HACE ya unos años, una amiga me recomendó una revolución, casi un golpe de estado, en la comunicación. No entendía el interés de las declaraciones de los futbolistas en la previa del partido, que venían a repetirse semana tras semana, y pedía un plante de los periodistas a las ruedas de prensa. Evitar los típicos no hay rival fácil, tenemos que sacar nuestra mejor versión para ganar, necesitamos el apoyo del público... y lo que sea que se les ocurra. No le faltaba razón, pero el caso es que hay que suministrar munición a los entusiastas del Athletic en nuestro caso y ya ven que hay redacciones capaces de llenar periódicos enteros casi solo hablando del Real Madrid. He recordado la reflexión estas últimas semanas leyendo las declaraciones de futbolistas (hombres) sobre el último tango de Luis Rubiales. Supongo que la inmensa mayoría de los jugadores de Primera ha mamado como mucho del calostro de secundaria. Nadie le ha preguntado, que se sepa, a Sergio Ramos sobre la invasión de Ucrania. Básicamente porque no tiene capacidad de aportar nada al debate. Así que no es de extrañar que haya futbolistas, como Alfonso Pérez o Albert Luque, que patinen a la hora de mostrar su opinión sobre el terremoto generado por Rubiales. El silencio es un bien muy poco valorado en estos tiempos, al igual que la prudencia. A veces da la impresión de que el escenario de la opinión pública es uno de esos negocios con la música a tope para fomentar el consumismo de la parroquia.