Lo decía el lunes José Ignacio Gorigolzarri en las Jornadas Financieras Deusto Business School-Alumni, el orden actual está asentado en organismo multilaterales en todos los ámbitos: económico –por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional–, político –ONU– o militar –la OTAN–, pero todo ello está en cuestión por la presión del avance de la corriente del populismo en general y, en particular, por el arrebato que posee a Donald Trump cuando se mueve. El presidente de EE.UU. solo tiene dos marchas, punto muerto y mach 1, velocidad del sonido. Así que un día después de la intervención de Goirigolzarri, que, junto a Pedro Luis Uriarte, encarna el oráculo financiero vasco, me atrevería a decir que también del Estado español y, seguramente, es una referencia europea, Trump se comportó en la asamblea de Naciones Unidos como un veinteañero en un afterhour, a fuego. O como un niño que rompe los juguetes que le ponen al alcance porque básicamente no sabe como jugar con ellos. Le da igual si arde Gaza o Ucrania, si la economía europea se colapsa o si las empresas de su país frenan su crecimiento. Está rompiendo alianzas históricas entre países, bloques que aunque no han resuelto los problemas geopolíticos, al menos han dado cierta estabilidad institucional y económica. El consuelo hay que verlo en una cuestión primaria y egoista: dentro de ese nuevo orden mundial incendiario que agita Trump, de disparate barriobajero, notamos que sube la temperatura, pero por ahora no nos quemamos.