EL pasado jueves decenas de miles de usuarios se quedaron tirados por una avería eléctrica en el metro de Bilbao. Una hecatombe para muchos porque les trastocó la vida en la hora punta de la mañana. Fueron lógicas las protestas y quejas interpuestas, los improperios y las maldiciones, pero un hecho como el ocurrido, el más grave en la última década en el suburbano, tiene que servir para reflexionar sobre la necesidad y la importancia de este modo de transporte masivo para la metrópoli bilbaina. Sin su presencia la comarca sería un caos. ¡Cuántos coches dejan de circular a diario por la presencia del metro! Es en momentos clave como este cuando se valora algo por su ausencia. Y es que un servicio que va sobre ruedas a diario nos pasa desapercibido precisamente porque casi siempre funciona como debe, es puntual y aporta servicios especiales para eventos masivos puntuales. Porque detrás de cada jornada, donde de media cerca de 600 trenes circulan 18 horas para atender a más de 300.000 personas, existe mucho trabajo, implicación y labor preventiva. El mantenimiento del material móvil y de las instalaciones es constante, sobre todo de madrugada cuando túneles y estaciones descansan. Cuando ocurren incidentes como el referido, pero sobre todo cuando son de menor calado, hay que ser algo más tolerante con los retrasos o las aglomeraciones, sentirse más cercano a este gran transporte, por lo menos a un metro del metro.
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