Advierto con cierta preocupación que se repiten determinadas actuaciones en una especie de bucle sin fin que puede llevarnos a lo intrascendente. Tenemos al influencer de muy extrema derecha dando conferencias en varias universidades a las que acude sin invitación pero consciente de que el nivel de ruido subirá a alturas insostenibles y que solo le beneficia a él. Tenemos al viajante de comercio provinciano intentando hacerse con la hoja de ruta del partido que presuntamente dirige pero en el que es incapaz de poner orden y donde le imponen la agenda. Y un día habla del aborto o de la inmigración sabiendo de antemano que tiene la batalla perdida con sus primos a la derecha. Otro día nos entretiene con los autónomos –sector que realmente necesita un abordaje en profundidad tanto económico como social– y les ofrece... nada, salvo que serán usados torticeramente en la lucha permanente contra Sánchez. También nos habla de Presupuestos y de la incapacidad del Gobierno para presentarlos. Y tiene razón. Y la pierde al instante siguiente cuando sus alternativas pasan exclusivamente por fórmulas del ultraliberalismo de las que ya sabemos a dónde nos llevan. Porque prometer bajar los impuesto sin explicar a continuación cómo se va a financiar la sanidad o la educación no es un programa político. Es un desastre social. Y lo saben y no les importa. Lo que quieren es el desmantelamiento del (frágil) estado de bienestar. Y el ejemplo de la sanidad en Madrid, Valencia y Andalucía es un claro exponente.