A cuenta de la obsesión por informar de los medios de comunicación como un destino escrito en las estrellas, lo más probable es que esta mañana pululen por las calles de Bilbao más periodistas preocupados que ciudadanos en la misma condición.

Entra en vigor la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) y parece que el vulgo se enfrenta a una prueba diseñada para sacar lo peor de cada uno, en plan test de estrés bancario: demostrar la resistencia en el escenario más adverso.

Hoy se verá la magnitud del incordio, pero me atrevo a adelantar que habrá poco ruido. Entrar en el centro en coche es materia reservada a repartidores, personal de asistencia técnica, profesionales de reparación, conductores de autobuses escolares y taxistas. Todos ellos han tenido tiempo de sobra para renovar sus vehículos, si no lo habían hecho ya, porque se veía venir de lejos. Luego están los que viven o acuden a su trabajo en el centro en coche. Y estos últimos lo más probable es que conduzcan vehículos de alta gama, en la punta de lanza de la tecnología. El tema surgió en las conversaciones de este pasado fin de semana. Y el sentido común afloró. Comentando el punto al término del partido de la progenie, una amatxu contestó a un aita al respecto. Cuando se peatonaliza o se cambia de dirección una calle, se enciende una luz roja, pero siempre hay una ruta alternativa y no pasa nada. Y no olvidemos, apostilló, que el transporte público ha mejorado un barbaridad en las últimas tres décadas. Pues eso.