KNOW no limits -No conozcas límites, en inglés- es la frase que aparece con orgullo en su pecho. Es más que un tatuaje, es un lema de vida. Son las palabras que permitieron levantarse a Oz Sánchez (California, 1975) cada vez que la vida le tiraba al suelo. Y fueron varias las ocasiones. Porque el estadounidense es ahora uno de los paraciclistas más reputados del panorama internacional, medallista en los Juegos Paralímpicos de Beijing y Londres y campeón del mundo en 2009, 2010 y 2011; pero antes de volar sobre el asfalto con su handbike, el norteamericano tuvo que enfrentarse a varios golpes que cambiaron su vida por completo. Porque el camino de Sánchez nunca fue sencillo. Creció en Los Ángeles y en su juventud tuvo un romántico idilio con las drogas y los pandilleros. Los narcóticos y el vandalismo fueron su primer escalón roto, pero el estadounidense quiso acabar con la ceguera de los fármacos ilegales. Salir de ese mundo. Así que se alistó en el ejército, donde su vida dio un giro drástico. La Marina de los Estados Unidos fue su familia durante seis años. Se entrenó, mejoró y, tras convertirse en parte de la Unidad de Fuerzas Especiales, fue desplegado en Oriente Medio en dos ocasiones.
Su camino se enderezaba, Sánchez se había convertido en el orgullo de su familia. De todo un país. Pero, entonces, la vida volvió a golpearle. Y un accidente de moto le dejó paralizado de cintura para abajo, con complicaciones neurológicas y con la médula espinal destrozada. La depresión se convirtió entonces en su única compañía, su mejor amiga en un momento donde siempre quería estar solo. Pero su rehabilitación física fue constante y en 2006 consiguió entrar en el programa paralímpico. Entonces, su handbike era la única a la que dedicaba sonrisas. “Me las arreglé para salir de mi depresión poslesión. Cogí el toro por los cuernos y tomé un enfoque proactivo a la vida. Así, cuando volví a la vida activa, a competir y ganar carreras, volví a ser el de antes”, explica Sánchez. Las victorias sanaron las heridas interiores que mermaron su confianza y autoestima. Poco a poco, el norteamericano comenzó a ver la luz. Y a coleccionar medallas. El paraciclismo volvió a transformar su vida y descubrió que no se le daba mal. Así, se convirtió en campeón del mundo durante tres años consecutivos y se subió al podio de los Juegos Paralímpicos de 2008 y 2012. Su nombre iba ya asociado al éxito deportivo. Sánchez había sido capaz no solo de levantarse del barro, sino de quitárselo por completo de la ropa.
Ahora, después de licenciarse en Administración de Empresas, comparte su historia con todos los que quieran oírla como orador motivacional. Como altavoz de las personas de movilidad reducida. Porque el estadounidense superó muchos escalones hasta llegar a la cima del éxito, pero por el camino se preocupó de no olvidarse de ninguno. De recordar todos los momentos malos para impulsarse con ellos y crecer. Sabe que su presencia es el mejor ejemplo para aquellos a los que la vida llevó por senderos inesperados y, por ello, a menudo trabaja con otros veteranos en programas de rehabilitación, animándoles a practicar deportes de adaptación que tanto le ayudaron a él. Así pues, Sánchez es ahora una leyenda viva del paraciclismo y su historia incluso aparece en el documental El Invicto, dirigido por Steven Barber en 2009.
en la copa de Euskadi Una plata en la Copa del Mundo del año pasado es el último mejor puesto de Sánchez, que llega a Euskadi para volver a conquistar el título mundial de handbike. Será una gesta complicada, puesto que enfrente tendrá a paratletas de renombre como el suizo Heinz Frei, el polaco Rafal Wilk o el austriaco Walter Ablinger. Pero el estadounidense no tira la toalla, no sabe lo que es rendirse porque, como bien dice su tatuaje, él no conoce límites.