Una vez enterados del acuerdo para concentrar a los titulares en el segundo amistoso y por respetar el orden cronológico del programa, toca resaltar la penosa entrada del Athletic en Anfield Road. Recibió dos goles en un suspiro y el temor a una debacle planeó sobre un grupo formado por meritorios, suplentes y gente del filial, amalgama completada arriba con Guruzeta y Berenguer, quien no parte como titular pese a jugar más y mejor que algunos de los fijos, al menos así ocurrió durante la campaña anterior y ayer.
Total, que el Liverpool, que de su once de gala solo incluyó al gran Mac Allister y a Robertson, se relajó después de un largo rondo que evidenció la desorientación visitante y el hecho crucial y lógico de su ventaja en la puesta a punto, pues el sábado disputará su primer título oficial. Esto sumado a lo difícil que es quedar retratado según se saca de centro y verse desbordado, sin recursos objetivos para que el bloque diseñado por el entrenador genere algo de fuste, terminó por dejar al encuentro sin la poca gracia que ya se preveía.
Aunque el Athletic no se rindió, llegó arriba y pudo adecentar el marcador, a Doak, un chavalito, le bastó una carrera y una mano blanda de Padilla, que evitó varios goles cantados, para subir el tercero antes del descanso. En ese momento el balance se completaba con la peor incidencia que existe en el fútbol: Prados, dolorido, solicitó el cambio antes del cuarto de hora.
Luego, Berenguer mantuvo encendida la llama de la esperanza y en el único ataque donde no participó, Guruzeta aplacó su ansiedad ante la portería. El gol de la honrilla llegó tras haber asistido a otro tanto local, en una brillante combinación de área a área que dejó claro que el dominio del frágil Athletic era más aparente que eficaz.
Al segundo plato, el fuerte, se llegó con el ánimo un tanto encogido. El Liverpool bueno, digamos, siguiendo la tónica del partido previo y la lógica, exhibió un par de marchas más que el Athletic bueno. Fabricó abundantes ocasiones burlando la presión a medio campo: bastaba filtrar un pase que saltase la primera línea para montar acometidas vertiginosas. Muchos problemas para contener entre los de Valverde. A menudo no se atrevían a anticiparse, llegaban tarde al corte y reculaban en exceso, además de que en zonas delicadas se adoptaron decisiones impropias de la exigencia del partidito de marras.
En fin, el primer período no fue divertido precisamente: apuros en la contención y poquito en ataque. De modo que en el intermedio el consuelo del empate a uno casi sabía a triunfo rotundo. La clavó con temple Sancet a la media hora, en el primer balón que tocó. Quedaba neutralizada la ventaja firmada por Salah. El egipcio dio un recital de fintas, controles y pases, quizás por ello al final se pasó de rosca y malgastó un penalti, por adornarse. Sancet, en cambio, no tuvo margen para el lucimiento, le cayó encima un rival y abandonó la alfombra de Anfield con mala cara.
Todavía se registraría un tercer contratiempo de índole físico: Yuri, que habida cuenta la complejidad de la empresa se manejó correctamente en tareas de central, forzó en un corte al límite cerca de la conclusión. Habrá que prestar atención al parte médico. En fechas tan avanzadas cualquier lesión plantea un problema. Y un obstáculo para afinar una maquinaria que reclama unos cuantos ajustes. No puede negarse tras lo visto ayer. Caer en los dos turnos celebrados en casa del campeón de la Premier no debería ser motivo de preocupación, pero es que el Athletic, con Maroan y su pizca de fortuna en el ajo, opositó a un resultado mucho menos amable que el 3-2.