la ciudad es para gestiones administrativas y, es más, si me llevas a vivir a una ciudad me muero. No estoy hecho para eso. A mí, me va la vida salvaje. Yo soy muy feliz en los pueblos porque conecto con la gente, hay mucho que ofrecer y lo que nos ha faltado es canalizarlo. Insisto, tenemos que ofrecer un turismo diferenciador, un turismo en el que la gente tenga mucho que ver con las personas que van allí. Hay que montar historias relacionadas con el deporte, con la gastronomía, la cultura? Pero tenemos que hacer todo esto sin estropear los entornos, cuidando de la naturaleza, disfrutándola.

Da la sensación de que el turismo rural se ha impuesto desde hace años.

-Se ha impuesto, pero desde mi punto de vista se ha estancado. Se impone el alquilarte una casa y hacer una ruta gastronómica. Tenemos que apostar por un turismo de deporte, de interactuar con la naturaleza; practicar un turismo para conectar a nuestros hijos con la naturaleza, algo muy importante que en otros países ya existe. Por ejemplo, es algo que se hace desde hace tiempo en los países nórdicos. Hay que exigir a los políticos cambios en sus programas para evitar esta catástrofe a la que estamos abocados con el cambio climático.

¿Cree que estamos preparados para ese tipo de turismo?

-Sí. Ocurre que es un turismo que está sin explotar, es el que nos pone en contacto con la gente mayor de estos pueblos que tienen muchas historias que contarnos, ellos son un regalo para nuestros hijos. ¿Estamos preparados? Deberíamos.

Habla de cambio climático. ¿Nota usted mucho sus efectos en las zonas donde hace deportes extremos?

-Mira, siempre en cada programa que hago en Volando voy o Planeta Calleja, comento las diferencias que hay en lugares que he visitado hace unos años frente a la actualidad. Por ejemplo, el glacial del Everest, en 30 años he visto que como desaparecían cuatro kilómetros. En Groenlandia, estuve el mes pasado rodando un programa exclusivamente de cambio climático con Ana Botín, la presidenta del Banco Santander, y le he enseñado como en un lugar, en tan solo 15 años, le faltan 16 kilómetros al glaciar.

¡Qué barbaridad!

-Vas a decir esto con más fuerza cuando veas el programa, mostramos imágenes de cómo era y cómo es ahora. ¿No te parece abrumador que un glaciar pierda 16 kilómetros en 15 años?

Más que abrumador.

-El cambio climático es extraordinario, mucho más de lo que nos venden, es mucho más de lo que podemos llegar a saber. A pesar de todo lo que estamos viendo, sigue habiendo negacionistas, ciertos políticos que por intereses comerciales no quieren hablar de que este cambio climático está producido de forma artificial por la mano del hombre? Es muy bestia, demasiado fuerte.