AHÍ es nada transformar el vaso ancho en cáliz y el gin tonic en vino de misa. El prodigio no envidia, no, al de las bodas de Caná, según San Juan, por el que se tornó en morapio el agua de seis tinajas de piedra. Sí, la historia es divina... pero de origen terrenal, inmobiliario por más señas, y refleja debilidades humanas que ya aparecían en el Antiguo Testamento. Aún así, tiene de todo. Un misterio, de inspiración poco espiritual seguramente, en la elevación de Fran, barman de coctelera y campeonato, a don José, curapadre de Pater noster qui es in caelis, en latín pre-Concilio. Un cisma que son dos o tres, pues el hijo de Linares vecino de Bilbao que se dice prelado y para más inri admira a Franco fue ungido con la mitra por un lefevriano, fiel al excomulgado monseñor Lefebvre, se dice seguidor thucista, del excomulgado obispo vietnamita Thuc, y tras ser expulsado él mismo por el obispo Iceta conformó, con el barman y algún fiel más, la Pía Unión Sancti Pauli Apostoli, calificada de secta. Para completar claustro, las monjas de Belorado, sus dulces y postres, que maridan con agua, vino y ginfizz, y la abbatissa sor Isabel, de rompe y rasga, a punto de acabar sus 12 años al frente de la congregación. Trama completa. Y solo quien vive en el convento sabe lo que pasa dentro. Extraña, sí, que, ultraconservadores todos ellos, usen las diábolicas redes sociales para evangelizar del asunto... y vender trufas. ¡Penitenciagite! O sea, arrepentidos los quiere Dios.
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