Hace nueve años, Jon Rahm jugó aún como aficionado el US Open en Oakmont y fue vigésimo tercero. “Después de ese torneo me di cuenta de que tenía las herramientas para ser uno de los mejores jugadores del mundo, estaba convencido de ello”, comentó en vísperas de arrancar la 125 edición del abierto estadounidense. Hoy el barrikoztarra vuelve a competir en el exigente recorrido de Pensilvania convertido en aquello que tenía en la cabeza en 2016, por más que la división en el golf y su presencia en el LIV no lo refleje en la clasificación. “Acabar entonces tan arriba me dio mucha confianza en muchos sentido”, añadió.

El campo de Oakmont ha sido modificado desde entonces, pero eso no significa que vaya a ser más asequible, al contrario. La USGA gusta de plantear dificultades en su torneo estrella y este año no va a ser menos, por lo que muchos consideran que es probable que este año el ganador pueda jugar sobre el par. De hecho, en este escenario se han disputado nueve ediciones del US Open y solo veintisiete jugadores han podido acabar bajo par. Dustin Johnson se impuso en la última edición de Oakmont en 2016 con -4, pero Ángel Cabrera en 2007 lo hizo con +5.

La jornada de hoy, en la que Rahm jugará en el turno de tarde, se anuncia como la más propicia para robarle goles al campo, aunque la manera de proceder esta semana está clara. Rahm aseguró que “es casi imposible ganar un torneo aquí si no se pega bien desde el tee, porque si te sales de la calle, por decirlo de alguna manera, Oakmont te atrapará. Será un desafío extremo, una de las mayores muestras de lo que es un US OPen”. Se han visto estos días imágenes de un rough denso y profundo, que se come las bolas y complica las recuperaciones, pero el campeón del torneo en 2021 señaló que “el mayor desafío desde el tee serán esos bunkers de las calles, que suelen ser muy peligrosos. Pero si hay algo especial son los greenes. Son tan complejos e intrincados que, si los aplanáramos, este campo de golf sería muy, muy diferente”.

Con este panorama, el barrikoztarra, que sigue tratando de encajar los ajustes que ha hecho en su swing en el último año, se mostró confiado porque “me estoy sintiendo muy cómodo con el drive”. Así fue en el PGA Championship, donde pudo competir por la victoria casi hasta los últimos hoyos. “Era plenamente consciente de la situación, de a lo que me estaba jugando, y una vez llegado el momento fue una verdadera alegría volver a ponerme en esa posición. Estaba muy contento de estar allí y sentía que tenía el control. Fue genial”, comentó sobre sus notables prestaciones en Pinehurst, a las que espera dar continuidad desde hoy en Oakmont.

SCHEFFLER Y LOS DEMÁS

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A la hora de señalar favoritos, todos los dedos apuntan a la misma persona: Scottie Scheffler. El texano se impuso en el PGA Championship y en tres de los últimos cuatro torneos que ha disputado en mes y medio. “Según dónde coloquen algunas banderas, sabrás desde el tee si el par es un buen resultado”, dijo el número 1 del mundo. El torneo se plantea, por tanto, como una batalla estratégica contra el campo, según Bryson DeChambeau, defensor del título, aunque en su caso no abandonará su juego agresivo a riesgo de visitar ese rough “tan alto”.

Otros nombres que aparecen entre los candidatos son Rory McIlroy, pese a su mal papel en el PGA Championship. Pero el norirlandés se quitó un gran peso de encima con su victoria en el Masters y puede enfocarse en los majors con menos presión. También hay que citar a Joaquín NIemann, el dominador del LIV con cuatro victorias en ocho torneos, que en Pinehurst logró acabar por primera vez entre los diez primeros de un major. Xander Schauffele, siempre fiable en los grandes; Collin Morikawa, que ya tiene dos grandes en su palmarés; y Brooks Koepka, pese a su mala temporada hasta ahora, o ganadores recientes como Ben Griffin o Ryan Fox tienen que contar, al margen de las sorpresas que siempre pueden surgir, sobre todo en un escenario tan complicado como Oakmont, que esta semana espera a todos los jugadores con las garras afiladas.