Un primer amor y un último amor. Así resume Christophe Honoré su último largometraje, Vivir deprisa, amar despacio, en el que reflexiona sobre el amor y la pérdida, así como la juventud y el envejecimiento. El escritor y director francés, autor de proyectos como Canciones de amor, Dans Paris, ubica en Rennes su relato, en el que ofrece una imagen intergeneracional.

El filme, que se estrenó en la pasada edición del festival de Cannes, retrocede hasta 1990 para narrar la historia de Arthur -Vincent Lacoste-, un joven estudiante que vive en Rennes cuya vida cambia cuando conoce a Jacques -Pierre Deladonchamps-, un escritor que vive en París. Es verano y Arthur y Jacques viven una historia de amor; pero Jacques sabe que este amor lo tiene que vivir rápidamente.

“La película tiene como objetivo combinar estos sentimientos: ímpetu y renuncia”, explica Christophe Honoré sobre la elección de dos personajes de diferentes generaciones entre los que, además, se cuela el sida: Jacques es un enfermo de VIH. Y la enfermedad lo acelerará todo. “Para Jacques, las cosas se aceleran con la idea de que el sida le hace incapaz para vivir su amor y no puede experimentarlo”. En ese sentido, el cineasta cree que más allá de ser una historia de amor imposible, “esta es una película sobre una vida imposible”. Todo ello narrado con delicadeza frente a esa época difícil como contexto de fondo.

Influencia de la juventud En una mirada al pasado, cuenta Christophe Honoré que viajó personalmente hasta su adolescencia para inspirarse y reconstruir el ambiente y época de los 90, en un homenaje a su propia experiencia: “Las citas, las películas evocadas en Vivir deprisa, amar despacio, e incluso las pilas de libros que vemos en las habitaciones están tomadas directamente de mi juventud. Creo que estamos formados e influenciados en nuestra forma de sentir y pensar por los libros leídos, la música y las canciones que escuchamos y por las películas que importaron en nuestras vidas”.

En cuanto a la relación entre Arthur y Jacques, muy pasional, Honoré ha tratado de acercarse desde el respeto. “La película es bastante dulce sobre la sexualidad, es carnal e íntima, pero sin ninguna ostentación”, explica y agradece el apoyo de Pierre Deladonchamps -El desconocido del lago (2013), El hijo de Jean (2016)-, ya que “tiene un enfoque particularmente abierto frente a la desnudez de un actor masculino”.

Acerca de Vincent Lacoste, quien pese a su juventud ya suma varias nominaciones en los premios Cesar del cine francés por sus trabajos en Amanda (2019) o Victoria (2018), Honoré asegura que es un intérprete que “escapa por completo al naturalismo francés” y cuya “carisma especial” hace que “no haya ningún cliché que pueda definirlo”. La química entre ambos en pantalla les ha hecho alzarse con galardones como el Premio a Mejor Actor en el Festival de Cine Europeo de Sevilla del pasado año.