La antigüedad, ese criterio por el que Iker Muniain lleva el brazalete de capitán, quizás esté influyendo ya en lo que atañe a su importancia en el equipo. Aún figura como un asiduo en las alineaciones, pero empiezan a asomar obstáculos que cuestionan el estatus del que ha gozado desde que en 2009 debutase en el Athletic.

La observación se sostendría con un simple repaso de sus números: en la campaña anterior lideró el ránking de minutos jugados de la plantilla; en la actual, hasta nueve compañeros han estado más tiempo sobre el campo que él. A la elocuencia del apunte se suman los marcados altibajos en su participación. Lo mismo repite unas cuantas semanas en el once que consume otras tantas de suplente. Y se trata de una tendencia negativa para sus intereses: encadenó los primeros diez partidos jugando de inicio, mientras que en los siguientes veintidós solo lo hizo en ocho y siete de ellos fueron seguidos. Se diría que Ernesto Valverde respeta su jerarquía sin que ello le impida excluirle cada vez que lo estima oportuno.

Detrás de estos vaivenes habría un par de explicaciones que, en el fondo, son las dos caras de la misma moneda: el rendimiento de Muniain es impropio de un fijo. Y no es de ahora, pero hoy se nota más. Aparte de su nula aportación al gol, como finalizador y en calidad de asistente, la búsqueda de actuaciones determinantes o dignas de mención obliga a un exhaustivo rastreo del que sale poco en limpio. Intrascendente es el adjetivo que casa con la trayectoria de Muniain en el vigente curso. Que su peso en el juego se haya resentido no obedece exclusivamente a que esté más o menos acertado; sucede además que otros han ido asumiendo cuotas de responsabilidad que antes le correspondían o se le atribuían.

En esta cuestión concreta, sin ningún género de dudas, le ha salido un competidor directo llamado Oihan Sancet. La ubicación que Valverde le ha reservado, distinta a la que ocupaba con Marcelino, ha favorecido su crecimiento exponencial. Es el guía de las operaciones ofensivas, el enlace indispensable, quien dinamiza el fútbol y es también capaz de culminar. Aunque necesite endurecerse, en el sentido de ser más constante, más regular, nadie discute que una gran porción de lo que el Athletic propone con balón depende de su visión y habilidad en la conducción.

Valverde quiso reunir a ambos en el dibujo, una especie de alianza de las generaciones representativas del pasado reciente y el futuro, pero se ha demostrado que la audacia de la apuesta era incompatible con el equilibrio de la estructura. Lo que coincidiendo con un calendario amable se interpretó como la fórmula mágica para transitar del conservadurismo a la alegría, repercute en la fiabilidad del equipo. Pero el experimento reveló qué parte del plan debía potenciarse y de cuál puede prescindirse.

Si la proyección de Sancet obstaculiza el acomodo del capitán en su zona favorita del campo, tampoco lo tiene fácil en posiciones más avanzadas. Tras varios cientos de partidos en la función de falso extremo, preferentemente por la izquierda, ocurre que el sistema de Valverde va de anchar el campo y los boletos para jugar en las alas se los reparten Berenguer y los Williams.

Con este panorama, pretender que Muniain se reinvente y haga algo distinto después de catorce años carece de fundamento. Con sus virtudes y defectos muy definidos, esa obsesión por estar en permanente contacto con la pelota, recibiéndola al pie y a cierta distancia del área, tiene un encaje incierto en el proceso evolutivo de un Athletic obligado a abordar una regeneración en sus filas que, para decirlo todo, va un tanto lenta.

Es posible que la esperanzadora irrupción de Sancet se asocie automáticamente a la pérdida de protagonismo de Muniain, si bien no se puede ignorar la exigencia que implica aguantar en primera fila tres lustros. Solo los elegidos, la gente más contrastada en el plano técnico y con un gran físico, desafían eso que se denomina ley de vida. Con esto no quiere decirse que Muniain no pueda ser un complemento aprovechable, ni que se le haya agotado el jugo, pero su itinerario más reciente es sintomático. Cuesta creer que en adelante pueda atraer el foco que le apuntaba y hoy ilumina en otras direcciones.