“Estamos lejos de curar el alzhéimer, pero no tanto de poder detener su progresión”
Martínez-Lage ha sido distinguido recientemente con el Premio SEN Alzheimer, un galardón que reconoce su aportación a la búsqueda de soluciones concretas ante uno de los grandes desafíos del siglo XXI, la pérdida de memoria
Pablo Martínez-Lage es una de las voces más autorizadas en el campo de la neurología. Desde el Centro de Investigación y Clínica Memoria de la Fundación CITA-Alzheimer en Donostia, lidera estudios que buscan avanzar en la lucha contra el Alzheimer. La clave, según apunta, está en actuar mucho antes de que la memoria empiece a fallar.
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¿Qué significa para usted este premio que le ha otorgado la Sociedad Española de Neurología?
Recibir este reconocimiento en un momento en el que en España se está haciendo investigación de mucha calidad tiene un significado muy especial. Más aún cuando te lo otorgan tus propios colegas. Es un premio que, aunque está personalizado en mí, representa el esfuerzo y la trayectoria de todo un equipo: desde el patronato de la fundación hasta todo el equipo de neuropsicólogas, personal de enfermería, neuroimagen… Todos los que estamos en CITA Alzheimer. Es un espaldarazo muy importante.
¿Cómo es enfrentarse cada día a una enfermedad tan dura y compleja como el alzhéimer?
Desde el punto de vista asistencial, trabajar con personas que acuden a consulta es una experiencia muy gratificante, aunque pueda parecer lo contrario. Aportamos ayuda, alivio, cariño; ofrecemos información sobre los tratamientos que pueden aplicarse y resolvemos dudas que surgen durante el proceso sobre cómo gestionar el día a día de la enfermedad.
¿Qué tipo de avances están impulsando desde CITA Alzheimer?
Nuestro trabajo se centra especialmente en el diagnóstico temprano. Cuanto antes detectemos la enfermedad, antes podremos intervenir para intentar retrasar su evolución. Queremos que una persona que tiene la enfermedad pero lleva una vida normal o prácticamente normal siga así el mayor tiempo posible. Por eso estamos trabajando en el uso de biomarcadores y también estamos desarrollando estudios sobre prevención.
“Si paramos el alzhéimer antes de que aparezcan los primeros síntomas, será un gran avance”
¿Qué tipo de estudios están realizando?
Estamos desarrollando un estudio que se llama CITA GO-ON. Hemos reclutado a unas mil personas de entre 60 y 85 años con un perfil de riesgo elevado de desarrollar alzhéimer u otros tipos de deterioro cognitivo. Se ha dividido a los participantes en dos grupos. A uno se le aplica una intervención multimodal muy intensiva: control de factores de riesgo (hipertensión, colesterol, obesidad…), entrenamiento cognitivo, actividad física, intervención socioemocional y cambio en la dieta y nutrición. Al otro grupo le damos recomendaciones de vida saludable, pero sin seguimiento intensivo. Queremos seguir a estas personas durante dos años para comprobar si, en el grupo con intervención, conseguimos prevenir el deterioro cognitivo.
¿En qué consistió el proyecto Gipuzkoa Alzheimer?
Fue un proyecto para investigar y conocer mejor esas fases preclínicas del alzhéimer, cuando la enfermedad ya está en el cerebro pero todavía no hay síntomas. Participaron más de 400 personas, muchas de ellas accedieron a hacerse una punción lumbar, y eso nos permitió analizar los biomarcadores de alzhéimer. Detectamos personas que los tenían positivos y ahí pudimos investigar qué factores de riesgo se asocian a ese inicio de la enfermedad. Vimos, por ejemplo, que el bilingüismo y la actividad física actúan como factores protectores. Contribuimos así a la literatura científica aportando datos sobre cómo es esa etapa silenciosa de la enfermedad.
¿Qué aportó el estudio DEBA-STOP ALZHEIMER?
Queríamos saber cuántas personas mayores de 60 años están en una situación de riesgo alto y cuántas tienen deterioro cognitivo leve, es decir, que tienen pérdidas pero todavía no son dependientes. Encontramos que un 20% tiene perfil de riesgo alto y un 16% presenta deterioro cognitivo, en la mayoría de los casos sin diagnosticar. Y vimos que más de la mitad de esos deterioros se debían ya a alzhéimer. Fue un estudio epidemiológico para conocer bien cuánta gente está en esas fases previas de la enfermedad.
¿Es posible saber si una persona va a padecer Alzheimer en el futuro?
