Aspiro a vivir en un sociedad abierta y profundamente democrática donde la confrontación de ideas esté basada en el respeto. Sé que suena idealista en estos tiempos, pero si hay que pelear con los mensajes que nos están mandando desde determinados medios y redes sociales, lo mejor es hacerlo armados de paciencia, y, cómo no, de un poquito de mala hostia. La derivada trumpista, sobre todo en Madrid, es ponzoñosa y, además, arrastra una carga ideológica extrañamente peligrosa. Y digo peligrosa porque ya no ocultan lo que son. Esa arrogancia en su camino de toma del poder les está llevando a cometer errores. A día de hoy todo su afán pasa por lanzar bulos y fake news muy controlados con el único fin de que se vayan filtrando en la opinión pública española y, en un momento determinado, no suenen mal. De tanto repetirlo, ideas retrógradas se convierten en viables. Dicen que el voto del PP madrileño a favor de informar a las mujeres que van a abortar sobre un supuesto síndrome posparto fue un tiro en el pie. Un asunto que no interesa. Creo que sí les interesa y mucho. El aborto, la unidad de España, la Constitución, sus símbolos... son asuntos recurrentes que afloran cada cierto tiempo. En esa línea, los exabruptos de una lideresa del PP contra el lehendakari no son sino una táctica política del corto plazo con la finalidad de desviar la atención de los problemas reales. El precio de la vivienda, los alquileres, la inmigración, la renta básica, Gaza... son asuntos que no enturbian sus programas electorales. Solo quieren ruido.