Este es un tema delicado. Hoy por hoy, no es posible decir con certeza: “tú vas a tener Alzheimer” o “tú no lo vas a tener”. Eso no se puede hacer ni creo que pueda hacerse nunca de forma rotunda. Lo que sí podemos hacer es definir perfiles de riesgo. Sabemos que hay factores que aumentan claramente la probabilidad de desarrollar deterioro cognitivo: hipertensión, diabetes, colesterol alto, tabaquismo, obesidad, sedentarismo, mala alimentación… Y a eso se suman otros más recientes como la polución ambiental, la pérdida auditiva o la depresión. Esos factores y otros factores de riesgo genéticose pueden medir en una persona.
¿Cómo se mide ese riesgo?
Utilizamos un índice llamado CAIDE, que se basa en variables como la edad, el género, los años de educación, la presión arterial, el colesterol, el índice de masa corporal y si se practica o no ejercicio físico. Con esos datos podemos establecer un perfil de riesgo y, en función de los resultados, decir que alguien tiene, por ejemplo, un 30% de riesgo de desarrollar deterioro cognitivo. Pero insisto, no podemos asegurar que una persona desarrollará Alzheimer.
¿Qué papel juegan los biomarcadores en este diagnóstico anticipado?
Han supuesto un avance enorme. Hasta ahora se analizaban en el líquido cefalorraquídeo, mediante una punción lumbar o una prueba de imagen llamada PET (tomografía de emisión de positrones). Pero muy pronto vamos a disponer de biomarcadores en sangre, lo cual facilitará mucho su uso para el diagnóstico certero y a tiempo en personas con deterioro cognitivo. Eso permitirá también algún día detectar la biología de la enfermedad en personas que aún no tienen síntomas. Imagina que alguien se somete a un análisis y aparece que tiene biomarcadores positivos: eso quiere decir que ya tiene en su cerebro las alteraciones típicas del Alzheimer, aunque aún no se hayan manifestado clínicamente.
"Cuidarse con 60 años puede marcar la diferencia a los 80. Ahí está la próxima revolución"
¿Eso significa que significa que se podría diagnosticar la enfermedad antes incluso de que empiecen los síntomas?
Técnicamente sí, pero hay que ser muy prudentes. Detectar biomarcadores positivos en una persona sin síntomas no significa que vaya a desarrollar la enfermedad. Puede que sí o puede que nunca llegue a hacerlo. No sabemos con precisión ni cuándo ni siquiera si esos cambios acabarán dando lugar a un alzhéimer clínico. Por eso, aplicar estas pruebas a personas sin síntomas solo debería hacerse en el contexto de un estudio de investigación. Hacerlo en una consulta médica de rutina, fuera de un protocolo de investigación, sería una mala práctica. No podemos ofrecer certezas que la ciencia todavía no puede respaldar.
¿Hacia dónde cree que se dirige el futuro de la investigación en Alzheimer?
La clave está en combinar prevención y diagnóstico precoz. Si conseguimos detectar perfiles de riesgo de forma eficaz y aplicar intervenciones personalizadas, podremos retrasar la aparición de los síntomas. Eso, en una enfermedad sin cura, es un avance enorme. Además, el desarrollo de biomarcadores en sangre abrirá la puerta a diagnósticos más accesibles y menos invasivos. Pero también necesitamos más educación social: que la gente entienda que hay mucho por hacer incluso cuando no hay cura, que prevenir y retrasar es ya una gran victoria. Y que cuidarse a los 60 puede marcar la diferencia a los 80. Ahí está la revolución que viene.
“Si paramos el alzhéimer antes de que aparezcan los primeros síntomas, será un gran avance”
¿Estamos cerca de encontrar una cura al Alzheimer?
Te diría que estamos lejos de poder afirmar que se cura, pero quizás no estemos tan lejos del momento en el que podamos decir que la enfermedad se para. Y si la paramos antes de que aparezcan los primeros síntomas, o incluso con los primeros síntomas, eso supondrá un gran avance.
¿Se ha encontrado con muchas dificultades para desarrollar tu trabajo como investigador?
Sí, no es fácil. Nosotros trabajamos en una fundación sin ánimo de lucro impulsada por la familia Aperribay, que quiso hacer algo tras vivir de cerca el Alzheimer. Creamos un área de investigación, pero sin estar integrados ni en la universidad ni en el sistema hospitalario, lo que complica mucho el acceso a la financiación y los recursos.
¿Es la financiación el principal obstáculo?
Sin duda. También cuesta encontrar profesionales médicos dispuestos a dedicarse a la investigación, lo cual es preocupante.
¿Ha notado falta de colaboración con otros grupos de investigación?
Sí. Hay grupos que están investigando, pero que no siempre tienen tiempo, ganas o se dan las circunstancias necesarias para poder colaborar. Aunque en Euskadi, en general, hemos encontrado muchas facilidades en ese sentido.
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